Capitulo 32

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—Agárrate, principe —murmuró Wangji con una sonrisa traviesa.
En un abrir y cerrar de ojos se colocaron en posición horizontal. Wei Ying gritó y le clavó las uñas en el pecho.

A Wangji casi se le saltan las lágrimas. Tenía todavía las heridas del pecho abiertas desde la lucha entre los berserker y vanirios. Tenía que beber de el para que cicatrizara todo su cuerpo o pronto moriría. Le estaba costando mantenerse en el aire.
—¿Estás asustado, niño?
—No.
—Estás tenso.

—¿Qué esperabas? Estoy volando, y además no me gusta esta posición. Por supuesto que estoy tenso. ¿Nunca se os ha cagado una paloma encima?
Wangji se echó a reír abiertamente. Le gustaba su sentido del humor. Lo apretó más contra él y lo cambió de posición. Él abajo y Wei Ying arriba.
—No seas presumido, Wangji —dijo Lan Xichen irritado.
Wei Ying asombrado, le sonrió con la misma irritación. Pero le había encantado su risa.
—Creído —murmuro el.

Wangji respondió con otra sonrisa deslumbrante y con el ego hinchado. Armándose de valor recogió el pelo de Wei Ying y se lo enrolló entero en una mano. Lo mantuvo agarrado, como si su mano fuese una goma de sujetar coletas.
—Así, tu precioso pelo no se enredará —le explicó. —Y tú podrás agarrarte mejor a mí.
El tembló y se agarró a las solapas de su chaqueta, apoyando la cara en su pecho de granito.
No iba a llevarle la contraria en esas condiciones. —Lo que tú digas, pero no me sueltes. —Vamos allá, precioso.
Adquiriendo la velocidad del viento, surcaron los cielos ingleses. Cielos fríos, con restos de olores de la urbe, pero abiertos y a la vez infinitos para ellos tres.

En diez minutos se plantaron de nuevo en Londres, en una de las calles más caras de esa ciudad. Kensington Palace Gardens. Un gran ejército de árboles decoraba la calle, que por cierto no era totalmente llana,sino que estaba ligeramente inclinada.
Cuando aterrizaron, Wei Ying tardó unos segundos en soltarse de las solapas de Wangji.

—Ha sido... increíble —reconoció tirando de su pelo para que Wangji soltase su melena.
—Sí —le dijo él con los ojos brillantes. Le peinó el pelo con los dedos en un gesto íntimo y territorial y lo dejó libre.
Wei Ying se aclaró la garganta, apartándose de él, intentando disimular sin éxito las mejillas sonrosadas. Se recogió la melena en un moño mal hecho.
—¿Qué hacemos aquí? —miró las extraordinarias mansiones que poblaban la avenida. —
¿Quién vive aquí? ¿El presidente?
Wangji y Lan Xichen, se miraron y sonrieron.

—El rey de Arabia Saudita, Abdallah. El rey mundial del acero, el propietario de la más poderosa inmobiliaria de Inglaterra, el sultán de Brunei, etc... —Enumeró Wangji como quien se cuenta los pelos de la nariz—.
—Muertos de hambre, por lo visto —comentó Wei Ying con cinismo.
—Todos muy, muy, muy millonarios.
—Bueno... ¿Y qué hacemos aquí? —volvió a preguntar Wei Ying frunciendo el ceño. —Creí que
íbamos a hacer guardias. —Tu padre, dejó una casa aquí —respondió Lan Xichen.

—¿Cómo dices? —se echó la melena hacia atrás y ll miró con las cejas levantadas y los ojos lilas
abiertos.
—Tu padre era muy rico.
—Todos los vanirios somos bastante ricos —explicó Wangji con una amplia sonrisa. — Zi Xuan tenía empresas de construcción. Vendió sus acciones y se enriqueció. Además, tiene una gran cantidad de terrenos a su nombre y un montón de propiedades valoradas en millones de euros, aparte de importantes sumas de dinero invertidas en borsa y demás... En fin, ésta es una de sus casas.

Señaló una impresionante mansión de estilo Victoriano, cercana al siglo dieciséis. Era un palacio portentoso, uno de esos que deja a todo el mundo que lo ve asombrado y con ganas de casarse con el heredero.
Wei Ying estaba pasmado. Ni siquiera la casa de su abuelo era así y eso que él tenía mucho dinero.
Por fuera, se vislumbraban varias alas en la misma casa. Maderas de calidad, algunas
decorativas y otras que realmente formaban parte de la estructura, daban a entender que era unamansión de estilo Tudor moderna. Toda la fachada estaba recubierta de mimosas que ascendían por la pared blanca y perfectamente mantenida, aunque éstas no llegaban arriba del todo, con lo que muchas de las ventanas de madera oscura de la segunda y de la tercera planta podían mostrar su cuerpo perfecto.
Caminaron hacia ella.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now