Capítulo 39

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El idiota de Jonás

Al salir del baño, envuelta en una toalla y con el pelo entripado en agua, Robin se encuentra a Silver dando zancadas por toda la habitación y hablando solo. Tiene cara de preocupación, pero también de rabia. Eso la asusta.

-¿Qué sucede?-pregunta temerosa. No sabe si en verdad quiere escuchar la respuesta.

Él sigue caminando de un lado a otro sin prestarle atención y balbuceando cosas inaudibles.

-¿Me vas a contar qué pasa o tengo que adivinarlo?-insiste la muchacha que ahora intenta secarse el pelo con otra toalla.

-El idiota de Jonás-habla por fin.

-¿Y ahora que ha hecho ese gilipollas?

-Nos ha estado espiando desde la piscina. Lo he visto recostado en una tumbona mirando hacia este balcón, parecía que estaba en un cine, y mucho me temo que los protagonistas de la peli porno que vio, éramos nosotros-dijo con pesar.

Robin palideció. Era obvio que no le hacía gracia lo que Silver acababa de revelarle, pero más que el hecho de que aquel jodido tío los hubiera visto en esa situación tan íntima, lo que más le preocupa es que a este hombre que tiene delante y que ahora parece león enjaulado, se le salga lo bestia y vaya a pedirle explicaciones a John.

Debería hacerlo, porque nadie tiene derecho a violar de esa manera la intimidad de una pareja, mucho menos si se hace llamar amigo; pero el estado de exaltación en el que se encuentra el trigueño, no es el adecuado para ir a hacer reclamos. Tendrá que calmarse o ella no piensa dejarlo salir del cuarto.

Por eso, y solo por eso, intentará hacer que vea y analice la situación desde otra perspectiva, puesto que no es menos cierto que pudo haber sido un accidente, o una casualidad.

-Bueno amor, la verdad es que nosotros no tuvimos cuidado, nos dejamos llevar por el momento y no pensamos que lo estábamos haciendo a la vista de todos y a pleno día. Cualquiera pudo haber estado ahí-espetó la joven.

-Ay Ro, no seas ingenua, tú no lo viste como estaba todo cómodo disfrutando las vistas. Si es que nada más le faltaba el cubete con palomitas-dijo desatando la risa de la morena.
-¿Ah pero te vas a reír?-le reclamó.

-Lo siento, es que me he imaginado a toda la pandilla reunida comiendo palomitas alrededor de la piscina, mientras nosotros actuamos para ellos-se disculpa, va a su encuentro y lo abraza.

-En parte tenemos nuestra dosis de culpa-lo besa en el pecho y le habla con delicadeza. -Pudo haber sido Logan-indica sin dejar besarle. Ahora se centra en la base de su cuello y su barbilla.

Él se deja mimar.

-Sabes cuál hubiera sido la diferencia en ese caso. Que el flaco nos habría gritado cualquier disparate de los suyos y habría seguido de largo. No entiendo por qué Jonás no actuó de la misma manera y no quiero pensar que tiene algo que ver contigo porque no respondo Robin. Si se mete contigo no voy a entender-afirma y el rostro se le endurece.

-OK, ya está, ya pasó. Yo te entiendo, pero no me vas a negar que ha sido un poco exitante eso de sabernos descubiertos-aseveró ella al tiempo que, por «descuido», dejó caer la toalla que la cubría.

Su anatomía masculina reaccionó al instante.

-Eres muy rara ¿sabes? Cómo es que te pasas años escondiendo tu figura y ahora insinúas que te gusta tener sexo en público-la mira desde su altura totalmente desconcertado.

-Vamos, no te creo que no te ponga follar en público-lo increpa y le acaricia la dureza de su centro mientras le habla. -Entonces por qué tuviste que follarme justo allí-ahora se inclina y le muerde el labio inferior, y aprieta el mástil que tiene en la mano. Él gime contra su boca.

-No lo sé. Pero desde que llegamos me he propuesto hacerte el amor en cada rincón de este cuarto-dice en tanto su lengua busca la de ella ya con desesperación.

-Entonces yo elijo el próximo destino-advierte la chica al tiempo que lo despoja del chandal que se había puesto. Lo lleva hasta un enorme sillón que está junto la puerta y lo empuja sobre este.

Robin se siente victoriosa. Ha cumplido su objetivo. Silver ya no se acuerda de que hace unos minutos la rabia lo consumía, ahora solo disfruta el estar siendo poseído por la mujer que lo enloquece.

****

Jonás se ha ido a nadar al mar desde que se sintió descubierto por su amigo mientras fisgoneaba en la alberca. No sabe, conociéndolo como lo conoce, cómo es que Silver no se ha lanzado del balcón a darle una buena golpiza antes de preguntarle qué tanto había visto.

Cierto es que lo merecía.

Si eso hubiera sucedido, quizás ahora no se sentiría tan culpable y tan mierda, porque la verdad es que no se ha perdido de nada, y encima, lo ha disfrutado. Le han dado ganas de estar allí, fundiéndose con ellos.
Sé ha ido al mar, a pesar de que los dominios de Poseidón andan un poco embravecidos.

Prefirió salir a luchar contra las olas antes que ceder a la tentación que le despertaba el deseo de querer masturbarse pensando en lo que vio. Aunque no tiene mucha confianza. Sabe que más tarde o más temprano terminará sucumbiendo ante la imagen que, está convencido, no lo abandonará en un buen tiempo.
Mientras bracea, vuelve a preguntarse por qué se quedó.

Al principio tuvo intensiones de descubrirse, para que por lo menos cerraran las cortinas o se movieran de lugar, pero algo lo detuvo. Quizá fuera el morbo de presenciar una escena semejante a pleno día.

-Vamos que uno es hombre, y no somos de piedra-se defiende. Se obliga, -para ver si logra sentirse mejor consigo mismo-, a pensar que cualquier tío en su sano juicio que se tope de frente con semejante espectáculo, habría hecho lo mismo que él.

Cualquiera menos Logan, que ese tiene una enfermedad mortal, monogamia le llaman y por lo que parece ha contagiado a Silver.
Se detiene. Otra vez ha pensado en Robin saliendo del agua con aquel traje de baño de los mil demonios, y en su trasero pegado al cristal y en la cara que ponía mientras Silver la hacía suya.

Santas ondinas, ha vuelto a empalmarse. Menos mal que el agua lo cubre hasta la cintura y no hay gente a su alrededor.

No piensa que sea porque Robin le guste como mujer, eso no puede ser, si en realidad la detesta, incluso está decidido a no dejar que su amigo pierda mucho tiempo con esa zorra mentirosa; pero tiene que reconocer que la tía está que se caga de buena hembra y es lógico que su cuerpo de macho viril reaccione así con ella.

Está seguro que lo que le pasó estuvo únicamente motivado por su falta de sexo. Necesita follar de inmediato o corre el riesgo de cometer otra estupidez. Si hasta le parece increíble que siendo él el homenajeado del fin de semana, esté siendo el único que ande más seco que camello despojado de las reservas de su joroba en pleno desierto.

Necesita mojar-se, y no precisamente con agua de sal.

Por fortuna para él, Marina, su nueva chica, llegará esta tarde, así que su pequeño problema de celibato forzoso, quedará resuelto pronto.

Ahora solo le queda pensar cómo le hará creer a Silver que su presencia en la piscina fue una casualidad y que no vio nada porque en realidad estaba dormido. A Robin no le preocupa convencerla. Sabe que no se expondrá a tener un altercado por el asunto, mientras él tenga en sus manos el futuro de su relación con Silver.

Pensando en todo ello aún se dispone a salir del agua para ir a esperar la llegada de Marina. Pero una figura en la arena le hace caer en cuenta de que antes de ir a prepararse para recibir a su chica, deberá sortear un obstáculo que pensó lograría evadir por unas horas.

El futuro filósofo con aspiraciones de entrenador de fútbol y mecánico a tiempo parcial, lo aguarda en la orilla.

El secreto de sus juevesWhere stories live. Discover now