Capítulo 27

43 10 107
                                    

Conociendo a Tadeo

Un niño rubio, de pelo largo que le llenaba la frente y con unos ojazos que te hacían cuestionarte si era posible que cupiera tanto verdor en una sola mirada, los recibió en la enfermería de la escuela con una enorme preocupación en el rostro, esa que nos deja la culpa cuando se es consciente de que se ha obrado mal.
Una escayola le adornaba uno de sus pequeños y delgados brazos.

Al llegar, a Robin le explicaron en la dirección que el niño, corriendo en el patio durante el recreo, se había caído haciéndose una fisura en su brazo derecho, aunque le aclararon que no era nada grave.

Tras la explicación, Silver la vio respirar con alivio y la acompañó hasta donde Tadeo la esperaba.

-Mira RoRo- gritó el pequeñín al verla mientras le mostraba el «adorno» de su extremidad cual si fuera un trofeo. -¿A que mola?, tengo un brazo poderoso ahora. Al que le de un coscorrón con esto lo tiro al suelo. ¿Quieres probar?-le preguntó a Silver con la mayor naturalidad, como si no fuera la primera que lo veía.

El filósofo no ha podido evitar sonreír ante el arrojo del accidentado y sin guardarse la sonrisa declina amablemente la oferta.

-Tadeo, no seas impertinente- lo regaña Robin con disimulo al tiempo que se agacha para ponerse al mismo nivel del niño. -No quedamos en que tendrías cuidado jugando en los recreos. Me has dado un susto terrible- le acaricia con ternura y lo besa en la frente.

-Lo siento por asustarte. Competíamos en una carrera y no he visto la raíz del arbusto. Pero no hay problema, ha sido el derecho. Qué bueno que soy zurdo ¿verdad? He tenido suerte- intentó minimizar el daño.

Silver está estaciado con la escena que tiene delante. Nunca había visto el lado maternal de ella y ahora tiene una muestra como espectador en primera fila. Cree que madre e hijo acaban de hechizarlo porque no puede quitar la vista de la imagen que le regalan.

- RoRo, ¿y él quién es, tu novio?-preguntó sin medias tintas el chiquillo clavando los ojos sobre el desconocido.

-Pero mira que eres chismoso, enano-le reclamó ella revolviéndole el pelo. -No, no es mi novio, es un amigo de la universidad-agregó dirigiendo una mirada de soslayo a su compañero de estudios.

-Eso chaval, solo somos amigos-confirmó el aludido, -por ahora-le dijo bajito y le dedicó un guiño al preguntón, aunque el niño no pareció contento con ese último comentario y lo miró enojado.

Después de eso se fueron a casa.
El viaje de regreso se habría realizado en total silencio si no hubiera sido por el crío que ocupaba el asiento de atrás del auto.

-RoRo, ¿por qué viniste con él y no con la abuela?, ¿mañana debo ir a la escuela o ahora estoy de vacaciones?, ¿puedo dejar que mis amigos me dibujen la escayola?, ¿cuándo me la van a quitar?, ¿me dejarás jugar al fútbol así?

Robin respondía con paciencia de budista cada interrogante, mientras, Silver se hacía otro montón de preguntas.

Quería saber: ¿cuándo se apagaba ese niño?, ¿si siempre exhibía esas energías?, ¿a quién había salido tan rubio?, ¿se parecería a su padre?, pero lo que más le martillaba las entendederas era el por qué la llamaba de esa manera, ¿por qué no le dice mamá?

Al llegar a casa Robin llevó al niño adentro y lo dejó entretenido con sus videojuegos antes de salir a despedirce de Silver, que ya había guardado el auto en el garage y sacado su moto.

-Parece que no le agradé mucho-le dijo en cuanto la vio acercarse.

-No le hagas caso. Solo está celoso. No acostumbro a presentarle a mis amigos y siempre hemos sido él y yo-respondió ella.

El secreto de sus juevesWhere stories live. Discover now