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—Dame la mano Alejo —lo volví a retar cuando bajamos del colectivo.

—Pero Santi me está molestando —reprochó y miré mal al mayor, quien se hizo el boludo y miró para otro lado.

—Santi no te va a molestar más, dame la mano —le estiré la mano y la tomó a regañadientes, Federico en ese sentido era más tranquilo.

—¿Podemos comprar una mochila de Spiderman? —pidió tímido Fede y sus ojitos celestes me derritieron por completo, no les había dicho sobre la ganancia que había hecho en la semana y tampoco les había dicho que podían comprar lo que ellos quisieran.

—Y una de dragon ball para Ale —el mencionado me miró contento y no pude estar más feliz, hace tiempo no los veía tan ilusionados con algo.

Nos metimos a un local y habían más cosas del mundial que útiles escolares, pero logré divisar cuadernos super lindos de tapa dura y le hice señas a Santi con la cabeza para que lleve a los nenes mientras yo veía si encontraba alguna que otra mochila.

No encontré lo que buscaba pero si cajas de colores y lápices, las cosas básicas de las cartucheras estaban ahí así que no dudé en agarrar dos cajas de cada uno. Agarré dos paquetitos de fibras que estaban en oferta y dos boligomas, un par de gomas y algunos sacapuntas.

—¿No habían mochilas? —cuestioné con una ceja alzada cuando los nenes vinieron con las miradas en el piso y Santi negó con la cabeza.

—Pero habían cuadernos de spiderman, salían seiscientos pesos cada uno así que no agarramos —comentó Fede y mordí mis mejillas por dentro.

—Agarren cuatro, dos rallados y dos cuadriculados —ordené y los dos me miraron sorprendidos.

—¿En serio?

—Vayan a elegir los que más les gusten.

Tras las palabras de Santi, los dos se echaron a correr contentos y yo me crucé de brazos para hacer la fila así podía llegar a la caja y pagar todo.

—Vos andá a fijarte en otros locales si conseguís lo de las Figus San —le pedí a mi hermano mayor y asintió para salir del local.

Los dos chiquitos se pusieron a mis costados y se pelearon para agarrar el canasto así yo no cargaba nada, reí divertida y esperé a estar primera. No fue tanto tiempo el que esperamos cuando pagué y salimos.

Unos diez minutos después llegó Santiago con una bolsa negra y cuando los nenes le preguntaron qué era lo que tenía ahí, hizo lo que mejor sabía hacer; se hizo el boludo.

—Vi un local que vendía mochilas pero no ví si eran las que los nenes querían, ¿Quieren ir a ver? —los dos asintieron emocionados y mi hermano mayor agarró las bolsas y puso la negra en mi mochila para después empujarme y hacerme caminar.

Al final los peques lograron encontrar las mochilas que querían y nosotros terminamos gastando menos plata de la que teníamos conteplada, pero los nenes se fueron contentos y nosotros también así que había sido un gran día.

—¿Tienen hambre? —preguntó Santi y los nenes lo miraron dudoso.

—Aguantamos hasta llegar a casa igual.

—¿Vamos a McDonald's? —pregunté traviesa y los dos se miraron entre ellos.

Federico me pidió que bajara la cabeza porque quería decirme un secreto, no tenía la misma relación con Santi porque siempre se peleaban de forma compinchera. En cambio conmigo, siempre venían como los dos nenes chiquitos que eran y querían que los mimen.

—¿Podemos ir? —susurró en mi oído y asentí con la cabeza—. Pero si no hay plata en casa, ¿Cómo vamos a hacer para ir?

—Vos no te preocupes por eso, si nosotros decimos que podemos ir es porque sí podemos.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now