49. Masajes

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Matt Pov:


—Milly por favor, no te detengas—cierro los ojos dejándome llevar por las sensaciones.

Esto no era exactamente lo que tenía en mente al venir a la habitación pero si que me da placer.

Dejo escapar sonidos extraños, mientras que Milly masajea mi espalda.

Se siente demasiado bien, sus manos se deslizan por mi espalda, ha cubierto mi cuerpo en aceite, que huele muy bien por cierto, y sentada a horcajadas sobre mi espalda baja, me está dando el mejor masaje de la vida.

—¿Mejor?—pregunta con esa voz tan dulce.

—Me siento como si estuviera en el aire—ella se ríe ante mi respuesta—Creo que te dejaré tener  control más seguido.

—Estas loco si crees que solo te daré un masaje y ya—se rie—Date vuelta—me pide antes de bajar de mi cuerpo.

—Oh no—digo en tono gracioso fingiendo preocupación, me giro quedando boca arriba y la miro reírse.

—¿Qué pasa? ¿Mi señor tiene miedo?—se sube de nuevo a horcajadas sobre mí.

Su cabello rubio cae en ligeras hondas sobre su hombro, tiene ese sujetador de encaje azul, que resalta el color de sus ojos, aprieta sus pechos y deja ver ligeramente sus pezones rosados, pone sus manos suaves llenas de aceite sobre mi pecho, y solo su tacto mientras me mira con esa sonrisa llena de picardía me tiene a punto de enloquecer.

No sé sí tengo miedo, pero si sé que estoy puesto para ella, si lo que quiere es tenerme, pues soy todo suyo.

Nunca me había sentido tan entregado a alguien.

Y me encanta tener el control, pero me encanta ver a Milly complacida, quiero darle el mundo entero, y si ella me pide tener el control pues se lo concedo feliz.

—Miedo no, ganas sí—le devuelvo la sonrisa.

—Me alegra que tengas ganas, porque vamos a jugar un poco... ¿Si?—yo asiento, ella baja sus besos a mi pecho, mientras mueve sus caderas, adelante y atrás sobre mi entrepierna.

Estoy completamente duro, y ella solo lo hace más difícil de llevar.

Calma dragon, no es tu turno》

Me repito una y otra vez, para no ceder ante la desesperación.

—Cuando estabas de promoción tuve un sueño—comienza a hablarme, su voz me eriza la piel— y desde ese día, no he podido sacarme la idea de la cabeza.

—¿Qué soñaste?—ella sonríe.

—Ya lo vas a saber—besa mi barbilla antes de quedar sentada sobre mi de nuevo—Y no solo lo vas a saber, te lo voy a hacer vivir—se lleva la mano a la espalda y se desabrocha el sujetador, dejando sus hermosos pechos al descubierto.

Me ha dejado sin habla.

No sé ni qué decir.

No me hagas esto Milly

Soy consciente de que mi mirada no es nada pura, me la quiero comer, probarla, hacerla mía hasta que grite desesperada y no pretendo disimularlo.

La Casa Del Dragón | Milly Alcock & Matt SmithWhere stories live. Discover now