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— Odio las granadas más que nada en este mundo. —«Siento que ya no tengo a nadie en este mundo, puedo sentir como mi cerebro muere con cada segundo» El mejor amigo de Yuichiro a escondidas se había vuelto el alcohol, no podía vivir sin el, cada hora, o en el peor de los casos, cada media hora se tomaba una botella completa, sin chistar, sin sentir ganas de vomitar, sin sentir absolutamente nada, si, él y su hermana habían salvado el mundo, ¿pero qué pasaba ahora con ellos? Pues te diré que lo que pasaba con Yu era de irse de mal parado a estar en la mierda.
Todo lo que tenia ahora era una botella de alcohol y un animal de peluche, pasaba las tardes recostado sobre su cama, pensando en todos los «no debí haber hecho eso.» mientras su única familia tal estaba disfrutando de lo que les quedaba de adolescencia.
«En algún lugar de mi mente... Cuando aún eras divertida.» Y si no estaba ebrio, se la pasaba recordando el pasado, sabía que a su hermana definitivamente no le importaba, por que había estado bebiendo por más de dos meses, ¿y no se había dado cuenta? Hasta Grimm lo había visto vómitar el almuerzo de una semana completa, pero había amenazado al gato que si decía algo, sería mapache asado. Yu odiaba verse en el espejo, su hermoso rostro... Roto y contaminado, esas feas cicatrices qué le abarcaban la mitad de la cara... El dragón de buen porte ya se había disculpado con el por eso, si bien, sabía que no había sido hecho con esa intención, Yu le tomo cierto odio al chico por arruinar su hermosa cara.
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