Cuando la Madre Luna encantó las almas lobunas de los primeros Kim TaeHyung, Park Jimin y Jeon JungKook solo deseó que recibieran el amor que merecían, de que todo el mundo pudiera admirar y valorar tanto su fortaleza y alma como ella lo había podid...
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La pena y la vergüenza son sinónimos en la vida de JungKook. Con la vergüenza de aceptar quien es viene la pena de ser él mismo. Así de sencillo. Así de arrollador y deprimente.
El joven Beta había salido ileso, o más bien como un cobarde, de su propia cafetería familiar acompañado de su hermano menor. YeonJun tenía sus dedos entrelazados con su mayor en lo que trataba de seguirle el paso acelerado.
-Hyung. -Le llamó inútilmente cuando JungKook sentía esa presión de las miradas en él. Ridículo, pues él ni veía las miradas ni sabía que era una. -Kookie Hyung, por favor, hazme caso. -Pidió deteniendo su andar de golpe y tirando del brazo del mayor.
-Junnie. -Dijo a penas el mayor, siendo arropado rápidamente por su hermano con cariño y amor. -Siento mucho que siempre tengas que hacer de hermano mayor siendo que tú eres el pequeño...
-No empieces, Hyung. -Susurró dando caricias a sus largos cabellos azabaches. -Tú siempre me cuidas...
-Eso no es cierto. -Negó interrumpiéndolo. -Tú eres quien me cuida siempre porque no estoy bien. Es...
-No digas tonterías. -Apuntó amenazante. -Tú eres perfecto. -JungKook tomó una profunda respiración, dándose cuenta que estaba a dos calles de su hogar y viendo por última vez al menor. YeonJun tenía su cabello, los tres hermanos lo tenían igual, y pareciera tener la barbilla puntiaguda que aveces podía definir y otras tantas solo era un borrón. Un borrón como el que vería siempre que él mismo se viera en un espejo, como el que se creó al ver a sus destinados.
-Soy defectuoso YeonJun y cuando antes lo aceptes de una vez mejor. -Se giró rumbo a su casa. -Yo ya lo acepté hace años.
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JaeBum entró a casa de sus padres cuando la noche ya había caído en Seúl. Su madre, que tenía a YeonJun durmiendo sobre su pecho, le sonrió de lado antes de señalar, con un gesto sencillo, que su hermano más pequeño había estado llorando. Jackson, su Omega y que venía a su espalda, le siguió tras saludar a su suegra con una pequeña reverencia.
