𝟬𝟬𝟮

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Sooool —una voz lejana que se oía como susurros hacía ecos en mi cabeza.

Me removí un poco y busqué al dueño de aquella voz pero todo estaba oscuro, intenté moverme pero no pude hacerlo y entonces supe que estaba soñando.

—¡Sol! —un susurro gritado me hizo abrir los ojos y me encontré con la carota de Nicolás a centímetros de la mía, Santiago ya estaba con un vaso de agua en la mano preparado por si no despertaba—. Dale, se nos hace tarde.

—Cinco minutos más —me quejé y empecé a patalear cuando Santiago me hizo cosquillas en la planta de los pies—, ¡Cortarla, no me gustan las cosquillas!

—Callate, vas a despertar a los nenes —susurró Nico entre risas y me ayudó a levantarme de la cama—. Cambiate que ya nos vamos, ahí Santi te guardó tostadas con manteca para el camino. Apurate así después vamos al súper y capaz que llegamos para llevar a los enanos al colegio.

Asentí con la cabeza y agarré un poco de ropa para salir de la pieza y meterme al baño, compartía habitación con mis cuatro hermanos y a decir verdad no había espacio para muchas cosas, habían dos camas cuchetas y después estaba la mía. Por ser la única mujer me habían dejado dormir sola y me habían dado el lugar más grande del Placard aunque al final terminaba metiendo ropa de los más chiquitos ahí.

Salí ya cambiada y con la cara lavada para abrir de vuelta el Placard para prepararles una muda de ropa a los nenes. Lo más seguro era que no íbamos a llegar así que les escribí una notita diciéndoles que había un poquito de guiso en la heladera, que lo tenían que calentar, que no sabía si llegaba y que los amaba.

Me había encargado de los más chiquitos desde que tenían cuatro años, mis papás trabajaban al igual que mis hermanos mayores así que yo me ocupaba de la crianza de los más chiquitos o bueno, al menos hacía que vayan al colegio y eso ya era un logro inmenso para dos varones que lo único que querían era irse a la calle para jugar a la pelota con sus amiguitos.

Me acerqué a la cucheta de los nenes y noté que Fede estaba que casi se caía al piso desde arriba, lo removí un poquito y abrió sus ojos somnoliento.

—Ya me voy amor, acomodate un poquito porfis —sin entender mucho, asintió balbuceando algo y se corrió para quedar más en medio y no caer. Les puse la alarma para que sonara a las diez de la mañana y tapé con las sábanas a Alejo.

Me causaba gracia cómo dormían mis hermanos, Alejo tenía la boca abierta con un hilito de baba saliendo de esta, Federico estaba todo despatarrado y mientras que uno se destapaba, el otro se tapaba hasta la frente.

Salí de la casa con mis dos hermanos mayores y me sentí con un poquito de culpa por dejar a los nenes solos, aunque seguramente una bomba podría explotar al lado de ellos y seguirían durmiendo porque así eran.

—¿Lula como anda? —le pregunté a Nico cuando nos sentamos en la parada del colectivo.

—Dice que te extraña, a veces pienso que está en una relación con vos y no conmigo —bromeó y reí—. Miralo, parece un zombie.

Señaló a Santi y automáticamente dirigí mi mirada a él, tenía los ojos bien abiertos y miraba un punto fijo. Dos bolsas decoraban su cara por debajo de sus ojos y tenía los labios fruncidos. Si no se hubiera removido para mirarnos, podría jurar que estaba durmiendo despierto.

—Tengo que ir a Palermo con Lula el finde, ¿Querés que venir y les compramos a los nenes las cosas ahí? —propuso Nico y negué con la cabeza.

—No, en Palermo está todo demasiado caro —suspiré un poco rendida—. Además quiero ir con los nenes así ellos se eligen lo que más les guste, es la primera vez que les puedo comprar útiles nuevos así que quiero que elijan ellos.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now