Capítulo 1

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Fondo blanco

¿Y si hoy fuera el último día de tu vida?

Supón que te despiertas sabiendo que en solo 24 horas dejarás de existir, sin que puedas hacer nada para evitarlo.

¿Qué harías?

¿Aprovecharías el tiempo haciendo algo divertido o te tumbarías a esperar la muerte? ¿Lo pasarías con tu familia, con tus amigos o con alguien que te gusta? ¿Preferirías esperar tu hora sobrio o borracho, para no enterarte de nada? ¿Te vestirías para la ocasión? ¿Tendrías miedo?

Hay que ser muy valiente para reconocer lo mucho que nos acojona la idea de morir, y es que quién no le aterra la idea de irse para siempre; quién no ha meditado alguna vez en cómo será, qué pasará, si dolerá mucho o hacia dónde vamos luego? ¿nos echarán de menos o nos olvidarán pronto? ¿Habrá vida después de la muerte?

En toda esa sarta de tonterías estaba pensando Silver mientras la dulce melodía de "All Out Of Love" inundaba su habitación. No entendía cómo era posible que la genialidad de Air Supply le permitiera colocar esos pensamientos profanos en su cabeza, pero siempre que discutía con su padre le pasaba igual, ocupaba la mente con estupideces, solo así conseguía alejar la rabia, la impotencia, el asco.

Él no se consideraba un tipo meláncolico, mucho menos suicida. Le gustaba vivir, es solo que le encantaría no tener que vivir su vida. Esta vida de mierda, en esta casa de mierda, con esta gente de mierda que hace todo lo que su viejo dice, solo porque es el jefe de familia y hay que respetar sus órdenes, no importa si son absurdas, si están equivocadas o si las ha dictado el alcohol.

Por fortuna ya se acababa agosto. Un fin de semana lo separaba del inicio de su último año escolar.

Estudia Filosofía en la Universidad Pública de su ciudad natal.

Otro mandato de papá.

Su hijo tenía que ser universitario, no importaba si la carrera a la que había podido acceder no le gustaba ni un poquito. Mantener las apariencias era lo esencial, después si quería podía dedicarse a vender churros.

La música se frenó de repente y a Silver le entraron unas ganas locas de salir de allí. De ir a despejar, de beber hasta la resaca y fumar hasta que le apestara el alma a nicotina.

No era muy dado a las fiestas y a sus colegas Logan y Jonás, les costaba un huevo sacarlo de su zona de confort.
Pero esta noche necesitaba aire.

Fue entonces que recordó la invitación que le hicieran sus amigos y que él había rechazado en un primer momento, para no perder la costumbre.

No sabía dónde era el desmadre, tampoco le preocupaba. Seguramente cualquier lugar era mejor que esas cuatro paredes que ahora lo aprisionaban, lo ahogaban y le hacían preguntarse cada cinco segundos qué habría hecho mal esta vez.

                                                                               ****

Media hora estuvo delante del espejo acomodando sus rizos castaños. Había heredado los ojos marrones de su madre y su piel pálida; en tanto de su progenitor, exhibía sus facciones finas pero severas y su altura para nada despreciable.

Era un flaco desprovisto de grandes atractivos cuando empezó la universidad, pero eso había ido cambiando con el tiempo y las horas dedicadas al ejercicio físico y al fútbol. Ahora las remeras le quedaban un poco más ajustadas en los bíceps, ya no usaba la misma talla en la ropa e incluso su color parduzco ya no le parecía tan fantasmal.

Una vez satisfecho con la imagen que le devolvía el espejo, se puso su cazadora de cuero favorita y salió en su moto sin que nadie en la casa lo supiera.

Llegó al lugar que le había indicado por mensaje su amigo de la infancia.
Logan Dennis era otro veinteañero desgarbado, carente de masa muscular y sin ningún asomo de que pudiera aumentarle en el futuro. Eso sí, siempre sobresalía por su impresionante tamaño y el azul profundo de sus ojos.

Lo, como lo llamaban todos, lucía una melena sedosa que le llegaba a la base del cuello y siempre traía un lado del pelo por detrás de la oreja derecha, mientras la otra iba celosamente cubierta, algo que se debía a su complejo de no querer exponer el hecho de que carecía de un pedazo del lóbulo de la oreja izquierda, el que habían tenido que mutilarle gracias a una infección, mal tratada, producida por un aro de bisutería barata que le dio por colocarse en la adolescencia.

Logan destacaba además por su carácter, alegre a todas horas, con una energía inagotable y más bueno que el pan. Él era de esos de los que si veía una hormiga pasando por su lado, buscaría la forma de ponerle algún diminuto alimento sobre la espalda.

Allí también estaba, Jonás Rigo, Jhon, si es que no quieren que los mire atravesado.

Este sí que era el tipazo del grupo. Alto, fuerte, sexy, carismático, un rubio a lo David Beckham que traía a las chicas de la uni de cabeza, aunque él tenía novia: Natasha Peter, linda, muy linda ella, pero a todos les parecía demasiado angelical como para andar con un tío como aquel.

El asunto estaba en que Naty complacía a su novio en todo lo que este demandaba y le había perdonado que le fuera infiel tantas veces, que ya le parecía normal tener más cuernos que Maléfica.

Aquello era como una relación simbiótica, mientras él le procuraba a ella la felicidad de estar con un tío buenorro, del que estaba enamorada más allá de lo permisible, ella le confería a él atenciones, complacencia y libertad.

Fíjense si es así, que aquí estaba Jhon solo con Logan, disfrutando las vistas femeninas del lugar en lo que aparecía el otro integrante del trío.

Ambos se habían conocido en clases. Se especializaban en Ingeniería Automotriz. Jonás no había tardado nada en desencajar el dúo que componían Lo y Silver para convertirlo en un tridente irrompible.

—¿Qué es este lugar?—preguntó el recién llegado repartiendo abrazos entre sus ahora compañeros de juerga.

—Es un club nuevo, lo maneja un amigo de mi padre, así que tenemos carta abierta—contestó John a gritos, pues la música era estruendosa.

—¿No viene Naty hoy?—alcanzó a dejarse escuchar Lo al tiempo que secaba un chupito en la barra del bar.

—No seas aguafiestas, por supuesto que no viene. Es noche de chicos, ¿que no se nota?—volvió a gritar Jonás y también se zampó de un golpe el contenido transparente del vaso que le sirvieron.

—Me alegro. No tengo nada contra Natasha tronco, pero esa amiga suya es insoportable y ya bastante tengo con tener que aguantarla en el aula—escupió Silver.

—Pero bueno, nosotros estamos aquí para disfrutar o para aguarnos la noche hablando de tías poco agraciadas. Venga, vamos a brindar...

—¡Por el mejor fin de verano de nuestra vida!—gritó Lo; —¡por las tías que sí están buenas de verdad!—lo secundó John; ¡por mi padre, por haberme empujado a venir!—dijo Silver.

¡FONDO BLANCO!—escandalizaron al unísono.

El secreto de sus juevesWhere stories live. Discover now