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Me desperté con un dolor de cabeza casi insoportable, pero aún así me alisté y a Oli para el partido de Argentina contra Polonia. Era el tercero y no me consideraba creyente de cábalas además de que me había olvidado de lavar la camiseta de Enzo, así que terminé poniéndome la de Julián y a Oli como siempre, la de su papá.

Llamé a mi mamá y cuando me atendió mi papá, esbocé una sonrisa nostálgica y me senté en la cama mientras que Oli terminaba su desayuno viendo hora de aventura.

—Hola, papi.

—Hola mi solcito hermosa, te extraño mucho.

Sentí un vacío en el pecho, ya no quería estar acá. No hay que malinterpretar las cosas, me había súper encariñado con Olivia y los chicos, pero extrañaba demasiado a mi familia, extrañaba mi casa.

—Yo también te extraño pa, y a los chicos.

Él hizo una mueca triste.

—Ale y Fede te extrañan mucho, ¿Sabés? Dejaron de jugar a la pelota, Santi y Nico también te extrañan pero ellos trabajan casi siempre y no me cuentan mucho. Sabes que le cuentan más cosas a tu mamá...

Fruncí el ceño preocupada y casi dejo de escuchar después de que mencionara lo de mis peques, ¿Por qué dejarían de jugar a la pelota? Era lo que ellos más amaban hacer, no me cabía en la cabeza la idea de que un día para el otro lo hayan dejado de hacer.

—Llamalos a los peques, quiero hablar con ellos.

Mi papá asintió con la cabeza y desapareció de la pantalla, segundos después volvió con mis cuatro hermanos y mi mamá. Los más grandes estaban bastante contentos, mientras que Federico y Alejo se veían más apagados que de costumbre.

—¡Hola Sol!

—Hola, ¿Cómo andan? —sonreí de forma inconsciente al verlos a todos.

—Extrañándote bastante —admitió Nico.

—¡Y emocionados por el partido! —Santi hizo un pequeño bailecito que me sacó una risa—. Ojo, esa casaca me gusta, ¿Es la de Julián?

—Sí, me la regaló él en persona y todo —me paré para que la puedan ver mejor—. Si quieren, después le pido de favor que me la firme y se las regalo cuando vuelva a casa.

—¡Sí!

—¿Y a ustedes qué les pasa que no me hablan? —les hablé a los más chiquitos—, ¿No me extrañan, no?, ¿Tan rápido se olvidaron de su hermana?

Federico empezó a llorar y Alejo se frotó varias veces los ojos con sus manitos, evitando hacer lo mismo que Fede.

—Hey, ¿Qué les pasa? —pregunté preocupada, y mamá suspiró.

—Dijiste que era poco tiempo —habló Federico enojado—. Dijiste que ibas a volver.

—Y voy a volver —aseguré—. Voy a volver...

—Te extraño mucho, Sol —ahora fue Ale quien habló, su tono de voz triste me rompió el corazón.

—Yo también los extraño, no veo la hora de volver a casa para verlos y abrazarlos muy muy fuerte —sentí que mis ojos se llenaron de lágrimas, así que rápido las limpié—. Papá me dijo que dejaron de jugar a la pelota, ¿Por qué?

—Porque no estás para vernos —soltó Fede—. Además, eso fue lo que te alejó de nosotros. No quiero jugar a la pelota si vos no estás acá.

—Pero chicos...

—No —me cortó Ale—. No nos viste jugar ni un solo partido, sos la que siempre nos llevaba a la canchita de tierra y ahora que estamos en una piola no nos podés ver. No quiero que Santiago o Nicolás vayan a vernos, yo quiero que vayas vos.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora