Capítulo 48

29 8 62
                                    

El nacimiento de un plan

Sergio Mur era tan trigueño como su hermano mayor, pero mucho más alto, más musculoso, más agraciado físicamente y por supuesto, también mucho más sociable y jovial.

A Silver le gustaba decir que eso era gracias a su vida nómada, sin preocupaciones ni responsabilidades, al vivir al día sin pensar en el mañana, al trabajar en cualquier cosa que pudiera pagarle la juerga de la noche, pero sobre todo, se lo achacaba al hecho de que no tenía que soportar a su padre.

La llegada a la casa del benjamín de la familia supuso una sorpresa para todos, menos para Doña Silvia, que ya lo esperaba.

Al verse, ambos hermanos se fundieron en un abrazo sincero y la felicidad se hizo presente mientras madre e hijos conversaban un rato antes de que el visitante les hiciera saber que quería ir a refrescarse un poco del viaje.

El ambiente de la casa había cambiado por completo con la llegada del más pequeño de los hermanos, pero pronto la alegría del momento se disipó.

Bastó, que el visitante preguntara por ella.

—Oye Sil, ¿quién era esa chica que me encontré saliendo de aquí cuando llegué?

—Nadie importante—alegó Silver mientras lo ayudaba a subir su equipaje a su cuarto, un equipaje por cierto que solo lo componía una enorme mochila.

—Pues para ser nadie está bastante buena. ¿Sabes si tiene novio?—soltó a boca de jarro provocando que Silver detuviera su ascenso hacia el piso superior por un par de segundos. Necesitaba respirar para no delatarse y que su hermanito se fuera a dar cuenta de que en realidad, Robin sí que era importante para él; lo fue, mejor dicho.

—Ni se te ocurra vale, que te conozco y no te voy a permitir que la conviertas en una de tus conquistas ocasionales—le advirtió.

—Pensaba que no era importante. Dime la verdad, te la estás tirando ¿a que sí?

Ya estaban dentro de la habitación que su madre le había preparado cuidadosamente, por eso Silver prefirió sentarse en el suelo, para no ensusiar con sus fachas la pulcritud del lugar. Recostó la espalda a una pared y estiró desganado las piernas.

—Ya no—contestó cabizbajo.

—Pero te gustaría. Y no me digas que no que eso salta a la vista, nada más hay que ver cómo te has puesto—dijo Sergio en tanto se afanaba en acomodar sus pertenencias.

—Te equivocas, es mucho más que eso. Ella nunca fue solo un polvo para mí—confesó el mayor de los Mur.
Sergio se acercó a él con los ojos abiertos como platos llanos.

—Vaya, eso es nuevo. Mi hermano se ha enamorado—comenzó a gritar y a intentar abrazarlo mientras Silver hacía esfuerzos por apartarlo.

—Échate para allá con tu melcocha que sabes que no me gusta. Además, no te pongas tan contento que igual eso no iba ni irá para ningún lado—le hizo saber e intentó pararse para marcharse pero el fuerte brazo de su hermano se lo impidió. Quería saber más de esa historia.

—¿Por qué no están más juntos? No me digas que porque ella te dio calabazas porque en ese caso, no hubiera venido aquí a buscarte.

—No vino a buscarme Sergio, vino a ver a mamá.

—Sí claro, eso es tan cierto como que yo estoy aquí porque me moría de las ganas de verte—bromeó el jovenzuelo. —Mamá pudo haberle servido de excusa, pero ninguna mujer va a casa de su ex vestida tan provocativamente solo porque fue lo primero que agarró en su guardarropa.

—Es una historia larga esa de nuestro rompimiento, otro día te la cuento—zanjó el primogénito de los Mur y otra vez intentó ponerse de pie, pero otra vez Sergio le impidió moverse.

—¿Y cuándo me la vas a contar, cuando estén sirviendo la cena por noche vieja?, no señor, me la cuentas ahora que tengo todo el tiempo del mundo—dijo y se acomodó a su lado.

A Silver no le quedó más remedio que retornar a su sitio y prepararse para volver a vivir, las horas amargas de su ruptura con Ro.

****

El niño e Ivanna se habían ido unos días a vacacionar a un hotel cinco estrellas con unas amigas de la señora Larry, allí recibirían el año nuevo. Por supuesto, Robin no quiso ni saber de hacer ese viaje.

Alegó que no estaba de ánimo, que necesitaba estar sola, que solo les aguaría la fiesta y que ya los acompañaría la próxima vez. Conclusión, que no hubo forma de convencerla para que no se quedara.

Y ahí estaba, en casa. Viendo el tiempo correr. Pensando en él, en la imagen que se le había quedado grabada en las sienes de cuando lo vio esta mañana. Lo extrañaba que dolía y sí, ya sabía que no había sido buena idea eso de aparecerse en su casa, que se prometió a sí misma que esperaría a que comenzara el año antes de empezar lo de la reconquista, pero ese día se despertó diciendo que para luego era tarde, y saben qué, lo sigue creyendo.

Ya estaba bueno de esperar, es más, iría a por él ahora mismo si supiera cómo hacerlo.

Empezó a dar paseos desesperados por el salón tratando de que se le ocurriera otra forma de acercarse a él sin parecer demasiado evidente o desesperada.

La excusa de visitar a Doña Silvia ya no valía, además, tenían visita, que según su análisis, debía ser el hermano de Silver. La verdad es que se asemejaban, aunque su chico de plata le parecía mucho más guapo.

—Concéntrate Robin, piensa, piensa—se ordenaba.

En ese instante miró afuera y vio su auto estacionado delante del garage, volvió a recordar a Silver todo lleno de grasa y entonces lo supo. Si no podía atraerlo hacia ella, intentaría atraerlo hacia su auto, así por lo menos podría verlo.

La cuestión estaba en cómo lograba que quisiera arreglarle el auto, y lo otro, su carro no estaba averiado. Fue entonces que se acordó de Logan y no lo pensó ni un segundo para pedirle ayuda. Lo llamó.

—A ver si entiendo. Tú quieres que te arreglen el auto, pero no quieres que te lo arregle yo que casi soy ingeniero automotriz, sino cierto amigo mío que se cree mecánico ¿voy bien?—pregunta el flaco.

—Exacto, qué inteligente eres—bromea la chica desde el otro lado de la línea.

—¿Y qué tiene el auto?—indaga el chico.

—Nada, mi carro no tiene ningún problema—responde la morena.

—Vamos a ver, pero mujer tú estás loca, qué clase de plan es ese. Cómo le vas a pedir que te recomponga algo que ni siquiera está averiado. Yo flipo contigo de veras—Logan hace una pausa larga, parece que piensa en algo.

Un rato después, Robin vuelve a escucharle.

—Mira, haremos esto. Iré a tu casa, veré cómo logro desconectar algún cable y entonces lo llamo a por ayuda. Espérame, en un rato estoy contigo.

—Logui, crees que funcione, que acepte venir—inquiere Ro algo desconfiada.

—Tú déjamelo a mí vale, ¿o cuándo le he fallado yo a mi princesa?

El secreto de sus juevesOnde histórias criam vida. Descubra agora