Capitulo 4

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Wei Ying INTENTABA salir del trance en el que se hallaba. Su sueño tan profundo no le permitía abrir los ojos, pero luchaba para ello. Algo no iba bien. Sentía que lo estaban observando. Que alguien lo llamaba, que lo incitaba a que saliera de la cama.
Wangji intentaba despertarlo con su mente. Intentaba meterse en su sueño y sacarlo de allí. Debía convencerlo, atraerlo hasta él, pero no era fácil entrar en su cabeza.
Wei Ying sintió una amenaza, una punzada en el corazón. Debía despertarse. ¿Por qué no podía hacerlo? Sacó fuerzas de la flaqueza e intentó levantar los párpados. Imágenes borrosas de su habitación aparecían ante el como sombras fantasmales. Empezó a ser consciente del sonido de la lluvia, del viento que acariciaba su rostro. ¿Viento? Intentó abrir más los ojos y dirigió su mirada a la ventana. Estaba abierta.
Intentó aclarar su vista y un sudor frío se concentró en sus manos. ¿Qué hacía la ventana
abierta? Antes de dormirse estaba cerrada. Se sentía aturdido. Hacía años que no se despertaba en la noche. Su sueño duraba desde que se acostaba hasta que sonaba el despertador. Nunca se había desvelado.
Se incorporó y tocó el parqué de la habitación con los pies. Lo palpó buscando sus zapatillas de conejo, miró su reloj y le dio al botón de alumbrar para ver la hora. No hacía más de veinte minutos que había caído rendido en la cama. Abrió los ojos, despierto del todo finalmente. Se levantó y entonces vio algo que lo dejó petrificado. Había un hombre oculto en las sombras de la habitación. Un hombre con las piernas y los brazos abiertos vigilaba como un animal que va en busca de su presa. Y a sus pies, Brave, su amado perro, estaba tumbado de espaldas con las patas para arriba, durmiendo plácidamente. Estaba durmiendo, ¿no? Asustado volvió a mirar al hombre. Ese tipo chorreaba de pies a cabeza. El corazón de Wei Ying palpitaba alocadamente en su pecho y su respiración se descompasó.
El hombre dio un paso hasta que la luz que se colaba por la ventana lo alumbró. Aquel hombre, vestido completamente de negro, que se había colado en su habitación estaba rodeado por el aura más poderosa que había sentido en su vida.¿Qué hacía el hablando de auras? ¿Qué sabía el de eso? Sacudió ligeramente la cabeza, esperando que la imagen viril desapareciese de enfrente de el, esperando en vano que fuese un sueño. Sin embargo, hacía años que no soñaba, desde su diabetes. Más nervioso todavía, comprobó que él se le acercaba.
Era enorme, ese cuerpo lo ocupaba todo, comía su espacio vital de un modo escandaloso. Lo miró a la cara. Por el amor de Dios, era lo más hermoso que había visto en su vida. Tenía el pelo largo, del color del azabache, ligeramente liso y le caía sobre su rostro. Los mechones goteaban agua y resbalaban por su cara, siguiendo cada uno de sus estilizados rasgos. Su cara... Jesús. Esa cara era pura sensualidad. Una promesa que escondía una dulce virilidad en su expresión, aunque nunca imaginó que los adjetivos dulce y viril pudiesen conjuntar. Los ojos verdes más increíbles del mundo, la nariz perfecta, los labios gruesos, un hoyuelo en la barbilla. Como el.
El de él mucho más pronunciado.
Un calor inesperado empezó a recorrer su estómago. Tragó saliva. Wangji lo miró de arriba abajo. Había respondido a él. A su llamado. Lo tenía enfrente, con su tez bronceada, los mechones de su pelo caían sobre su cara y por detrás de la nuca. Su pecho se alzaba agitadamente como si hubiese corrido un maratón. Su delicioso pecho, prieto y firme. Mmm... Qué ganas tenía de morderlo y succionarlo. Lo miró fijamente a los ojos.
Era dulce y aunque le doliera admitirlo, precioso. Con excitación miró su boca. Wei Ying se humedeció los labios sabiendo que él estaba mirándole la boca. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no salía corriendo de la habitación y gritaba para que lo ayudaran? Había un hombre, un dios pagano de la belleza. Estaba a solas con el en su dormitorio... ¿Por qué no podía moverse?
Intentó dar órdenes a sus extremidades, pero éstas no la obedecían. ¿Cómo había entrado y burlado todos los sistemas de seguridad que el paranoico de su padre había puesto en torno a la
casa?
Wangji siguió su lengua y rugió por dentro. Era dulce, sí. Y atrevido también.
—Ven —le dijo Wangji con la mirada fija en su boca. Wei Ying se quedó estático en su lugar. ¿Qué pasaría si se movía? Tenía la sensación de que ese extraño de atractivo demoledor, podría hacer lo que quisiera con el. Bueno, con el y con quien le diera la gana.
Wangji volvió a darle un empujón mental. ¿Por qué no respondía el? Seguramente había sido Ruo Han le había enseñado a protegerse de ellos. Lo había instruido a erigir barreras mentales para que las ondas no pudieran llegar a el. Mientras pensaba eso, un músculo se tensó en su barbilla.
Wei Ying logró dar un paso atrás. Empezaba a temblar.
—Ven —repitió él.
Su voz era melosa y cautivadora. Pero no podía ir. Él era un extraño, y aunque era capaz de ver la excitación en sus increíbles ojos, excitación por el, había algo vengativo en su mirada y aquello lo asustó, aunque el era consciente también de su propia excitación. Qué descabellado era sentirse excitado por un hombre que no conocía y que además parecía no tener buenas intenciones. Qué diablos... Es que además se había colado en su casa.
—No —susurró cubriéndose inconscientemente el cuello. —¿Quién eres? Sal de mí...En un abrir y cerrar de ojos, Wangji se abalanzó sobre el, lo agarró de los hombros y lo aprisionó contra la pared. El golpe fue duro y el gimió de dolor. Le dolía la espalda, pero eso era lo de menos... ¿Iba a hacerle daño de verdad? ¿Lo iba a matar?—¿Qué es lo que quieres? —preguntó el con voz temblorosa.
Wangji lo agarró del pelo y con un tirón violento lo obligó a echar la cabeza hacia atrás. Wei Ying
gritó. Un fuerte dolor le subía por el cuello. Seguramente le había dado un tirón muscular. Era un salvaje y el estaba a solas con él.
—Chist...—susurró Wangji a un centímetro de su boca sin soltarle el pelo. Qué bonito era. Y qué malo. Inclinó la cabeza hacia su cuello. Inspiró hondo mientras sentía las convulsiones de los temblores de Wei Ying. Sí. Olía su miedo y su pánico. Las manos de Wei Ying intentaron empujarlo.
—No me toques —dijo él bajando la mirada a sus manos y apartándolas de un manotazo.
Volvió a tirarle del pelo. Wei Ying le golpeó el pecho con fuerza.
—Suéltame, hijo de puta. Brave, Brave, despierta —gritó esperando que su huskie lo socorriera. Por fin reaccionaba. Sintió que las lágrimas se le acumulaban en la garganta.
—Cállate —pegó todo su cuerpo al de el y con una sola mano le tomó de las muñecas y las pegó a la pared por encima de su cabeza. —¿Tienes miedo? —le preguntó mirándole fijamente a
los ojos. —No puedes gritar, no puedes pedir ayuda. Nadie vendrá a ayudarte, prostituto, así que no pierdas el tiempo.
¿Prostituto? ¿Prostituto?
—¿Has matado a mi perro? —preguntó el ahogando un sollozo.
—Tu perrito está dormido —inhaló su perfume de nuevo, rozando con su nariz la vena carótida que corría bajo la piel de su cuello, siendo consciente de cada una de las partes de su esbelto cuerpo. ¿Por qué le daba explicaciones? Sintió como su pene se ponía más duro que una roca.
Presionó su ingle a la de el.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —lo miró desafiante, mientras intentaba apartar ese roce íntimo de el. Quería alejarse de la hoguera humana que parecía el cuerpo del hombre. Caramba. La chico tenía agallas pensó Wangji. Había que bajarle los humos.
—¿Qué quiero de ti? Déjame pensar... —con la mano libre le acarició la garganta, la clavícula y el canalillo de los pesones. Wei Ying apretó los labios y sintió como los ojos se le humedecían. Apartó la cara para tomar aire y para impedir que él lo viera llorar. ¿Cómo podía pasarle eso a el? Wangji se sintió victorioso ante su vulnerabilidad.
—Vaya —con descaro le agarró de la camiseta y la desgarró hasta dejar sus pesones desnudos.
—Esta ropa de puto no es muy buena. Se rompe con facilidad —tiró de la camiseta con un sonrisa
cínica.
—Lq única puta que se pone ese tipo de ropa es tu madre Wei Ying intentó forcejear con él. Quería liberar sus muñecas pero lo agarraba tan fuerte que no dudaba que iba a aplastarle los huesos, o como mínimo, a dejarle moratones.
Wangji lo miró de arriba abajo y sonrió con malicia. Incluso semidesnudo, tenía atrevimiento y orgullo.
—Alguien debe enseñarte algunos modales, Wei Ying. Pero no te preocupes, yo te enseñaré a
someterte. Wei Ying palideció al escucharle decir su nombre.
—¿Cómo sabes quién soy? ¿Quieres dinero? ¿Quieres...?
—Tú no me puedes ofrecer nada —le dijo él al oído. —No quiero nada de ti.
Wei Ying comprendió que todo aquello ya había sido premeditado. Su padre era un hombre
millonario y poderoso, podía ser víctima de algo tan horrible como aquello. Secuestro, extorsión,
manipulación, robo...
—¿Y mi pa... padre? —preguntó esta vez sin poder detener las lágrimas.
—Lo tenemos abajo. No llores —dijo fingiendo pena por el. —Pobrecito...
Volvió a embestirlo con la ingle. Un calor fulminante recorría todo su cuerpo, y él recorrió con la mirada la cara de el y de la cabeza a los pies.
Wei Ying sentía que su mirada lo abrasaba. Se sentía acorralado, agraviado, asustado... Pero esos ojos que ll miraban dejaban una marca de fuego sobre su piel. ¿Qué le estaba haciendo? El
forcejeó y colocó una pierna entre las de él, para luego ascender la rodilla en un golpe seco y duro. Wangji aulló y cayó de rodillas poniendo las dos manos sobre su entrepierna. El corrió a cuatro patas para socorrer a Brave mientras las lágrimas caían por sus mejillas sin ningún control. Parecía que su perrito estaba muerto, le preocupaba que no se despertase.
—Brave, bonito —le susurró abrazándolo contra su pecho. Necesitaba el calor de su amigo para sentirse fuerte. —Bonito, abre los ojos para mí. No me dejes...
Wangji se alzó tras de el y lo vio mecerse para delante y para atrás con su perro en brazos. Podría haber huido, pero prefirió escoltar a Brave. Eliminó los pensamientos de su mente, ésos que podían hacerle creer que el podía demostrar lealtad y sumisión a un simple huskie siberiano. Wangji rugió como un animal salvaje y dejó que los colmillos tomaran su forma depredadora.
Wei Ying.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now