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Enzo.

Tuve que haberle dicho que yo la necesitaba más que Oli, que la extrañaba más de lo que pensé que iba a extrañar a la niñera de mi hija. Tuve que haberle dicho que no podía hacer como que era mi amiga, porque ella era mucho más que eso para mí.

Miré a Olivia y no pude evitar sonreír al recordar lo que Sol me había dicho, ella no quería mi plata y ya no lo veía como un trabajo. Ella de verdad quería a Oli y se preocupaba porque esté bien, muchas veces me di cuenta de lo mucho que Oli extrañaba a Sol.

Y fui semejante pelotudo al separarlas de la forma en la que lo hice.

Vi a Julián, Emiliano y Paulo salir campantes con bolsas en sus manos y miradas cómplices. Fruncí el ceño y alcé a Oli para poder acercarme a ellos.

—¿Qué hacen? —pregunté y los tres se dieron vuelta como si alguien los hubiese agarrado infragantis.

—¿Qué te importa?

—Vamos a buscar a Sol.

El dibu y Julián habían hablado al mismo tiempo. Mientras que Emiliano tenía un tono bastante defensivo, Julián me hablaba con la tranquilidad tan característica en él. Hasta parecía que solo se iba a la panadería a comprar una docena de facturas.

—¿Puedo ir? —volví a preguntar.

—No.

—No.

—Tomatelas.

Esta vez parecía que los tres se habían puesto de acuerdo.

Así que público difícil.

—Voy a ir igual, y si no me llevan los mando al muere con Lionel. Corta.

Me miraron peor de lo que habitualmente hacían, pero no les quedó otra más que acceder. Llevé a Oli conmigo y los cinco nos subimos a una camioneta que la verdad no tenía idea de dónde me llevaba, pero sabía que iba a terminar con Sol y digamos que eso me tranquilizaba bastante.

—¿Al aeropuerto? —pregunté después de media hora de viaje.

—No, a la panadería —respondió Oriana en un tono bastante sarcástico. Quise responderle algo peor, pero estaba de suficiente buen humor como hasta para aguantarla a ella.

Bajamos en el aeropuerto y cuando me percaté de que no había traído nada para camuflarme, noté que a ellos les chupaba tres huevos mientras caminaban como si nada. Pude notar más que nada el entusiasmo en Oriana y en Emiliano, Julián iba serio y Paulo se iba comiendo las uñas como un nene chiquito.

A penas pisamos el aeropuerto, las cuatro personas que se supone que venían conmigo desaparecieron. Ni siquiera me di cuenta de que se habían ido, estaba todo llenísimo de gente y no podía reconocer a nadie. Varios se acercaban para pedirme fotos y me tuve que negar todas las veces, porque llevaba a Olivia a upa y no quería exponerla.

Me sentí bastante desorientado hasta que escuché varios gritos de chicos y entré en pánico, intenté seguir los gritos y ví a cuatro personas. Dos eran de unos veinticinco años, y dos de unos diez o menos.

Pude divisar a mis amigos entre ellos, Julián abrazaba a dos nenes chiquitos y Paulo hablaba con los más grandes mientras que el dibu se hacía el boludo al otro lado del escándalo.

Fueron dos segundos rápidos en los que Julián se separó de los nenes y salió corriendo, lo ví cargar a algo y no tuve que mirar dos veces para saber que se trataba de ella. La estaba alzando a upa mientras besaba su cabeza y parecían una pareja enamorada que se volvía a ver después de unas largas vacaciones.

Estaba incluso más hermosa de lo que podía recordarla, su pelo rubio caía hasta su cintura, sus pecas se distinguían a la perfección y sus ojos brillaban de una manera espectacular. Su sonrisa estaba iluminando todo el aeropuerto entero y no pude evitar sonreír también, no podía creer como alguien podía ser tan perfecta.

Entonces caí en cuenta. Sus ojos brillaban, sí, pero porque estaba viendo a alguien. Su sonrisa era enorme y expresaba felicidad, porque estaba con alguien. Sus gestos amorosos iban para alguien más.

Y esa persona era Julián.

El amor en sus ojos era para Julián, la sonrisa hermosa que me había contagiado en instantes la había causado Julián. No yo.

Entonces supe que se estaba por librar una batalla que yo ya había perdido incluso antes de empezar.

—¡Sol!

El grito de mi hija me hizo volver a la realidad y me acerqué lo más rápido que pude al grupo de personas, incluso cuando creí que esa sonrisa iba a ser para mí, el abrazo fue para Olivia.

—¡Hola mi bebé! —la escuché decir. Y esa voz llena de paz, esta vez me dió ganas de llorar.

Julián tenía sus manos alrededor de la cintura de Sol cuando ella alzó a upa a mi hija y se acercó para darme un beso en el cachete, forcé una sonrisa y me obligué a mirarla a los ojos. Sentí que había descubierto todos mis secretos en cuestión de segundos, que con esa mirada ya sabía todo lo que estaba pasando por mi cabeza.

Y sentí tanto miedo de que se enamore de Julián.

Sentí tanto miedo de odiar a mi mejor amigo.

—Gracias por traerla Enzo —una vez más, me habló a mi. Y una vez más, no le pude contestar.

Los que supuse que serían sus hermanos se acercaron a mi bastante temblorosos y me puse a su altura con una sonrisa.

—¿Ustedes son los futbolistas? —pregunté simpático, y ellos asintieron—. Me llamo Enzo.

—Yo soy Alejo.

—Y yo Federico.

—Su hermana me habló muchísimo de ustedes.

Miré a Sol y ella ni siquiera se percató, estaba jugando con Olivia y hablando con Julián. Estaba tan feliz que mi corazón sonó con un triste crack, como una lenta y tortuosa rotura.

Me había pasado cada noche preguntándome si ella sabía lo mucho que yo la amaba, me había estado maquinado sobre la posibilidad de que esto pasara.

El día brillaba con su presencia y parecía que echaba fuegos artificiales, solo que yo no brillaba con ellos. Yo me había quedado afuera de la luz y estaba cegado por la oscuridad.

De haber estado con ella tanto tiempo, pasé a que me trate como a un desconocido.

Ya estaba afuera del juego.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now