Capítulo 30

31 10 109
                                    

El beso de Júpiter

Él sabe que su último encuentro no fue el mejor, pero aún así está sentado en la cama de la habitación expectante, ansioso porque acabe de salir de su camerino. Tanto la necesita hoy que ha olvidado cómo lo desdeñó en su visita anterior.

Este es un nuevo jueves, se ha dicho.
Cuando por fin hace acto de presencia, una vez más lo silencia.

Luce un vestido dorado, brillante, de solo una manga, la que se extiende a todo lo largo de su brazo izquierdo. Es corto, tanto que puede deleitarse con la desnudez de sus piernas; aunque al despampanante atuendo le cuelga una pieza de tela que se alarga desde su cintura hasta el suelo. Sus zapatos y su antifaz son igual de dorados.
Lleva diminutos pendientes de oro y una pequeña peineta con adornos de hojas recogiendo un lado de sus cabellos, mientras el resto ondea libre sobre su espalda.

Con tanto oro y lentejuelas ciñendo sus curvas, parece que acaba de ser tocada por Midas.

-¿Podrás perdonar mi mal comportamiento del encuentro anterior?-es lo primero que le dice al salir. -De veras, no estuvo bien, llegué a pensar incluso que te había espantado. No pasaba por mi mejor momento-prosiguió disculpándose.

-El pasado donde mejor está es en el pasado, me lo enseñaste tú, ¿recuerdas?-la tranquilizó.

-OK, me alegra que te lo tomes así. Me revelas entonces en qué te puedo ayudar hoy-le dice al tiempo que lo invita a sentarse a su lado en la cama.

-Antes, puedes contarme a qué se debe que estés vestida así. Pareces acabada de salir de una pasarela-curioseó.

-Ah esto, ¿me queda mal?-preguntó consciente de la respuesta que recibiría.

-Sabes que no-respondió Silver logrando que en el rostro de Júpiter apareciera una sonrisa sincera.

-Tengo un cliente que es diseñador de moda. Cada vez que viene trae uno de sus diseños hecho a mi medida y hace que lo luzca y lo modele para él. Le gusta tocar la tela de las piezas que crea estando sobre mi cuerpo-llegado este punto de su relato, la chica de oro no pudo reprimir un gesto de asco, pero enseguida se repuso y contó la parte divertida del asunto. -Cuando se va, me regala el vestido y sus respectivos accesorios. ¿Es un buen trueque, verdad?-disimuló.

Silver no pudo evitar sentir un poco de pena por ella. Ninguna mujer debería pasar por la situación de verse obligada a sonreír ante quien la trata como un maniquí, y encima tener que agradecerle el «gesto».
Quiso desviar el tema. Entonces decidió empezar a contarle sus líos.

-Te juro que yo no sé qué hacer ni qué pensar. Creo que no está segura de lo que siente por mí-concluyó.

Ella hasta ese minuto lo había escuchado sin interrumpirlo. Cuando finalmente se decidió a hablar, solo atinó a hacerle una pregunta:

-¿Y tú, qué sientes por ella?-le hizo la pregunta con toda intención, pues era todo lo que Robin quería saber.
La mirada de Silver adquirió un color intenso al escuchar la interrogante. Se sentó frente a ella y tomó una de sus manos. Se la puso en el pecho.

-Qué sientes-le preguntó.

-Tu corazón latiendo-contestó la muchacha.

-Y cómo está latiendo-volvió a preguntar él.

-Normal, supongo-dijo la chica.

-Exacto, es un corazón haciendo su trabajo. Sin embargo, cuando yo miro a Robin es todo tan extraño, tan distinto. Estoy seguro que se detiene para verla también, para escucharla, para tocarla, para besarla junto conmigo. Eso no me ha pasado jamás con ninguna otra mujer. Es verla y mi corazón frena de golpe, y, paradójicamente, cada vez que pasa me siento más vivo que nunca. Tengo miedo de perderla y no volver a sentirme así.

Le ha dicho todo eso mirándola a los ojos, sin pestañear, sin tartamudear, sin dudas, y la ha conmovido. La ha conmocionado al punto que no ha podido evitar el impulso que la poseyó de los pies a la cabeza.

Se acercó y lo besó en la boca.
Un beso corto, cálido e inquietante que ha tomado a Silver por sorpresa, aunque este no ha despegado los labios para recibirlo.

-¿Por qué has hecho eso?-le reclamó apenas sintió que ella se separaba de su cara.

-Disculpa Silver, no quiero que te enfades conmigo. Sé de sobra que esa no es la clase de relación que quieres mantener conmigo, pero es que lo que has dicho ha sido tan bonito que no he podido evitarlo. Ojalá yo despertara algún día esos sentimientos en alguien-le dice y se levanta del sitio que ocupaba en la cama, para que no vea la alegría que le desborda.

Él piensa que huye por la vergüenza que le produce haberse dejado llevar y trata de calmarla.

-Tranquila, te entiendo, a veces es fácil confundir nuestros sentimientos hacia alguien, más cuando nos sentimos vulnerables. Sé que no volverá a suceder y que algún día llegará hasta ti alguien que sienta y te haga sentir todo eso, incluso más.

-Te imaginas que yo fuera ella-suelta de repente. -Tendrías a la mujer perfecta-le insinúa.

-Quién dijo que eso es lo que quiero-, ahora es todo seriedad. -Qué te hace pensar que busco la perfección en una mujer. Es todo lo contrario. Yo no podría estar a la altura de una mujer sin fallas, porque tengo muchas-dice y ella ve cómo el semblante se le ensombrece.

-Todos tenemos defectos, es lo que nos hace humanos.

-Si pero los míos son atroces-se autorecrimina. -Soy prejuicioso, conservador, testarudo, iracundo y violento. Fumo, bebo y, más veces de las que me gustaría, respondo con puñetazos las agresiones de mi papá, y, ¿quieres algo más horrendo que un hijo que le pega a su propio padre?-se acuesta en la cama sobre su espalda y clava los ojos en el blanco techo que los cubre como si allá arriba estuviera la solución a todos sus problemas.
Júpiter se recostó a su lado y también buscó el mismo punto con la mirada.

-¿Te place hacerlo?-soltó al aire su pregunta y casi que esperó que él no respondiera. Estaba invadiendo un terreno pantanoso de su vida y quizá no la querría allí.

-¿Qué cosa?-cuestionó él sólo para confirmar lo que ya sabía que ella quería averiguar.

-Responder violencia con violencia-remarcó.

-No. Me siento terrible cuando todo se calma, cuando la ira ya no está. Entonces se cuela la culpa y bebo para intentar olvidarla y dormir sin que me ataque. Pero sabes qué, la muy hija de puta se esconde, pero no se va nunca.

-¿Y no te da miedo que ese temperamento te traicione con Robin cerca?-indagó.

-Temo eso todos los días, incluso cuando no era consciente de que la quería. Creo que fue otra de las razones que me llevaron a intentar alejarla de mí, porque la sola idea de que algún día pueda causarle daño, aunque sea el más mínimo, me aterra; pero estoy decidido a pelear cualquier batalla por ella, incluso las que libro contra mí mismo. Solo necesito averiguar cómo lo hago. Cómo le hago entender que la necesito-se viró de lado y la miró suplicante, como un niño perdido que espera por la asertada guía de un adulto.

-Habla con ella, repítele lo que me has dicho. Pon su mano en tu pecho y déjala que sienta como el corazón te late a otro ritmo cuando está contigo. Apostaría mi antifaz a que reaccionará igual que yo.

-¿Tú crees?-preguntó escéptico.

-Creo no, estoy segura-se miraron y echaron a reír como dos críos que acaban de planear un gran travesura.

-Ojalá-lo escuchó decir por lo bajo y volvieron a mirar al techo.

El secreto de sus juevesWhere stories live. Discover now