032

5.2K 468 30
                                    

Esto pegaba diferente.

Estar en la tribuna con la hinchada y mi familia era un sentimiento simplemente inexplicable, ya había pasado por esto antes pero no con ellos. Y podría perjurar una y mil veces que viviría esta experiencia juntos una y otra vez hasta el día de mi muerte.

La emoción recorría nuestras venas y nuestras camisetas ya estaban transpiradas por el calor, me encantaba estar ahí con ellos. Simplemente me encantaba. Teníamos todos camisetas diferentes, desde papá y mamá con la de Messi, Alejo con la de Dybala, Federico con la de Otamendi, Nicolás con la de di María, Santi con la del dibu, yo con la de Julián y Olivia con la de Enzo.

—¿Por qué tiene eso? —cuestionó Federico viendo a Oli.

—Son para que los gritos no lastimen sus oídos —le expliqué.

Enzo nos había ofrecido entradas para el palco a todos pero como yo ya le había dicho cuando lo condicioné, no quería que pagara nada por mi y mi familia. Así que solo había pagado la entrada de Oli para estar con nosotros en la hinchada y siendo mi primera vez en algo así, podría decir tranquilamente que prefería una y mil veces esto a estar en un palco tranquilo.

Acá se sentía la verdadera emoción.

El equipo salió a la cancha y los hinchas estallamos en gritos, incluyendome y a mi familia. Oli comía pochoclos y miraba todo con tranquilidad, mientras que todo era un caos detrás de ella.

El partido era contra Holanda. Por lo que había escuchado hablar a mis hermanos mayores con otros hinchas, en este partido se iba a picar. Porque habían hablado los holandeses o algo así, yo no estaba entrada siquiera, así que no me permití opinar.

Lo que sí había leído, era bastante hate para Rodrigo. Y yo, a pesar de no saber nada de fútbol, consideraba que había sido pieza clave en todos los partidos hasta ahora. Y aunque todos lo hayan sido, sabía que Rodrigo estaba dando lo mejor de sí y estaba orgullosa a pesar de no conocerlo lo suficiente como para llamarlo amigo.

El partido empezó y con él, los nervios estaban a flor de piel.

—Son re altos —noté para mí misma.

—Mal.

Santiago hablaba pero no parecía estar prestándome atención a mi, su mirada estaba fija en el partido al igual que la de todos. Estábamos espectantes a cada movimiento.

Los chicos parecían estar danzando una coreografía perfecta en la cancha, se movían con gracia cual bailarines y estaban coordinados como si fueran jugadas premeditadas.

—¡DALE MESSI, HACE TU MAGIA! —escuché gritar a papá.

Los dos primeros casi goles de la selección fueron de la mano de de Paul, y a pesar de que no los haya metido, grité emocionada porque sabía lo que eso significaba para él. Tenía una lesión molestandolo, y si se retiraba a estas alturas quería hacerlo después de meter un gol. Rodrigo sentía que no estaba haciendo suficiente, pero no sabía que tenía miles o incluso millones de personas pensando lo contrario.

Como si la frase "la tercera es la vencida" fuese una ley de vida, Nahuel Molina anotó el primer gol mano a mano con el arquero después de recibir un pase magnífico por parte de Lionel Messi. De más está decir que los gritos de mis hermanos podrían haberse escuchado fácilmente hasta Buenos Aires.

—¡SOS UN GENIO MESSI! —gritó papá.

—¡TE CHUPO TODA LA PIJA!

Me di vuelta horrorizada cuando escuché a Nicolás, y como si fuese un nene chiquito al que acaban de retar, recuperó la compostura y pidió perdón al notar que habían tres criaturas chiquitas con nosotros. Sin contar claro a los demás que seguramente lo habrán escuchado.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now