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Mala idea, muy mala idea.

Mi papá había tenido la terrible (y hago énfasis en terrible) idea de que yo invite a los chicos de la selección a comer un asado, no me había parecido mala idea hasta que recordé que mi familia no los conocía y que seguramente iba a ser una locura.

—Oli vení a tomar la leche —llamé a la bebé que estaba persiguiendo a Alejo, y él más que gustoso la trajo—. Mira, te compré las galletitas que te gustan.

Un poco más animada, Olivia aceptó la mamadera y se sentó arriba mío para mirar los dibujitos en su tablet. Estábamos esperando a Enzo, que supuse sería el primero en llegar para ver a Oli, me había avisado que los peques se iban a quedar con Agus y Jose porque sus hijos estaban engripados y ellas se ofrecieron a cuidar a los demás.

—¡Sol, llegó Enzo! —escuché gritar a mi hermano.

Acto seguido, el morocho apareció atrás mío con una expresión medio decaída, pero siempre con una sonrisa.

—Te traje caramelitos de la selva —fue su forma de saludarme, dándome una bolsa llena de caramelos antes de tirarse encima de la bebé—, ¡Hola amor de papá!

—¿Estás bien? —pregunté, haciendo referencia al partido.

—No tengo ganas de hablar de eso ahora, Sol —respondió con un tono de voz bastante dulce, supongo que para no hacerme sentir mal—. La voy a llevar a Oli y en un rato vengo, espero que no me gane la banda y lleguen primeros.

Como si se hubieran coordinado, con la salida de Enzo empezó a sonar música de tan biónica por toda la habitación y papá apareció bailando con mamá. Los dos sonreían contentos y no pude evitar sonreír también.

—Muy lindo esto del mundial pero yo ya me quiero ir a casa —habló papá—, ¿Cómo no van a vender dulce de leche?, ¿qué quieren que desayune, aire?

Alejo apreció corriendo con Federico atrás de él gritándole, seguramente había vuelto a manchar alguna de sus camisetas con tinta de lapicera.

—¡Nunca más voy a jugar con vos! —lo escuché gritar.

—¡Ya te dije que perdón!

—Hey, basta —les llamé la atención—, ¿Por qué pelean ahora?

—¡Alejo rompió el álbum y ya lo teníamos casi lleno!

Miré a Alejo sorprendida, sabía la ilusión que les hacía terminar de llenar el álbum de figuritas para poder cambiarlo por una pelota del mundial así que seguramente había sido por un accidente.

—Bueno, yo les voy a comprar otro y pueden intercambiar figus con sus amiguitos —propuse en busca de la paz, pero Federico seguía mirando con cara de enojo a Alejo—. No me gusta que peleen, seguramente habrá sido un accidente y ya les presenté la solución.

—Pero no tenemos amigos acá Sol, y queríamos completarlo antes de que se termine el mundial —explicó Fede.

Esta vez no sabía cómo ayudarlos, los miré con expresión de duda y ellos me miraron con esos ojitos tristes que en cuestión de segundos lograron comprarme.

—Ahí vengo.

Me metí al baño con el teléfono y llamé al único contacto que podría hacerme el favor: Gustavo.

—Buen día.

—¡Hola Gus! Soy Sol.

—Hola solcito, ¿Cómo estás?

—Bien, un poquito estresada. Una preguntita, ¿Sabes dónde venden álbumes y figus?

—Acá cerca del plantel, ¿Por?

—¿Te puedo pedir que me traigas un álbum y dos cajas? Te los pago acá.

—Bueno, dale.

—¡Dale, gracias Gus!

Me senté en el sofá para ver la serie turca que había puesto mamá pero casi enseguida me tuve que levatar para abrir la puerta cuando escuché el timbre. Por un momento había olvidado que todos iban a venir a invadirnos gracias a mi papá.

—¡Solcito! —escuché el grito del Dibu y lo siguiente que supe fue que estaba tirada en el piso con tres personas encima mío peleando por quién iba a abrazarme.

—Che, déjenla. La están aplastando —habló Julián, que estaba parado viendo cómo Lean, Paulo y Emiliano me aplastaban en el piso.

—Dejen a mi mujer en paz —ordenó Oriana.

El primero en abandonar lo que parecía ser mi asesinato por asfixia fue Paulo, y el último fue el dibu que seguía diciéndome lo mucho que me había extrañado y sacando rocklets de bolsillos que yo ni sabía que tenía.

—¡Juli!

—¡Sol!

Me acerqué para abrazar al cordobés y escuché una tos bastante fuerte.

—Ah sí, claro. Y yo estoy acá pintada de blanco —escuché decir a Oriana con ironía.

Rápidamente solté a Julián y me tiré encima de ella, que me recibió bastante contenta aunque intentó fingir enojo por un momento.

Enzo pasó atrás de los chicos y se fue a sentar con mis hermanitos a hablar de fútbol seguramente.

Los chicos me habían ayudado a poner la mesa mientras Oriana ayudaba a mi mamá a terminar de preparar la ensalada y Paulo había ido a ver cómo estaba el asado, aunque cuando tuvo que aparecer para ayudar a poner la mesa estaba comiendo un sanguchito de chinchu.

Escuché un grito y corrí rápido a la entrada, mi papá estaba parado como si estuviera petrificado, mi mamá hablaba por los nervios, mis hermanitos gritaban, Santi parecía estar con la presión baja y Nico bueno...Nico estaba como papá.

Los Messi habían llegado.

—Hola sol —me saludó leo con un beso en el cachete mientras reía por la reacción de mi familia a su llegada.

Mateo empujó a Thiago y me abrazó con fuerza para que su hermano mayor no lo hiciera, ciro estaba a upa de Anto y Thiago estaba agarrándole la mano, se sentía intimidado por mis hermanitos.

—Yo también te extrañé —le sonreí con ternura a Mateo.

Escuché a mis hermanos decirle a Leo que eran sus fans, que era el mejor jugador del mundo, mi papá le declaró amor eterno, mi mamá se había olvidado de su existencia porque había quedado embobada con Antonela y yo intentaba calmarlos porque después de ese pequeño ataque iban a sentir vergüenza.

—Perdón que los trajimos pero Ciro no se quiso quedar con los demás —se disculpó Anto.

—Ay no, por favor. Si se portan re bien ellos, además van a poder jugar con Ale y Fede —dije rápido.

—Yo los ví jugar a la pelota también, y juegan re bien —escuché que leo les decía a mis hermanos—. Si, el Juli me mostró los videos que le pasó sol.

Mis hermanos se pusieron pálidos cuando escucharon eso y yo también, ¿Juli le había mostrado los vídeos a Messi?, ¿Messi vio a mis hermanos jugar a la pelota? Sus reacciones fueron muy diferentes a la mía, porque sus ojitos se llenaron de lágrimas y después me miraron a mi.

Esa iba a ser sin duda, una noche entretenida.

—¡Traje Fernet!

El Cuti entró abrazado por el licha y cuando miro a mi familia frunció el ceño, después me miró a mi y me encogí de hombros para acercarme a abrazarlos y preguntarles cómo estaban.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now