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Desperté con un dolor de cabeza insoportable, sentía que un hombrecito albañil me estaba martillado el cerebro.

Giré mi cabeza y me encontré con Enzo durmiendo sentado en los pies de mi cama, se había llevado una silla y tenía toallas en sus manos. Al lado de mi cama había un balde con vómito e hice una mueca de asco, me levanté y me sentí medio mareada.

Fui a sacarle las toallas a Enzo y le noté que estaban llenas de maquillaje corrido, que supuse sería mío. Lo ví dormir tranquilamente a pesar de no estar en una posición muy cómoda y sonreí enternecida, agarré el balde y llevé todo al baño para poner a limpiar y darme una ducha con agua fría, tal vez así se me iba a pasar el dolor de cabeza.

Habré estado una hora en el agua hasta que sentí mi cuerpo tiritar del frío y salí de la ducha, cambiándome rápidamente en el baño y lavandome los dientes. Cuando volví a mi habitación, noté que Enzo ya no estaba así que agarré mi teléfono y bajé a la cocina. De inmediato cerré los ojos con fuerza cuando la luz me pegó en la cara y el dolor de cabeza volvió.

—Buen día —murmuré con fiaca.

—Buen día sol.

—Mhm, huelo malas vibras —el dibu se tapó la nariz fingiendo oler algo feo y me hizo sonreír—. Me parece que te tenés que hacer una limpieza urgente.

—¿Cómo dormiste? —preguntó Enzo después de agradecerle a mi mamá por una taza de café.

—Bien —murmuré en voz baja.

Me senté al lado de alejo y Federico, los dos estaban pegando figuritas en el nuevo álbum que les había comprado. Al parecer Gustavo lo había traído cuando yo estaba durmiendo, pero me hice un recordatorio mental de agradecerle después por el favor.

Todos comimos en silencio, por supuesto que no pasaron por alto las miraditas cómplices que se tiraban mis hermanos mayores. O el cómo mi papá me miraba fijamente y su mirada después viajaba a Enzo.

—¿Durmieron juntos? —preguntó Santiago de forma directa y sentí que me ahogaba con el te.

—Ojalá —murmuró Enzo en forma de chiste—. No, no dormimos juntos.

Nico y Santi se volvieron a mirar entre ellos y yo decidí ignorarlos para mirada a los más chiquitos que todavía jugaban con el álbum pero paraban la oreja a nuestra conversación.

—¿Están emocionados por volver a casa? —pregunté con una sonrisita mientras acariciaba el pelo de Fede.

—¿Vemos a Messi dos veces por semana y nos preguntas si queremos volver a casa? —dijo Ale, haciendo reír a mamá.

—Pero van a volver a casa como jugadores de river, pero si ya no quieren...—comenté al aire y escuché un golpe, Fede había soltado el álbum arriba de la mesa y cayó arriba de su plato.

—¡Es verdad!, ¡me había olvidado!

Eso les dió cuerda para hablar entre ellos de como creían que sería la pensión de river, de si estudiarían en la escuela de river, de que querían piezas solas y de que iban a conocer a gallardo.

—Hoy Mateo nos invitó a un fulbito —dijo Fede emocionado.

—¿Mateo? —fruncí el ceño.

—¡Mateo Messi! Vamos a jugar con los hijos de Messi.

Ellos siguieron hablando entre ellos sobre fútbol y me ignoraron por completo, yo solamente reí y comí en silencio. Sentía las miradas del dibu y Julián, al parecer se habían quedado a dormir también. Julián porque estaba demasiado borracho como para volver al predio, lo matarían, y el dibu se quedó para cuidar a Julián porque pensó que Enzo se había ido.

—Bueno, yo ya me voy a ir yendo para buscar a Oli —anunció Enzo.

Se levantó de la mesa y me levanté con él para acompañarlo a la puerta. Cuando llegamos ahí, Enzo se acercó a mi y me dió un sonoro beso en el cachete.

—Gracias por cuidarme —le sonreí agradecida y toqué su hombro con cuidado.

—Rubia, me volves a sonreír así y me voy a ver en la obligación de partirte la boca de un beso —advirtió divertido—. No me tenés que agradecer, sol. Si lo hice es porque te quiero y porque ni en pedo te dejaba sola en una situación así.

—Gracias, Posta.

Él me dedicó una de sus blancas y brillantes sonrisas, sus ojitos se achinaron y sentí que moría de ternura.

—Bueno, te veo más tarde supongo. Porque tengo que ir a buscar a Oli y me imagino que los enanos te van a pedir que los acompañes a jugar a la pelota —comentó bastante convencido.

—Bueno dale Enzo, nos vemos —él asintió y se fue, cerré la puerta y me quedé unos segundos parada ahí con el ceño fruncido.

Después volví a la mesa y noté que ya estaban todos en el living chusmeando o en el caso de mis hermanos mayores y los dos futbolistas de la selección, jugando al truco. Me sorprendió que mamá haya dejado que quede todo el desastre en la mesa y empecé a acomodar y llevar los utensilios sucios a la cocina.

Lavé los platos mientras escuchaba cómo Santiago peleaba con Julián por no haber podido coordinar bien su jugada o por no haber entendido bien las señas que le hacía, cuando ya estuvo todo limpio volví al living y ví que mis papás estaban viendo son como niños mientras ignoraban por completo la pelea de los cuatro adultos.

—Hasta en la cocina se escuchan sus gritos che —hablé amistosa y me senté entre Julián y Santiago, el cordobés casi de forma automática puso una mano en mi cintura y se acostó en mi hombro mientras sin querer me mostraba las cartas.

—¿Querés jugar? —me preguntó Nico.

—No se jugar, soy malísima mintiendo.

—Soltala a la nena —le dijo el dibu a Julián, y Juli solamente se rió y sin verlo, podría afirmar que se sonrojó.

—¿Quien va ganando? —pregunté interesada.

—Ninguno, si son todos re mamis —se burló mi papá desde el otro sillón, dónde abrazaba a mi mamá y paraba la oreja.

—Callate vos, pelado botón —escuché decir al dibu, y después escuché las carcajadas de mis hermanos—. Con todo respeto Juanito.

—Me estás poniendo los pelos de punta Emiliano —respondió mi papá con un tono de voz serio, y todos volvieron a reírse menos mi mamá que lo miraba con esas miradas de "¿Otra vez?"

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Место, где живут истории. Откройте их для себя