025

4.9K 441 42
                                    

Siempre me gustó el mito de Perséfone y el invierno, como alguien tan llena de luz y alegría reparte su calidez con todo el mundo hasta que la oscuridad se apodera de ella. Hasta que Hades, su tío, la rapta cuando recogía flores con ninfas.

—¡Hola chinita!, ¿Cómo está todo por allá?

—Santi, ¿Me podés venir a buscar a la terminal, por favor?

—Sí dale jodeme.

—En serio, si no podés no te hagas drama. Me pido un Uber y voy a casa.

—¿Estás acá de verdad?

—Quiero irme a casa Santi, necesito que me vengas a buscar.

Me considero una fanática del mito de Perséfone, como ella puede ver la bondad dentro del monstruo...o cómo ella se deja seducir por la maldad y la oscuridad que la llama entre susurros. Demeter extrañaba demasiado a su hija y todo se estaba muriendo sin ella, así que llegó a un acuerdo con Hades. Cien días en la tierra y cien en el Inframundo, cuando Perséfone está en la tierra todo es glorioso y vivo pero, cuando ella vuelve con Hades, nace el invierno.

Últimamente siento que mi vida es un frío invierno.

Siempre me gustó el mito de Perséfone y el invierno, porque a veces entiendo a Perséfone y me siento como ella.

El atardecer me parecía una de los fenómenos naturales más hermosos del mundo, ver cómo el sol se desvanece en el horizonte y el cielo se llena de colores naranjas y rositas me parece algo espectacular y digno de admirar. Lo único malo que encuentro, es que dure tan poco y que no sepas si al día siguiente va a volver a ocurrir. Por eso me tomo el tiempo de admirar cualquier atardecer, porque no sé si mañana voy a poder volver a verlos.

—¡Solcito!

Solté mi bolso a penas escuché la voz de mi hermano y entre lágrimas, corrí a su encuentro. Le di un abrazo que había estado guardando por mucho tiempo, un abrazo que expresaba cuánto lo extrañaba y que esperaba que sepa lo mucho que lo necesitaba.

—¿Qué te pasa?, ¿Estás bien? Ay, te extrañé —sin dejarme responder, me apretó con fuerza entre sus brazos.

—Vamos a casa Santi, quiero ver a los chicos.

Nunca había visto tanta alegría en casa, mamá cantaba mientras papá la ayudaba a cocinar ñoquis solo porque era mi plato preferido. Fede y Ale saltaban para todos lados con la pelota metiendo la excusa de que querían que les cuente cómo es Messi en persona, Nicolás y Santiago no paraban de hablar de cualquier cosa que se les ocurriera. Incluso los escuché decir que los mosquitos hacían ruidos porque seguro tenían las fosas nasales tapadas por succionar tanta sangre.

Ahora me sentía como Perséfone, y en mi casa era verano. Los colores eran vibrantes y brillantes, las sonrisas eran genuinas, las risas eran jocosas y los recuerdos cobraban vida.

—¿O sea que les va bien con el taller? —pregunté robándole un pedazo de queso para rallar a mi mamá.

—¡Más que bien! —respondió Nico, ganándose una mala mirada de Santi por haberle ganado de mano—. Estábamos pensando en abrir otra sucursal en otro lado, ¿Vos qué opinas?

—La verdad que no sé nada de talleres pero si esto los va a hacer crecer más, denle para adelante.

—¿Y vos? Te noto apagada —Santi se sentó a mi lado y pasó un brazo por encima de mis hombros.

—Debe estar cansada por el viaje.

—Enzo me despidió, por eso estoy acá —confesé reposando mi cabeza encima de Nico—. Me dolió no haber podido despedirme de nadie, ni siquiera de él.

—Ah pero ese pibe es un naipe mal —soltó Santi ofendido—, ¿Cómo te va a despedir?, ¿No tienen un contrato? Lo podrías demandar.

—No lo voy a demandar, no me interesa y además no quiero joder su carrera por esto. Es solo que no lo entiendo, todo estaba tan bien y de repente se fue a pique.

—¡Chicos vengan a comer!

Los tres nos miramos y nos levantamos como si fuéramos a correr la maratón. Los chicos, como siempre, me dejaron ganar y yo, como siempre, fingí que no me había dado cuenta de eso.

—Ay, que alegría nos diste solcito —habló mi mamá después de sentarse en la mesa—. No sabes lo mucho que te extrañabamos, es hermoso volver a ver a todos mis bebés en la mesa para tener una cena todos juntitos.

—Yo también los extrañaba mucho.

—Los enanos tienen una noticia súper importante para darnos —habló Santi.

Miré a Fede y Ale, los dos parecían estar bastante ansiosos y eso despertó una ansiedad en mi.

—Nos ficharon para river.

No pude evitar gritar de la alegría y le agradecí mil y un veces a Julián internamente. No podía creer que mis peques al fin estaban cumpliendo sus sueños y la alegría no cabía dentro de mi cuerpo, por un instante dejé todo lo que me estaba perturbando de lado para fundirme en un abrazo con mi familia. Un abrazo que me abrazó el alma.

—¡Esos son mis bebés!, ¡Yo sabía que iban a poder! —empujé a Santi para poder abrazar a los chiquitos y ellos no tardaron mucho en burlarse del más grande—. Van a jugar en river, todavía no caigo.

—Si pero nos vamos a tener que mudar, ¿No? —preguntó papá—. Digo, river está en Nuñez y nosotros no vivimos ni cerca de Núñez.

No me importaba tener que mudarme, me iría hasta el fin del mundo por mis hermanos. Dejaría todo atrás si eso significaba que los estaba apoyando a cumplir sus sueños.

—Pero allá no tenemos nada —soltó Nico pensativo, parecía que antes no había tomado en cuenta todos los factores.

—Pero papi vamos a jugar en river...

—Ya sé hijo, pero yo allá no tengo trabajo y el taller está acá, ¿Cómo vamos a mantenernos? No podemos pasar de vuelta por lo mismo que hace unos meses.

Miré la desilución en los rostros de mis hermanitos, era como si su sueño se les estuviera escurriendo de las manos tal como el agua. Estaban tan cerca y tan lejos.

—Enanos, vayan a su habitación que nosotros vamos a ver cómo resolverlo —ordenó Nico.

Los dos se fueron cabizbajos y todo el ambiente alegre se esfumó.

—Yo me mudo con ellos —solté sin pensarlo.

—¿Qué? No, recién llegaste. Te necesitamos acá —intervino Santi.

—Federico y Alejo me necesitan —fruncí el ceño—, ¿No me dijiste que entre nosotros nos tenemos que apoyar?

—¡Pero es muy diferente irse a vivir a Núñez!

—¿De qué van a vivir?

—Voy a vender programas de estudio, ya lo hice antes y sobrevivimos. Voy a buscar un trabajo de doble turno si hace falta, no me importa.

—Podríamos poner el próximo taller en Nuñez —sugirió Nico—. Sol se podría hacer cargo y nosotros estaríamos obligados a ir seguido, así no nos perderíamos de nada.

—No podemos dejar pasar esto chicos, los enanos nunca nos perdonarían. Yo nunca nos perdonaría —hablé.

—¿Y si no funciona?

—Todo se trata de la fe, y yo tengo muchísima fe en mis hermanos.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें