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Hice fuerza para cerrar la puerta y dejé caer las llaves arriba de una mesita. Noté un bolso en el sofá y la campera de Enzo sobre una silla, también los ruidos que provenían de la cocina.

—¿Hola? —me adentré a la cocina y ví a Enzo hablando con una chica que no llegué a reconocer, pero era hermosa—, ¿Todo bien chicos?

—Hola, soy Jazmín.

Miré con más detenimiento a la chica, tenía pelo castaño, ojos verdes y una sonrisa divina. Era muy hermosa.

—Hola linda, ¿Cómo estás? Yo soy Sol —me acerqué a ella para darle un beso en el cachete y un pequeño abrazo.

—Tenemos que hablar Sol.

El tono que Enzo había usado me desconcertó así que solo asentí con la cabeza y salí de la cocina atrás de él. No paró su caminata hasta llegar a mi habitación así que no me quedó más remedio que seguirlo sin mencionar ninguna palabra.

—La chica se llama Jaz —fue lo único que dijo.

—Sí, ya sé me acaba de decir. Es muy linda.

No me dijo nada, solo asintió sin mirarme.

—Y es la nueva niñera de Olivia.

—Genial, así nos podemos dividir el tiempo y nos ayudamos entre las dos y...

—No, Sol. Es la única nueva niñera de Olivia, porque vos estás despedida.

Fue como si un balde repleto de agua con hielos me cayera encima de la cabeza de golpe, miré a Enzo incrédula pero no encontré ni una pizca de diversión en su cara, no encontré ni siquiera su mirada porque no se atrevía a conectarla con la mía.

Parecía estar hablando en serio y me sentí devastada, antes habría dicho que me quedaba porque era trabajo y con la plata podía ayudar a mi familia a sustentarse. Pero ahora, ahora estaba demasiado encariñada con Olivia, amaba a esa nena, estaba confundida respecto a Enzo, quería a los chicos y creía que ellos también me querían a mi.

—¿Despedida?

—Sí, despedida —y por fin, me miró—. Ya te compré los pasajes y te vas a tener que apurar, porque tu vuelo sale en tres horas.

—Pero Enzo... —mi voz se quebró, igual que mi corazón—, no me voy a poder despedir de los chicos, ¿Y Oli?, ¿Dónde está Oli?

—Con Julián —dijo—. Deberías estar más contenta, ¿No? Se está solucionando tu error.

—¿De qué hablas Enzo?, ¿Por qué haces esto? Sabes que necesito el trabajo.

—No te debo ninguna explicación. Estás despedida y no hay nada más que decir.

Esto era a lo que me refería con decir que Enzo y yo no perteneciamos al mismo mundo, por un lado debería alegrarme de que me estaba yendo antes de que alguien saliera lastimado por mi culpa. Pero por otro lado, me sentía devastada. En este poco tiempo había conectado con todas las personas que tuve la suerte de conocer, ¿Y para qué? Nunca me había puesto a pensar que en algún momento yo me iba a tener que ir, y ellos se iban a olvidar de la chica que cuidaba a la hija de Enzo Fernández.

Sin tener el coraje de mirarlo a la cara y con la vista perdida en las cerámicas del suelo, asentí con la cabeza y fui directo al armario. Agarré el mismo bolso que usé para venir acá e intenté guardar todo lo que era mío, dejé las camisetas de Argentina en el ropero y me tragué las lágrimas.

No me di vuelta cuando Enzo dijo mi nombre, porque tenía miedo de que dijese algo que pudiera lastimarme aún más. Ojalá la vida me pueda dar la oportunidad de cruzarme con las maravillosas personas que conocí en algún otro futuro, ojalá ya no me dé miedo dejar entrar personas nuevas a mi vida.

—Chau linda, que tengas mucha suerte y estuve encantada de conocerte —con la voz cortada y el pecho en la boca, me acerqué para saludar a la nueva chica.

Miré las llaves de lo que había adoptado como mi hogar arriba de la mesita y suspiré antes de salir por la puerta y abandonar el edificio casi corriendo.

Siempre me había considerado alguien optimista y decía que todo pasaba por algo, que nuestro futuro ya estaba escrito y sea bueno o malo, era por algo. Siempre fui soñadora, intentaba justificar todo lo malo que nos pasaba para que nadie perdiera las esperanzas.

Siempre había intentado ser la mejor versión de mi para poder enorgullecer a mi familia, sabía que la vida nos iba a recompensar de la manera más linda y tal vez, de la más inesperada también. Intenté que mis hermanos nunca perdieran las esperanzas de salir adelante, porque si perdemos las esperanzas, entonces estamos muertos.

Todos me dicen que le hago honor a mi nombre y nunca entendí por qué hasta hoy, el Sol ilumina y da esperanza antes de que la noche llegué, o te saca el miedo de quedarte en la oscuridad. Pero cuando miras demasiado al sol, o cuando el sol se te acerca demasiado, te lastima.

—Hola, ¿Ya salió el vuelo a Argentina?

—No, llega justo. Que ironía, todos vienen de Argentina a ver el mundial y usted quiere ir para allá —rió la mujer.

—Extraño mi casa.

Y aunque fuese egoísta, estaba feliz de volver. Volver a mi vida normal, volver a mi casa, a ver los partidos de mis hermanos menores y a escuchar los sermones de mis hermanos mayores y sobreproctores. A comer los guisos de mamá, y a recomendarle libros a papá.

Pero era bastante contradictorio que la imagen de Enzo no se borre de mi cabeza, incluso cuando subí al avión tuve la esperanza de que él apareciera en el aeropuerto a pedirme que no me fuera como en las películas de comedia romántica, que me quede con él y con Olivia.

Porque soy soñadora, incluso cuando el avión despegó tuve la esperanza de recibir mensajes suyos cuando llegue al aeropuerto.

Porque soy soñadora, su dulce sonrisita compradora apareció como una luz en mis sueños.

Porque soy soñadora, pensé que nos volveríamos a ver en algún momento.

Porque soy soñadora...

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα