Capitulo 51

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—¿Me das comida de tu propia mano y me dices que me comporte? Eso es muy erótico,
pequeño.

—Basta, no seas absurdo. A ti te parecería erótico hasta ver cagar a un cerdo.
Wangji soltó una carcajada. Una de las auténticas, de ésas que nacen en el estómago y te hacen cosquillas en la garganta. Fue una risa sincera que sorprendió a su hermano y a sus amigos y a ellos también les hizo sonreír y mirar a Wei Ying complacidos, aprobando al joven cáraid de Wangji.
—Pues sí —dijo A-Qing alzando las cejas y mirando a su amigo con aprobación. —Sí que estás bien.
—Entonces... ¿Habéis dormido bien? ¿No te duele nada, Wangji? —preguntó Xingchen cruzándose
de brazos y sonriéndoles. —Ayer estabas bastante indispuesto.
Wei Ying lo miró echando fuego por los ojos.

—Muy bien, Xingchen —contestó Wangji repasando a Wei Ying con ojos hambrientos. —Ya no me duele nada.
—¿Qué le dolía, señor? —preguntó María untando los gofres de chocolate.
Lan Xichen se aclaró la garganta al ver las marcas de los incisivos, ligeras, pero marcas al fin y al cabo, en sus cuellos. Aquella conversación se estaba saliendo del tiesto.
—Los huevos —comentó Wan Yin haciendo que todos se partieran de la risa. —¿Perdón? —dijo María agrandando los ojos de una manera no demasiado inocente.

—Huevos —corrigió él. —¿Podría hacerme unos huevos fritos, también?
—Claro —contestó María achicando los ojos. —Señorito Lan Xichen, ¿me acercas los huevos de Wan Yin?
Aquel comentario tomó a todos desprevenidos y de repente estallaron a carcajadas. No se
podían aguantar.
Lan Xichen lo miró de reojo de un modo desafiante. Cogió dos huevos de encima de la mesa y el mismo se encargó de partirlos y echarlos a la sartén.
—Dos huevos, muy hechos. Tostaditos a poder ser —sugirió Lan Xichen.
—Chaval... —susurró Xingchen limpiándose las lágrimas de tanto reírse. —Qué crudo lo tienes.
María se fue de la cocina y los dejó solos.

Wan Yin no contestó. Sus ojos estaban clavados en Lan Xichen. En su manera de moverse, en ese porte elegante y sexy que lo hacía parecer inaccesible.
A-Qing miró a Wan Yin y a Lan Xichen con ojos de alcahueta. Luego sonrió al ver a Wei Ying, tan cómodo y a gusto con la cercanía de Wangji. Y finalmente tuvo que girarse a mirar a los dos berserkers. Huaisang era todo porte. Mingjue, el que tenía al lado, parecía ocupar todo el espacio y el aire de alrededor.
Mingjue la miró. No la sonrió, no le hizo ningún gesto para que se sintiera cómoda. Simplemente la miró cómo si no hubiese nadie más en la cocina, sus ojos de obsidiana eran todo un
espectáculo.
—Bueno — Huaisang se apartó del respaldo de la puerta, —ya veo que estás bien, Wei Ying. Me
alegro.

Wei Ying se sonrojó pero no lo suficiente para apartar la mirada.
—Gracias. ¿A eso habéis venido todos? —preguntó mientras cortaba otro trozo de mango y se lo metía en la boca. —¿A ver si sigo vivo?
—Antes de contestar —dijo Mingjue, —¿hasta qué punto ellos pueden escuchar? —señaló a A-Qing
y a A-Ning. —¿Perdona? —dijo A-Qing girándose hacia él con los ojos de color ámbar refulgiendo de incredulidad. —¿Crees que no me acuerdo de lo que pasó la otra noche? ¿Te enseño las marcas que me dejaron en el estómago? —irritada se levantó la camiseta negra que llevaba y les enseñó a todos una fantástica porción de su estómago plano y del diamante que tenía en el ombligo. Las marcas ya casi habían desaparecido. —Sé muy bien de lo que vais a hablar aquí así que no me intentes apartar.
Mingjue gruñó extrañamente y se cernió sobre ella para encubrirla ante los ojos de los demás. Eso la obligó a retroceder.

—Y yo sé muy bien lo que te pasó. Cúbrete —contestó con un tono frío. —Yo estaba allí. Todos estábamos allí. Es sólo que... —no le salían las palabras y se giró para hablar con Wei Ying. —Son humanos.
—Premio para el niño —soltó A-Ning. —Relájate, no es para tanto.
—Hola, estoy aquí —dijo A-Qing ofendida al sentirse ignorada.
—No está bien que ellos sepan nada de esto. Nunca ha sido así —continuó el berserker.
—Demasiado tarde —murmuró A-Qing. —Ya lo sabemos todo.
—Es peligroso que ellos —siguió Mingjue sin hacerle caso— sepan de nuestra existencia. Nos pondrán en peligro.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now