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Me miré al espejo y sonreí, había intentado arreglarme lo mejor posible para así levantarme un poquito el ánimo. Tenía una noticia para darles a los chicos, y mis hermanos más grandes habían dicho que tenían una noticia para nosotros también.

Ayudé a mi mamá a levantar la mesa y desde la cocina ví como los chicos se preparaban para jugar un truco con papá. Todos se miraban como si se desconocieran, me causaba bastante gracia verlos jugar.

Mamá y yo volvimos a la mesa con un bowl lleno de duraznos y bowls más pequeños, los enanos hicieron caras de asco, porque ellos querían comer helado pero mamá los había castigado por ponerse a saltar en su cama y romperla.

—Primero la sorpresa, después jugamos —declaró Nicolás.

Mamá y yo aprovechamos para sentarnos en la mesa, como siempre yo estaba entre medio de Nico y Santi, sino se peleaban en plena comida.

—Bueno, como sabrán con el taller nos está yendo demasiado bien y ganamos bastante —empezó Santi—. Así que por eso y por todo este tema del mundial y de que si pasamos este partido llegamos a la final... ¡Nos vamos a Qatar!

Nadie dijo nada por unos momentos, papá empezó a reír y repartió las cartas del truco mientras mamá se ponía a servir los duraznos.

—¿No les gusta la idea? Nos vamos a Qatar.

—Sí, y yo tengo pelo —se burló papá.

—Pero es verdad —volvió a decir Nico.

Después de esas tres palabras, el griterío de emoción se desató como un caos en casa. Mamá se había puesto a llorar al igual que papá, los enanos gritaban y corrían para todos lados, y los más grandes saltaban como si no hubieran sabido todo lo que ellos mismos habían organizado.

—¡Nos vamos a Qatar! —gritó papá conmocionado y se acercó para darnos un enorme abrazo entre lágrimas.

—El problema es que nos vamos mañana —habló rápido Santiago—. Es el único vuelo que conseguimos.

Los miré incrédula, no terminaba de asombrarme el hecho de saber que hasta hace unos meses, a penas teníamos para comer y hoy nos estábamos yendo a Qatar.

Al fin y al cabo, sí había sido el plan de Dios.

—Sol, te llaman —avisó Santi.

—¿Quién?

—No sé, no está registrado.

Agarré el teléfono de mi hermano y me encaminé a la cocina para huir de los griteríos de mi familia, los escuchaba llorar incluso desde la cocina.

—¿Hola?

Escuché una tos del otro lado de la línea.

—Hola Rubia, ¿Cómo estás?

—Hola, bien. Perdón pero, ¿Quien habla?

—¿Borraste mi número?

Escuché su suave risa, pero aún así no pude reconocer la voz.

—Es que el teléfono no es mío pero ya estoy por comprar otro, disculpame.

—No pasa nada, solcito.

Fruncí el ceño confundida.

—¿Me podés decir quién sos, por favor?

—Soy Enzo.

Mi confusión incrementó al doble cuando lo escuché, no comprendía el porqué de su llamada. Es más, había llegado a pensar que ni siquiera quería volver a saber más nada de mi.

—Hola Enzo, ¿Cómo estás?

—Me entristece saber que borraste mi número.

—Perdón, tuve que devolverle el teléfono a mi hermano. Si no te jode que te pregunte, ¿Por qué me llamaste?

—Te olvidaste un cartel acá, estás vos con tus hermanos y hay una carta también. Te llamaba porque capaz es importante para vos.

Me quise morir cuando descubrí que había olvidado el cartel que los peques me dieron en el aeropuerto el día que me fui, en su momento no me había percatado de que estaba en el hotel, tampoco me había tomado el tiempo de buscarlo o de chequear lo que había podido llegar a olvidar.

—Sí, me lo hicieron mis hermanitos cuando me fui pero no pasa nada. Ya los tengo acá conmigo así que estoy feliz.

—Te lo llevo si querés.

—No, no hace falta.

No dijo nada por unos segundos, y contemplé la opción de cortar la llamada porque no me estaba sintiendo para nada cómoda.

—Necesito que vuelvas, Sol.

—¿Perdón?

—Quiero que vuelvas, Oli te necesita. Hubo un problema ayer y no se que hacer, no confío en nadie.

—¿Qué pasó?, ¿Oli está bien? —pregunté preocupada.

—La internaron, la niñera que la estaba cuidando no le hizo caso y se tragó una moneda. Ya eché a Jazmin, pero me da miedo que le pase algo a mi hija.

—Ay, ¿Cómo está la bebé ahora?, ¿Es grave?

—No, ya está conmigo pero no tengo con quien dejarla.

—Bueno... Pero con una condición.

—Lo que sea.

—Yo voy a ir a Qatar con mi familia y la puedo cuidar como un favor, no quiero que me pagues nada Enzo. Yo a Oli la adoro y no me molesta en lo más mínimo estar con ella.

—Algo tengo que pagarte.

—No lo hago por plata, me preocupa el bienestar de Olivia. Hace como que soy tu amiga y te la cuido de corazón, ella se puede quedar conmigo y mi familia hasta que vos termines tus entrenamientos.

—Gracias, Sol.

Corté la llamada y me devolví al comedor con mi familia, ahora estaban más tranquilos y hablaban de cómo íbamos a hacer para que los chicos puedan jugar en river. De alguna u otra forma había logrado convencer a mi familia de irme yo con ellos, pero todavía no le habían dado la noticia a los enanos porque de esa parte me tenía que encargar yo.

—Bueno, cerrando con las buenas noticias —hablé, llamando la atención de todos—. Quiero anunciar que me voy a mudar.

La cara de los más chiquitos fue un poema total, los demás ya sabían todo porque ellos fueron los que intentaron persuadirme de quedarme en casa.

—¿Cómo que te vas a mudar? Si recién llegas —empezó Fede, quien ahora tenía una expresión de enojo.

—¿Te vas a mudar muy lejos?, ¿te vamos a seguir viendo?

—Sí, me voy a mudar muy lejos —confesé con fingida tristeza—. Y obvio que me van a seguir viendo, si se van a ir conmigo.

—Ah bueno —dijo Fede de lo más tranquilo—, ¡¿QUÉ?!

—Que se van a Núñez —respondió Santi divertido.

—¡VAMOS A JUGAR EN RIVER!

—¡Y NOS VAMOS A IR A QATAR!

—¡CALLATE ALEJO, VAMOS A JUGAR EN RIVER!

—Chicos no griten —reí.

—Vamos a jugar en river Sol —los dos corrieron a abrazarme y Vi a mi mamá lagrimear mientras mi papá la abrazaba, así que no pude evitar sonreír.

—Y todo gracias a Sol —soltó Nico.

—Nada que ver, es con esfuerzo de todos.

Y ahora estábamos mejor que nunca.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now