Capitulo 40

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—¿Tenías previsto para mí algo como lo que Gall le hizo a tu madre, verdad? —no titubeó ni por un segundo. —¿Querías atarme a ti a la fuerza? Que fuera tu esclavo, que no es lo mismo que compañero. ¿Querías eso, verdad? De ahí que Lan Xichen recriminara tu comportamiento. ¿Qué hubiera pasado si hubieras encontrado a tu verdadera pareja? ¿Qué hubieras hecho conmigo?
Wangji apretó la mandíbula y frunció el ceño.

—Tendría que matarte. Correrías el riesgo de convertirte en un vampiro. Sin mi sangre, sin mi sustento, beberías de otros y te convertirías y eso es muy peligroso.
—No lo hubiera permitido. No habría dejado que ninguno de vosotros acabara con mi vida. Yo me hubiera entregado al sol, como decís vosotros.
Wangji se estremeció al pensarlo.
—Pero yo no sabía quién eras en realidad. Aunque desde que te vi titubeé en mi decisión, pero no lo quise reconocer —se encogió de hombros, conforme con su contestación. —Luego las cosas fueron como fueron... —deslizó sus manos hasta sus caderas y las dejó allí. —Si no hubieras provocado lo que provocas en mí y tan sólo fueras un humano inocente y no quién eres en realidad te habría dejado libre y con un buen lavado de cerebro. Pero eres quién eres y ahora estás aquí.
Sus palabras a veces frías y sin emociones no concordaban con su manera tierna y dulce de tocarlo. Wei Ying no se dio cuenta de que retenía el aire hasta que lo exhaló nerviosamente cuando él lo acercó a su cuerpo.

—No te doy miedo ¿verdad? Después de todo lo que has visto de mí... —No exactamente.
¿Debería tenerte miedo, Wangji? —no era miedo lo que tenía, sino terror a que él acabara convirtiéndose en alguien indispensable para el. Wei Ying jamás había dependido de nadie.
Wangji era un hombre peligroso. Un luchador, un guerrero y un rival mortal para cualquiera que se enfrentara a él. No tenía compasión en el campo de batalla y además disfrutaba de lo que les hacía a sus adversarios. Era un verdadero artista de la guerra, en el caso de que la guerra tuviera algún tipo de arte. Pero era un hombre apasionado y lleno de recuerdos amorosos. Amaba a sus padres y se los habían arrebatado. Quería a Zi Xuan con devoción y se lo habían arrebatado. Ambos se habían salvado la vida mutuamente en varias ocasiones, pero Zi Xuan había desaparecido una vez de su vida y ya no lo había vuelto a ver más. Ahora sólo le quedaba Lan Xichen, su única familia. En más de dos mil años de existencia no había conseguido vincularse con nadie más que no fueran el, su padre Zi Xuan, Wan Yin y Xingchen. Era celoso de los suyos y muy protector. En el clan todos lo respetaban y lo consideraban el líder después de la muerte de Zi Xuan. Y él actuaba según esa etiqueta pero no por aparentar nada, sino porque eran valores que estaban en su propia naturaleza, en su corazón. No daba nunca el brazo a torcer, porque casi siempre llevaba razón, como también creía al cien por cien que él llevaba la razón respecto a Wei Ying y su relación con el.
Era un hombre duro e imponente por fuera, pero cuando ese caparazón se agrietaba, aparecía parte del niño que una vez había sido y el miedo por perder a aquellos que quería lo dejaba indefenso e inseguro. Sólo el había visto esa parte de él y por eso él quería someterlo
constantemente. Él quería mandar. No le gustaba sentirse débil ante el ni ante nadie.
Wei Ying tenía muchísimo poder sobre él, y se sentía turbado por el descubrimiento.

—No tienes que tenerme miedo si te portas bien, pequeño.
Wei Ying alzó las cejas incrédulo.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Somos pareja, ángel. Tienes que obedecerme.
—Espera, espera —le dijo el sacudiendo la cabeza. —Lo que has dicho no me gusta nada. Nos hemos acostado pero —lo empujó intentando liberarse de su abrazo— eso... no quiere decir que yo te pertenezca, ni que tú me pertenezcas a mí ni nada que se le asemeje... ¿me oyes? Suficiente estoy haciendo al tomarme con la máxima calma posible todo lo que me ha sucedido como para que ahora me tenga que regir a tus objeciones Wangji lo apretó más contra él hasta que ni el aire corría entre sus cuerpos desnudos. — Wangji, no. Basta.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now