Capitulo 21🐺🏳️

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Wangji se miraba a través de los cristales oscuros del salón cómo se ponía el sol. Después de que Wei Ying lo rompiera, tardaron unas horas en mandar a alguien a que lo arreglará. Sobre todo porque el sistema de las ventanas era especial y las traían bajo pedido. Menos mal que era un vanirio quién las diseñaba. Con las manos en los bolsillos y su ancha espalda cubriendo casi todo el ventanal, pensaba en Wei Ying. Vestido con unos Dockers negros, zapatos de punta cuadrada de piel desgastada blanca y camisa blanca abierta hasta el pecho y remangada sobre los duros antebrazos, estaba dispuesto a matar a más de una de un infarto.
Pero él sólo pensaba en un hombre. Su piel, sus manos, sus dedos olían a el y ansiaba verlo.
Hoy volvería a buscarlo. Nunca antes había maldecido su imposibilidad de salir al sol hasta que vio cómo el salía corriendo a través de la ventana que daba al jardín. Wei Ying
¿Estaría bien? ¿Con quién estaba? Y lo más importante ¿qué le estaba pasando? Cuando la
noche anterior se comunicó con el, parecía sufrir, sufrir de verdad, pero su mente estaba
descontrolándose y él sólo veía destellos de energía. Necesitaba verlo otra vez.
Desde que le había hecho el amor... No. Meneó la cabeza. Eso no era hacer el amor. No con un
chico inocente en su primera vez. Pero todo fue confuso con el desde el principio. ¿Quién se iba
a imaginar que el no tenía nada que ver con las actividades de Ruo Han?
¿Y quién se podía imaginar que el era virgen? Madre mía, si verll caminar, era casi pecado.
¿Por qué nadie lo había tocado antes?
Tenía que hacerle tantas preguntas...
Dejó de pensar en el mismo momento en que notó la energía de Wei Ying cerca de donde él
estaba.
Xingchen, Wan Yin y Lan Xichen lo llamaron a gritos.
Wangji... —aparecieron gritando por la puerta que se comunicaba con los subterráneos. Wan Yin
respiraba agitado. —Perros.
—Los noto —dijo Wangji mientras salía por la puerta que daba al jardín. Ya había oscurecido, vía libre. Olía a los berserkers entrar en su territorio y no le gustaba nada.
Pero también sentía a Wei Ying. Sus olores se mezclaban, pero el suyo, el de Wei Ying, era
inconfundible y todavía más potente que antes. Lo iba a volver loco. ¿Y si lo habían cogido porque el olía a vanirio? ¿Y si lo habían torturado o dañado de algún modo?
—Coge el coche, Wangji. A veces los ciudadanos nos ven sobrevolar la zona y es difícil
desmentirlo diciendo que sólo son cuervos —sugirió Lan Xichen. —Vuela cuando sea necesario, no ahora.
Wangji agradeció el consejo de su hermano, nervioso como estaba podría haber volado en plena exhibición de globos y le hubiera dado igual si le hubieran visto. Así que cogió su Cayenne negro y los invitó a que montaran. Apretó el embrague, puso primera y salió de allí derrapando.
—¿A qué han venido? —preguntó Xingchen crujiéndose los huesos de los nudillos.
—No lo sé —contestó Wangji. —Percibo a Wei Ying cerca, pero no puedo entrar en contacto con
el. Wei Ying, déjame ayudarte ahora. ¿Dónde estás?
Se sentía tan impotente respecto a el. Nadie había escapado de su control, de su poder
mental. ¿Por qué diablos el no respondía?
Wei Ying estaba apoyado en el inmenso maletero del Hummer de su abuelo. Todos los berserkers
lo rodeaban protegiéndolo. Tenía a Feng Mian a un lado y a Huaisang en el otro.
Observó que todos los chicos vestían con ropas holgadas, casi dos tallas más grandes de lo que
les tocaba a cada uno. Le recordaba bastante a la ropa que se hace servir en capoeira. Pantalones anchos y camisetas con tirantes elásticas. Y, además, iban descalzos.
Huaisang miró cómo el los observaba y sonrió.
—Es para nuestra transformación, bonito. Crecemos un poco. Wei Ying levantó la cabeza para mirarlo, era un poco más bajo que Wangji, pero igual de grande y esbelto. Guapo y muy seductor.
—¿Cómo cuánto crecéis?
—Casi veinte centímetros más en alto y en ancho. Las ropas se nos rompían y las
desgarrábamos en nuestra conversión. No dábamos para prendas de vestir. Así que pensamos que sería conveniente utilizar ropa más funcional y elástica en nuestras peleas.
—Entiendo —sonrió mirándole a los ojos. —Pero aquí no os vais a pelear —titubeó en su
afirmación, —¿verdad?
—Nunca se sabe... —se encogió de hombros.
—Ni hablar, Huaisang. No podéis —salió su vena dominadoro. —No quiero que nadie se haga daño.
Huaisang sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Wei Ying desprendía energía en un
radio demasiado grande.
Wei Ying, deberías tener cuidado con tus nuevas facultades. Desprendes mucha energía.
—¿Tengo que ofenderme? —no era un comentario demasiado bonito.
—Ni mucho menos. Pero no sé si te das cuenta de que eres el blanco de todas las miradas allá
donde vas. En la autopista casi provocas un accidente cuando el conductor de uno de los coches que iba a nuestro lado, se ha quedado prendado mirándote y tú le has mirado a él con esos ojos violeta... Por Odín, casi se sale de la carretera.
—No lo hago a propósito —cruzó los brazos sin ser consciente de que ese movimiento realzaba
su figura.
—No, claro... —dijo Huaisang perdiendo los ojos entre el canalillo. —¿Por qué te has vestido así?
¿Es que quieres que te coman?
—Me visto así, porque me apetece. Y deja de mirarme las piernas, Huaisang.
Huaisang sonrió pícaramente y apartó la mirada. Wei Ying miró hacia atrás y Huaisang y Feng Mian también lo hicieron a la vez. El gesto serio y alerta.
—Ya están aquí —dijo Feng Mian colocando a Wei Ying detrás de él.
Mingjue abrió el maletero y cogió un bastón con un búho en la parte alta y un pañuelo blanco atado a la base del ave. Se lo entregó a Feng Mian y éste lo clavó en el suelo, mientras lo sostenía con la mano derecha. Como Moisés, pensó Wei Ying.
Todos los demás formaron filas tras él, excepto Mingjue y Huaisang que tapaban a Wei Ying. El estaba oculta.
A lo lejos, Wei Ying pudo divisar luces de coche que se dirigían hacia ellos.
Era él. Lo podía sentir. Nunca antes había tenido la intuición tan desarrollada como ahora la
tenía, y lo asustaba. Le asustaba percibir que todo su cuerpo y sus sentidos se ponían alerta ante la inminente presencia de Wangji.
Inconscientemente empezó a temblar. El no quería, pero su cuerpo se tornó tan blando como
la gelatina.
Varios Cayenne negros aparcaron uno a uno delante de los berserkers.
El primero en salir del gran grupo fue Wangji.
Wei Ying no lo podía ver, pero de repente un olor, como de sandalo, le llenó la nariz.
Cerró los ojos disfrutando de ese perfume y supo al instante que era la esencia del vanirio de sus
pesadillas. Se le endurecieron los pezones y sintió cómo se ponía húmedo casi al instante. Su
cuerpo reaccionaba a ese aroma como si tuviera manos y lo toqueteara por todos lados.
Uno a uno los vanirios salieron de los coches. Eran menos de los que Wei Ying había visto en ese lugar subterráneo.
Feng Mian — Wangji caminó hasta plantarse a un dos metros de él y lo saludó firmemente pero no de un modo amistoso.
— Wangji —respondió Feng Mian igual de distante.
Wangji cerró los ojos y dejó que el olor a manzana y miel lo noqueara. El estaba allí.
Pero ¿dónde? Con sus ojos verdes, lo buscó entre los berserkers. Wei Ying se hallaba con ellos.
—Tienes algo que me pertenece —susurró Wangji con rabia contenida.
Feng Mian estaba impasible.
Huaisang notó cómo Wei Ying se agarraba a su camiseta.
—Creo que no —contestó él tranquilizando a su nieto.
Wangji le enseñó los dientes. Wei Ying era suyo, no de esos perros sarnosos.
Wei Ying. Déjame verte. ¿Estás bien?
No, otra vez no. Wei Ying se tensó y le prohibió la entrada a su mente. Ése era un poder que
desconocía. No sabía si podía detener aquel tipo de intrusión mental, pero lo deseaba tanto que
funcionó porque dejó de sentirlo.
Wangji gimió como un animal herido. Wei Ying le había cerrado la puerta de su mente.
—No venimos a pelear, vanirio —dijo Feng Mian. —Hay ciertas cosas que nos gustaría deciros.
Wangji miró a Feng Mian y prestó atención, pero no relajó el semblante amenazador. De hecho, ningún vanirio allí presente estaba relajado.
La tensión entre los dos bandos se podía cortar con un cuchillo.
—Traigo conmigo el bastón del concilio con un pañuelo blanco —señaló, —no venimos a
luchar.
El bastón del concilio era el símbolo del discurso y la paz. Un regalo de Odín a las dos razas con
la esperanza de que siempre que el bastón estuviera presente pudieran hablar de un modo
«conciliador».
—Si no vienes a luchar, viejo —dijo deslizando la lengua, —será mejor que me digas dónde está
El chicl.
Estaba más nervioso y preocupado de lo necesario. Pero, ¿cómo no iba a estarlo? Los
berserkers lo habían encontrado y era bien sabido que también eran unos salvajes sin escrúpulos.
Muchos vanirios habían muerto en sus garras. Si le habían hecho daño a Wei Ying, ninguno saldría de allí con vida. Lo juraría sobre el recuerdo de
Zi Xuan.
Wei Ying se enfureció cuando oyó que Wangji perdía el respeto a su abuelo. En tan poco tiempo, el ya empezaba a tenerle cariño. Desde el primer momento que le vio, advirtió que Feng Mian era un hombre a respetar. Wangji era un maleducado.
—Está aquí, puedo olerlo —continuó Wangji tensando los músculos de los brazos. —No te lo
repetiré más. Dámelo, Feng Mian.
—Ni lo sueñes, colmillos —dijo Huaisang centrando toda su atención. —Vino a nosotros malherido por tu culpa. Por lo que a mí respecta, puedes lloriquear todo lo que quieras. El se queda con nosotros.
Wangji sintió cómo si un puñal le atravesara el esternón. Wei Ying estaba allí realmente. Quería
verificarlo con sus propios ojos.
— Wei Ying... —gritó. —¿Estás bien? Déjame verte —ordenó sin flexión. —Ahora.
Huaisang chasqueó la lengua y ladeó la cabeza.
—No te atrevas a darle órdenes, colmillos.
— Huaisang — Feng Mian alzó la mano para detenerle antes de que el berserker se abalanzara sobre él.
—No... —exclamó Wei Ying.
Wangji se quedó paralizado al oír su voz.
Una pierna bronceada salió de entre los berserkers, luego otra. Piernas largas y moldeadas con botas de. Eso no era bueno. Wangji siguió ascendiendo con la mirada y vio el pantalón negro, la camiseta roja con cuello de pico y un escote criminal y el pelo azabache que caía sobre sus hombros hasta media espalda. Wei Ying, que todavía tenía la vista inclinada hacia abajo, alzó el mentón con orgullo y miró a Wangji.
Lo ojeó sin ningún tipo de vergüenza. No supo cómo reaccionar. Wangji, vestido tal y como
estaba, recordaba más a un modelo de las pasarelas de Milán que a un salvaje depredador.
Wangji casi se cae de rodillas cuando el lo miró a la cara. Sus ojos eran hechizantes, del color de
los de su amigo Zi Xuan. Violeta claro. Ya no tenía la cara magullada, sino que estaba perfecto.
Impresionante. Y esos labios dibujaban una media sonrisa de satisfacción ante lo que veía. Lo veía a él a sus pies. Wei Ying había hecho una conversión, pero no entendía cómo. Para transformar a un humano, se necesitaban tres días. Tres intercambios de sangre en ayuno y él, muy a su pesar, no lo había hecho.
¿Y si ll había convertido un nosferátum? Ellos podían transformar a una persona en vampiro
con tan sólo un intercambio de sangre. Mordían y bebían hasta saciarse y luego les daban de su
sangre para iniciar la transformación.
Pero Wei Ying no lucía como un nosferátum. No estaba pálido ni se le veían las venitas a través de
la piel. Sus ojos no parecían fríos y no tenía las uñas de las manos negras.
Wei Ying alzó una ceja y le dedicó una mirada llena de ira y rencor.
—¿Qué significa esto? —preguntó Wangji inquieto. Wei Ying entreabrió los labios y dejó que se le vieran los blancos y afilados colmillos.
A Wangji le dio un vuelco el corazón al ver lo bonito que el estaba con su nueva dentadura.
Wei Ying era explosivo, una bomba sexual, el sueño de cualquier adolescente salido o el juguete erótico predilecto de cualquier libertino. Wei Ying ahora era extremadamente irresistible.
Pero no podía ser... Simplemente era imposible.
—¿Qué te ha pasado? — Wangji dio un paso hacia el, pero Wei Ying dio dos hacia Huaisang, buscando cobijo. El berserker lo respaldó encantado cogiéndolo de la mano. Wangji sintió cómo se violentaba su corazón cuando vio que Huaisang entrelazaba los dedos con el. —Quítale tus manos de encima,
chucho —ordenó al berserker con un tono muy frío.
— Huaisang, su nombre es Huaisang — Wei Ying miró a su amigo de un modo tan sensual que Wangji tuvo que reprimir las ganas de abofetearlo a el y matarlo a chucho. —Por favor, dame el libro —le dijo al berserker. El puñal lo tenía en la parte trasera de cinturón del pantalón, metido en una bonita funda de piel blanca.
—¿De qué vas? —le preguntó Wangji olvidándose de todo lo que tenía a su alrededor. — Wei Ying..
contestó el mirándole fijamente. No supo de dónde sacó el valor para mantenerle la mirada, pero lo hizo—Te he llamado de muchos modos, pero no voy a volver a insultarte, si lo dices por eso... —
Wangji recordó las veces que lo había llamado ramera. Y se reprendió por todas y cada una de ellas.
Wei Ying sonrió mientras negaba con la cabeza en un gesto de incredulidad.
Incredulidad de que Wangji estuviera usando ese tono suave como un susurro con el. Y sonrió también porque tenía ganas de ver cómo Wangji se derrumbaba cuando el le dijera todo lo que iba a decir y viera cómo habían cambiado las cosas.
Huaisang se colocó detrás de Wei Ying, le pasó el brazo por encima para darle el libro. Wei Ying no se apartó, sino que se acercó un poco más a él y le dio las gracias con una sexy sonrisa.
Wangji frunció el ceño y tragó saliva. Celos posesivos e irracionales recorrieron todo su interior.
¿Estaba celoso? ¿Él? ¿Cuándo se habían tornado las cosas así? Quería arrancarle esa cara de
orgullo y satisfacción al berserker.
—Gracias —le dijo el a Huaisang.
Huaisang lo miró con un brillo especial en los ojos y se colocó a un centímetro de el, por detrás.
— Feng Mian tiene razón —dijo el con su nuevo tono de voz altivo, melódico y tan suave que podía dominar a masas. —No hemos venido aquí a...
— Feng Mian, me la puede chupar si quiere... —espetó acercándose a el de un modo visceral. —¿Por qué ya no eres humano?
Wei Ying intentó apartarse de él, pero sintió que alguien lo alejaba del meollo. A partir de ahí todo
fue muy rápido.
Los berserkers se hicieron enormes. No perdieron su aspecto de hombre, pero a todos les
creció el pelo hasta la cintura. Las uñas de los pies y las manos se les alargaron. Los músculos de todo su cuerpo estallaron y doblaron su peso y su masa. Los ojos se les oscurecieron dejando sólo una pupila amarilla que se dilataba cada vez que golpeaban a un vanirio. Y de sus bocas salían cuatro incisivos afilados dispuestos a hincarles el diente a todo aquél que no tuviera pelo.
Wei Ying se escondió detrás del coche, pero caminó lo suficiente para buscar con los ojos a Wangji.
Wangji era prácticamente invencible. Berserker que se le tiraba encima, berserker que echaba a volar por los aires. Era cruel y muy violento en la lucha. Golpeaba a diestro y siniestro sin ningún
tipo de inhibición. Era un animal y no lo ocultaba.
Había una indiferencia entre vanirios y berserkers. Una muy visual. Los berserkers eran
animales salvajes, llenos de furia y completamente descontrolados. Los vanirios eran guerreros
fríos y metódicos. Elegantes como un felino y letales. No necesitaban despeinarse para asestar una patada voladora.
Los gritos y los aullidos se entremezclaban hasta el punto de no saber de quiénes procedían.
Su abuelo Feng Mian y Huaisang se echaron encima de Wangji y empezaron a golpearlo por todos lados.
Wangji alzó la pierna desde el suelo y apoyó el pie en el estómago de Huaisang y lo lanzó hacia atrás. Acontinuación, se apoyó sobre los brazos y las piernas agachándose para esquivar una patada de Feng Mian. Cogió su pie al vuelo y lo hizo rodar por los aires.
De repente, lanzó un grito de dolor. Uno de los berserkers le había clavado las garras en la
espalda.
Wei Ying sintió una punzada de dolor al verlo. Le habían herido en esa espalda musculosa que el
había visto. Después, otro le arañó el pectoral.
Wangji cayó al suelo de rodillas pero volvió a levantarse enseguida. Era un atleta incansable. Sus heridas sangraban y le manchaban su camisa blanca, ahora desgarrada. Eran cortes muy feos y profundos, pero él parecía no sentirlo.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now