Capitulo 42

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Si vienen a por nosotros y nos alcanzan, tendremos que ser bólidos para inyectarnos éstas de aquí o ingerir éstas otras —
miró las pastillas y las jeringas.
—¿Efectos secundarios? —preguntó Wangji tomando la jeringuilla.
—Bueno —sonrió Xingchen, —después de la guerra necesitarás desahogarte o te dolerán tanto los huevos que no podrás sentarte. El veneno sale del cuerpo cuando las glándulas apocrinas que segregan el sudor se ponen en funcionamiento. La ansiedad y el dolor que sentiremos sólo se verán calmadas a través de la estimulación sexual. Pero ninguno de nosotros tiene problemas para encontrar a una hembra dispuesta —sonrió con vehemencia. —Sólo que no podremos conformarnos con una o uno.

Feng Mian y Wan Yin se rieron abiertamente. Wei Ying sintió que su corazón era pasto del dolor y de la ira.
Wangji iba a querer a más de uno si se inyectaba eso. Y puesto que él le había dicho que no era suficiente hombre, seguro que el no iba a hacerle falta.
Wangji lo miró desafiante, y parecía que se burlaba de el con la mirada. Wei Ying apartó los ojos con resentimiento.

—¿Qué hay dentro de las jeringas exactamente? —volvió a preguntar Wangji.
—Latrodectus mactans mezclado con metanfetamina, veneno de la viuda negra con un poco de droga. Si no nos inyectamos esto, probablemente nos caigamos desplomados al momento que una de estas preciosidades —cogió una bala— nos atraviese la piel.
—Está bien, Wan Yin. Prepara una bolsa de éstas para todos los guerreros berserkers y vanirios —ordenó Wangji pasándose la mano por el pelo negro. —¿Alguna cosa más que debamos saber?
— Por mi parte eso es todo.
—¿Y qué hay de lo que has obtenido tú del disco duro? — Feng Mian pasó el brazo por los hombros de Wei Ying y lo abrazó con posesividad.
Wangji gruñó. Mío. Agitó la cabeza intentando alejar aquellos pensamientos posesivos y se dispuso a hablar.

—La empresa tiene una intranet conectada únicamente para ellos —explicó mirándolo de reojo. —He obtenido códigos de acceso, passwords para entrar en la base de datos...
Wei Ying se cruzó de brazos y apoyó la cabeza sobre el hombro de Feng Mian, gesto que agradó sobremanera al berserker. Mientras Wangji explicaba cómo había asaltado el sistema de seguridad de Newscientists y había adquirido todos los emails enviados y recibidos entre toda la corporación, Wei Ying pensaba en lo mucho que le dolía el pecho.

Ésa misma noche había hecho el amor y había sido increíble. Se había sentido poderoso, hermoso... adorado. Miró las manos del vanirio, que gesticulaban abiertamente. Esos dedos habían estado dentro de el y habían agarrado sus nalgas para acompasarlo a sus movimientos, lo habían acariciado con una reverencia exquisita. Los labios de Wangji habían repasado su cuerpo, besado y mordido... y sus ojos de aquel verde tan intenso lo habían amado y admirado sin reservas. ¿Y ahora?
Wangji exigía una relación con el, lo exigía a el al doscientos por ciento, cuando Wei Ying nunca había estado atado a nadie. El vanirio lo quería a su lado, y no sólo las veinticuatro horas del día, sino para toda la eternidad. Y después de eso, de demandarle todas esas cosas... lo había vapuleado, y todo porque lo había ofendido con su negativa a ceder.
Era normal que Wei Ying se asusto. Aunque su naturaleza híbrida le había enseñado a sobrellevar lo de la sangre de un modo natural, había cosas a las que no era fácil acostumbrarse.

Desde que había tomado de su cuello, no había pensado más en lo que había hecho. Es más, estaba deseando volver a hacerlo. Miró los cuellos fuertes y bronceados de Wan Yin y Xingchen, incluso el de su abuelo. La más absoluta indiferencia para ellos. Sin embargo, era mirar la yugular de Wangji, su piel, sus músculos, sus ojos, oír su voz y, de repente, los colmillos le volvían a hormiguear.
Wangji era toda una sorpresa para el. Wei Ying mismo era toda una sorpresa para su propia conciencia. Los tres vanirios también lo eran. Beber de la sangre de Wangji no sólo lo había confortado sino que además le había revelado información sobre el resto de vanirios.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now