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Era hoy. El segundo partido de Argentina se disputaba en Doha y el sol estaba matándome incluso desde adentro de la habitación del hotel, Oli y yo ya estábamos listas, ambas con la camiseta de Enzo y unos shorts de jean.

Le había hecho dos colitas porque habíamos salido a comprar para desayunar y vio unos moñitos celestes para el pelo que le encantaron, así que no me pude negar a comprarselos cuando me los pidió. Además le quedaban preciosos así que yo lo tenía como una buena compra.

Mi teléfono vibró y dejé el peine de lado cuando ví que era mi mamá, los chicos me estaban haciendo videollamada y yo estaba más que emocionada. Dejando de lado el partido, hace días no podía coincidir con mi familia para hablar por teléfono, con esto de los cambios horarios era súper difícil encontrar un momento en el que todos estemos disponibles.

La pantalla se iluminó con la cara de mi mamá, reí al ver que estaba demasiado cerca del teléfono y detrás de ella estaban mis dos hermanos mayores. Todos tenían pintada una banderita de Argentina en el cachete y ya tenían puestas sus camisetas de la selección, de fondo se veía cómo la tele estaba puesta en el canal siete para poder ver el partido por la tv pública.

—¡Hola, mi solcito hermoso! —saludó mi mamá, aún demasiado cerca del teléfono y demasiado fuerte.

—Ma, alejate un toque así nosotros también podemos verla —pidió Santi impaciente.

—Hola familia —saludé emocionada y Oli movió sus manitos contenta.

—¡Ay que linda!, ¿Esa es la nena que cuidas? —volvió a preguntar mi mamá, sin hacerle caso a mi hermano.

—Dale ma, no seas mala. Nosotros también la queremos ver.

Se vio todo movido por unos segundos, supuse que se estarían tironeando el teléfono para que todos pudieran verse y lo confirmé cuando hasta Alejo y Federico aparecieron en pantalla.

—¡Hola, mis bebés! —saludé a mis hermanitos, más emocionada que a los demás.

Olivia pareció entender a la perfección lo que dije, porque me miró como si hubiera cometido la más alta de las traiciones y amagó con cortar la llamada pero la distraje con una pelotita. Nicolás, Santiago y mi mamá me miraban de igual manera, mientras que Alejo y Federico estaban sonrientes.

—¿Tenés que ir al partido ahora? —preguntó Ale y asentí.

—Estamos esperando que nos vengan a buscar, ¿Ustedes ya están preparados para verlo?

—Mamá hizo una picada y estamos esperando que papá venga del trabajo.

—Que ricooo, ¿Y cómo están?, ¿Las cosas en el club cómo van?

—¡Nos llamaron para Banfield! —dijo rápido Federico y casi me caigo de la silla por el asombro.

—¿En serio?, ¡Que bien!

—Les estábamos diciendo que eso lo tienen que decir con vos —informó Santi e hice una mueca.

—Si quieren aceptar, acepten. Yo los voy a apoyar sea la decisión que tomen —sonreí a mis hermanitos y ellos parecían medio decaídos—, ¿Y esas caritas?

—Es que nosotros queríamos jugar en river —explicó Ale.

—Bueno, pero quién dice y después de jugar en Banfield los llaman para river. Este es un paso enorme.

—Eso mismo les dijo tu papá —rió mamá y yo sonreí, supuse que les diría algo así.

—Bueno, ¿y el taller cómo va?

—¡Super bien! Ya compramos todo y no sabes la cantidad de clientes que nos están llegando. Estamos veinticuatro horas repletos de gente —me informó Nico con una enorme sonrisa de emoción—. Y es todo gracias a vos.

—Es todo gracias al sacrificio que los dos hicieron durante tantos años —corregí orgullosa—. Bueno, los dejo porque ya están tocando la puerta así que supongo que nos tenemos que ir. Los amo y los voy a llamar más tarde.

Agarré el bolso un poco distraída y abrí la puerta encontrándome con Gustavo, no podía pasar por alto lo mucho que extrañaba a mi familia y negar que no me ponía bastante mal tener que hablarles por teléfono, era una pérdida de tiempo.

Además soy muy mala mentirosa.

—Hola, sol —saludó Gustavo cuando me senté en los asientos traseros del auto con la bebé.

—Hola, Gus.

Lo que siguió del viaje fue la radio, no hablamos casi nada y yo me mantuve bastante inmersa en mis pensamientos. Se me estaba haciendo cada día más difícil la distancia, extrañaba mucho mi casa y a mis hermanos. Y a pesar de que la estaba pasando increíble y que me había encariñado demasiado con Oli, no veía la hora de estar con mi familia de nuevo.

Llegamos bastante justas de tiempo en cuanto al partido, Gustavo se había encargado de llevar a casi todos los demás así que estaba bastante exhausto y lo entendía a la perfección, pero estaba contento porque iba a ver el partido después de todo.

Estuve todo el partido prestando bastante atención y calmando a Oli por los fuertes ruidos que hacía la tribuna, hasta que le conseguí protecciones para sus oídos y una bolsita de pochoclos.

Me entretuve bastante viendo el partido pero sin duda mi parte favorita fue el segundo tiempo, cuando Julián y Enzo entraron dió todo un giro rotundo.

Y cuando menos lo esperaba, Enzo Fernández había metido un gol. Y nos estaba señalando a mi y a Olivia...bueno, creo que solo a Olivia.

Evité gritar por la bebé, no sabía cómo funcionaban esos auriculares raros y me daba miedo asustarla con algún grito. Pero si aplaudí bastante emocionada y me abracé con varias personas cuando el partido terminó victorioso para Argentina.

Sabía que los chicos iban a reunir fuerzas, había visto bastantes artículos en los que se los atacaba y esperaba que ellos no los hubieran leído como yo. De todos modos, si lo hubieran hecho, hoy demostraron ser mejor que todos los que los criticaron y llenaron de orgullo a un país entero.

Los festejos eran algo hermoso de admirar, el estadio se llenó de humo celeste y blanco para nada molesto, que la hinchada había puesto. Supuse que sería con alguno de esos tubos de humo, no encontraba otra explicación.

Vi a una nena con la camiseta de México llorar en los brazos de su mamá, que también lloraba, y se me encogió el corazón. No sabía si se tomarían a mal que me acercara a ellas, pero de todos modos lo hice con la mejor sonrisa amable que pude esbozar.

—Hola —hablé suave, captando la atención de ambas.

—¿Qué?, ¿Vienes a burlarte de nosotros? —dijo la mujer a la defensiva y di un paso hacia atrás, tapando a Olivia con mis brazos.

—Ah..no —dije rápido y me puse nerviosa por alguna razón—. Quería felicitarlas, México jugó muy bien y espero que se sientan orgullosas de su país.

—¿De qué hablas?

—Me sentí orgullosa de Argentina incluso cuando perdieron contra Arabia —expliqué, volviendo a esbozar una sonrisa—. No importa el triunfo o la derrota, ellos están para representar a nuestros países y al amor que sentimos por los mismos. Estoy segura de que amas a tu país y de que vas a estar orgullosa de decir que sos mexicana, ganes o pierdas.

—Lo estoy, ambas lo estamos —sonrió un poco y limpió sus lágrimas.

—Me alegra mucho, tengan fé. Nunca sabes cuándo te pueden sorprender —apunté a la cancha, haciendo referencia al triunfo que nos tomó por sopresa a todos los argentinos—. Ellos no te quieren fallar.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora