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A una hora y media de que llegaran Enzo y Julián, escuché el ruidito de nudillos tocando una puerta y suspiré pesado. Seguramente era el vecino de al lado que había desarrollado una manía por pasarse todos los días a la mañana para pedirme una taza de azúcar y sacarme charla, es bastante entendible que sea turista igual que yo en este país y que solo hable español, pero una bolsa de azúcar no sale tan cara.

Dejé a Oli en su sillita y limpié mis manos con harina en mi delantal de cocina para agarrar las llaves y acercarme a la puerta, no tenía el corazón para fingir que no había nadie en casa porque tal vez necesitaba mucho esa taza de azúcar. Yo podría morir si tomo un café sin azúcar, por ejemplo.

Me hubiera gustado poder verme desde afuera cuando abrí la puerta, seguramente habría tenido una cara de espanto impresionante cuando ví a Julián y a Enzo parados en el marco de la puerta mientras charlaban.

-¡Sol, hola! -saludó Enzo, podría jurar que mis mejillas estaban más rojas que mi delantal. Estaba toda despeinada, sudada y para el colmo, llena de harina.

-Llegaron antes -fue lo único que pude decir.

-Tenía ganas de verte antes -soltó Julián y de inmediato sus mejillas se pusieron como las mías-. Digo, es que no aguantaba las ganas de estudiar así que supuse que si venía antes íbamos a tener más tiempo de estudio, ¿No?

-Callate Julián -ordenó Enzo serio-, ¿Y Oli? -esta vez, se dirigió a mi.

-Está en su sillita viendo dibujitos. Es que me pidió galletitas y yo se las estaba hacien...

-¿Cómo la vas a dejar sola en la sillita?, ¿Mirá si se lastima? Qué irresponsable -frunció el ceño y por alguna razón, sentí ganas de llorar.

-Pero si ayer cuando llegaste estaba de la misma forma. Además la sillita es segura y yo solo le estaba preparando el desayu...

-Ayer te la dejé pasar porque era la primera vez, pero ya dos veces Sol. Es una bebé, si te la dejo a tu cargo es porque confío en que la vas a cuidar, sino la dejaba en mi casa con la tablet y listo.

Entró directamente sin decir más nada y yo me quedé ahí parada, me sentía avergonzada y las lágrimas ya se habían acumulado en mis ojos. Enzo nunca me había tratado mal y era bastante compañero, me afectaba bastante el hecho de que no me crea capaz de cuidar a su hija.

Apreté mis puños y bajé la mirada cuando sentí las gotas calientes caer por debajo de mis ojos, había olvidado por completo la presencia de Julián hasta que su perfume me invadió por completo. Me estaba abrazando.

-No le des bola Sol, no sé qué le pasa hoy. A mí también me estuvo tratando re mal todo el camino -el cordobés intentó hacerme sentir mejor y frotó mi espalda, al mismo tiempo que dejaba un beso en mi cabeza.

Sentí como si Nico y Santi estuvieran conmigo, y eso me hizo llorar peor.

-Odio que llores, sos la persona más alegre que conozco Sol -acarició mi cabello y sentí ese cariño que solo sentía en casa-. Quedate tranquila, seguro no se habrá dado cuenta de lo que dijo y después te va a pedir perdón. Si querés yo te ayudo a terminar las galletitas, ese delantal me gusta, ¿No tenés otro?

Su último comentario me hizo reír y limpié mis ojos con vergüenza antes de verlo, me hizo un adorable puchero y señaló con su cabeza el interior del lugar así que asentí y entré con él. Me tenía abrazada por los hombros y seguía haciendo comentarios graciosos para hacerme sentir mejor.

-¿Quiere algo para tomar? -le pregunté a Enzo, tenía miedo de que volviera a hablarme mal si lo tuteaba. Si estaba de mal humor como dijo Juli, me iba a asegurar de molestarlo lo menos posible.

-No.

-¿Vos Oli, querés que te haga la leche? -le pregunté a la bebé, su papá le había sacado el iPad así que tenía una expresión aburrida.

-¡Upa! -estiró sus bracitos en mi dirección y sonreí enternecida y con cuidado la agarré entre mis brazos, Enzo parecía estar vigilando cada uno de mis movimientos.

Fui con Olivia en brazos hasta la cocina, donde Julián nos estaba esperando recostado sobre la mesada mientras veía su teléfono y con un delantal rosado atado a su cintura.

-Tío Juli -la bebé señaló al futbolista y este de inmediato dejó el celular para acercarse a ella y llenarla de besitos, había notado que Oli tenía las mismas expresiones que él así que supuse que pasaban mucho tiempo juntos.

Julián quiso hacerle upa a Oli pero ella hoy simplemente parecía no querer despegarse de mi y yo no tenía problema alguno en estar con ella, así que abrí la heladera y saqué la leche para hacerle una chocolatada en su vasito en lo que Julián hacía las pelotitas con la mezcla de galletitas y las ponía en una bandeja.

-¿No las tengo que aplastar? -preguntó un tanto desconfiado.

-No, en el horno se aplastan solitas -reí cuando ví la que había hecho Oli-. Hermosa.

-No le mientas, parece un huevo deforme -me retó Julián divertido.

-¡Mentira! -agarré un poquito de harina y se la tire en el pelo, haciéndolo retroceder y pegarse contra la heladera-. Ay no, perdón, ¿Estás bien?

Me acerqué a él y fue un grave error, porque me ví riendo a carcajadas y batallando en su contra con Oli para que nos dejara de hacer cosquillas.

-¡Pedime perdón! -demandó riendo.

-¡Perdón!

Finalmente nos dejó y metimos las galletitas en el horno precalentado, Oli no aguantó hasta que estuvieran listas y se puso a tomar su chocolatada mientras nos miraba con diversión.

-Me gusta este delantal, me queda di-vi-no -habló Julián con una voz chillona y dió una media vueltita como si fuera un modelo, haciéndome reír de nuevo y por consiguiente, a Olivia.

Cuando las galletitas estuvieron listas, me apresuré a sacarlas del horno y a pegarle un manotazo al más grande cuando amagó para agarrar una.

-Todavía no, están calientes y te vas a quemar.

Hizo una mueca y agarró mi muñeca para volver a hacerme cosquillas, pero unos pasos bastante fuertes me hicieron exaltar así que di un saltito adelante que hizo reír a la bebé.

-¿Qué están haciendo? -preguntó Enzo con el ceño fruncido-. Vos estás ridículo, ¿Que viniste a cocinar o aprender inglés?

-Bue, sos re ortiva hermano -ahora fue Julián el que frunció el ceño, sacándose el delantal-. Ahí hicimos galletitas, después comete una así el azúcar te equilibra toda la cebolla que habrás desayunado.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora