𝟬𝟬𝟵

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Me había levantado mas temprano de lo usual, estaba bastante emocionada con la idea de cuidar a más nenes chiquitos. Me preguntaba cómo serían, si se portarían bien, si serían buenos, si yo les caería bien.

Eso es muy importante, caerles bien. A muchas personas les caigo mal y ni siquiera sé por qué, con frecuencia suelen tratarme mal así que no les tomo mucha importancia, mi hermano siempre me dice que no a todos les podés caer bien y que no voy a morirme por eso. Aunque no me resulta algo tan lindo saber que le caigo mal a alguien, en Qatar nadie me había tratado mal y la mayoría de personas que conocía me caían bien, pero no conocía a sus mujeres y no sabía cómo ellas me recibirían.

Mucho menos conocía a sus hijos, estaba segura de que serían muy buenas personas. Sus papás lo eran, me habían tratado bien desde el primer día que llegué y eso me ayudó bastante para adaptarme a todo este cambio en mi vida.

—¿Lista Oli? —miré a la bebé con una sonrisa y ella asintió, tenía un osito de peluche en su mano así que la alcé a upa.

Había estado intentando sacarla un poco de las pantallas y la tecnología, obviamente primero lo consulté con su padre, no me gustaría hacer nada sin su consentimiento.
Sacaba a Oli al parque para que pudiera convivir con otros nenes de su edad, así no pasaría tanto tiempo con aparatos tecnológicos y podría disfrutar del mundo real. Así como yo lo había hecho de chiquita, como Enzo lo había hecho y seguramente como la mamá de Oli lo había hecho.

La mamá de Oli, no sabía nada de ella. Solo sabía que se llamaba Valentina porque a Enzo se le había escapado en una conversación, después no me quiso decir más nada y tampoco indagué en el tema. Seguramente estaban separados y todavía era una herida abierta para Enzo, no quería entrometerme en su vida privada.

Como siempre, Gustavo pasó a buscarnos a Oli y a mi. Agradecí que lo hiciera porque todavía no sabía manejarme muy bien con los transportes públicos de Doha y me daba muchísimo miedo perderme, no conozco el idioma y a veces me da mucha vergüenza preguntar alguna que otra cosa, aunque no debería.

Cuando llegamos al hotel en el que debería quedarme por esta noche con Oli, noté que era muchísimo más lujoso que el nuestro y eso me tomó por sorpresa. No sabía que podrían haber lugares más lujosos todavía pero este país no dejaba de sorprenderme, ví a varias chicas lindas y jóvenes sentadas en un gran sofá. Hablaban, reían, comían... Aunque cuando me vieron, dejaron de hacerlo y eso me puso los nervios de punta.

—¡Hola! —saludó la primera, era una hermosa chica de pelo negro y hermosos ojos verdes. Sus cejas eran raras, pero me encantaban—. Soy Oriana, es un gusto conocerte linda.

—Me llamo Sol —me presenté un poco tímida.

—Hola Sol, Enzo y Julián nos hablaron mucho de vos —habló otra, era una hermosa chica de tez canela. La conocía, era Antonela Roccuzzo—. Soy Antonela pero me podés decir Anto, te quiero agradecer por acceder a cuidar a los nenes esta noche.

—No se preocupe, no tengo problema en hacerlo —sonreí.

—Tenés el espíritu de Valen —dijo otra chica con melancolía, esta era rubia.

—¿Disculpe? —pregunté confundida.

—Ay linda, no hace falta que nos hables de usted —me sonrió Anto—. Vení, sentate acá con nosotras si querés.

Dudé un poquito pero después me miré desde afuera y sí, estaba parada frente a varias mujeres hermosas que me estaban tratando súper bien. Y tenía a Oli en mis brazos, la verdad era que ya se me estaban empezando a cansar así que me senté al lado de Oriana.

—Valen era la mamá de Olivia —me explicó la misma chica rubia—. Siempre fue una persona muy buena, por lo poco que nos dejó ver. Nunca llegamos a conocerla del todo, pero transmitía un aura muy linda.

—Igual que vos —sonrió Oriana—. Transmitís paz, Paulo no se equivocaba.

Sentí bastante vergüenza, saber que los chicos habían hablado de mi con sus parejas y que yo a penas ayer me había podido aprender sus nombres me hacía sentir bastante mal.

—Contanos de vos —pidió Anto bastante interesada, cuando llegué ella estaba con su teléfono y ahora lo había dejado de lado—, ¿De dónde sos?

—Bueno... Soy de Buenos Aires, tengo cuatro hermanos y soy la única chica en casa, soy la hermana del medio —comenté bajo la atenta mirada de todas, no sabía que más decirles.

—¿Y cómo terminaste siendo niñera de Oli?

—Necesitaba el trabajo y una amiga me anotó en una agencia de niñeras —recordé con una sonrisa—. No supe que iba a ser niñera de Oli hasta que llegué acá.

—Supongo que no estudias —Anto no pareció juzgarme por eso, solo intentaba entenderme—, ¿Hay algo a lo que quisieras dedicarte?

—En casa creaba programas para estudiantes —me encogí de hombros—. También me gusta cantar, pero no espero llegar a algo con eso.

—¿Y por qué no? Yo soy cantante —sonrió otra vez Oriana, tenía una sonrisa muy linda—. Tini también es cantante, hoy no pudo venir pero cuando venga, te la presento y te podemos ayudar si querés.

—No me gustaría aprovecharme —me negué, avergonzada.

—No es aprovecharse si nosotras te lo ofrecemos —respondió rápido y me sentí bastante cohibida. Tenía mucho miedo, pero miedo a decepcionarlas, así que me arrepentía de haberles contado eso—. Imaginate que te podamos ayudar y que en un futuro vos seas la mayor cantante de la historia Argentina, ¿Sabés lo orgullosa que yo me sentiría al saber que fui participe?

—Me imagino que mucho —asentí y ella igual.

—Muchísimo.

—Bueno che, dejen a la pobre chica en paz —habló por primera vez otra chica rubia, igual de linda que todas las demás—. Yo soy Agus y cualquier cosa que necesites me la podés pedir a mi o a ellas, les caiste bastante bien.

—Ustedes también me cayeron bien a mi —dije sincera.

Los jugadores empezaron a llegar y cada cual se fue con su respectiva pareja después de saludarme, todos lo habían hecho excepto Enzo y Julián. Ellos dos se habían quedado al lado mío jugando con Oli.

—¿Cómo te sentís? —me preguntó Enzo con dulzura en voz baja—. Estás pálida.

—Estoy un poco nerviosa —confesé y Juli me miró con una sonrisa muy linda.

—¿Estás segura de que no querés que me quede para ayudarte? —volvió a preguntar Enzo.

—No, tranquilo —sonreí para inspirarle confianza—. Anda a disfrutar con todos los demás, se lo re merecen.

—¿Por qué? No ganamos nada —dijo Juli un poco desanimado, había estado así desde el partido contra Arabia.

—Los quiero escuchar decir eso cuando salgan campeones del mundo —levanté mis cejas entusiasmada y los hice sonreír a ambos—. Trabajaron muy duro, ganen o pierdan un partido, se merecen darse un respiro y salir a disfrutar. Chicos, ustedes también son humanos.

—Vos no lo sos, humana —sonrió Enzo y no comprendí lo que dijo—. Vos sos un ángel.

—Yo solo soy una niñera —levanté mis dos brazos en modo de chiste y los tres reímos.

—Y una profesora de inglés —agregó Julián.

—Bueno Sol, ya nos vamos —Anto se acercó a mi y puso sus manos sobre mis hombros con una sonrisa—. Cualquier cosa podés llamarnos, ya te dejé mi número y el de Leo. Si los chicos te dan mucho trabajo, nos llamas y volvemos.

—Tranquila Anto, todo va a estar bien —sonreí y ella me dió un cortito abrazo antes de que todos se despidan.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora