Capitulo 26

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LOS AMPLIOS jardines de la mansión de Feng Mian estaban iluminados por las antorchas de suelo. El fuego de éstas centelleaba creando una atmósfera de sombras y secretos, de revelaciones y pactos. Había una zona con varias banquetas de piedra dispuestas en un radio circular. En el centro de ese círculo, clavado en el suelo, se hallaba el bastón del concilio.
En el interior, Huaisang, Mingjue, Feng Mian y Wei Ying hablaban sobre los temas que se iban a tratar en la reunión.

Wei Ying estaba sentado con Brave en brazos. Mientras lo acariciaba y le hacía masajes, el perro lo miraba con adoración respirando por la boca y con la lengua larga y rosada fuera.
Pensaba en las palabras de Wangji. «Te he quitado muchas cosas.» Realmente parecía estar
arrepentido por lo que había pasado entre ellos. Como si él no fuera así.
Le dio una galleta Chips Ahoy a Brave mientras pensaba en él. Siempre le había costado negarle
nada a su perrito. Wangji.

No sabía nada de él ni siquiera si tenía apellidos. Tampoco sabía nada de sí mismo. ¿Qué
deseaba? ¿Qué instintos tenía? ¿Había cambiado algo la disculpa y la sorpresa de Wangji?
Los berserkers, especialmente Huaisang y su abuelo, se habían quedado estupefactos al escuchar de boca de Wei Ying lo que había pasado.
¿Un vanirio que pedía perdón? ¿Un vanirio que llevaba un cachorro de lobo siberiano?
Ahora los cuatro esperaban en silencio la llegada de los vanirios.
Feng Mian le ofreció el brazo a Wei Ying y el se levantó y lo tomó con gusto. Su abuelo era todo un caballero.

Se dirigieron al exterior. El ya percibía ese olor  que lo volvía loco. Wangji
ya estaba muy cerca, de hecho, se quedó tieso cuando lo vio apoyado de brazos cruzados en el
bastón del concilio. Tras él, los seis encapuchados del consejo, su hermano Lan Xichen, Wan Yin y Xingchen y unos cuantos vanirios más que nunca pasarían desapercibidos. ¿Por qué razón todos, fuesen
hombres o mujeres, parecían salidos de una revista de moda?
Brave se apartó de los pies de Wei Ying y avanzó hasta llegar a Wangji. Lo olisqueó, se sentó
enfrente de él y empezó a ladrarle y a mover la cola.

Wei Ying se sintió un poco celoso al ver lo bien que se llevaba Brave con Wangji. Pero luego se
sintió violento al ver que no sabía de quién de los dos tenía celos, si era porque Brave se llevaba
bien con él o si era porque Wangji se llevaba mejor con su perro que con el.
Wangji se agachó y le sonrió abiertamente. A Wei Ying casi se le para el corazón. La sonrisa más
espléndida del mundo, la más cautivadora que jamás había visto, era la de ese hombre.

Se pararon justo delante de él. Wangji se levantó del suelo con Brave en brazos. Le acariciaba el
cogote con dulzura a pesar de sus enormes manazas. Y el perro se rendía a él.
Wei Ying pensó que Brave era un traidor. Pero luego desechó el pensamiento al ver la imagen tan tierna que ambos plasmaban.
Wangji alzó la vista del cogote de Brave, miró a Feng Mian y luego a Wei Ying.

—Hola de nuevo —dijo él alzando una ceja.
—Hola a todos —contestó Feng Mian mirando a los vanirios.
Wei Ying miró hacia atrás y vio que no sólo estaban Huaisang y Mingjue, sino que veinte berserkers más se alineaban tras ellos. ¿Cuándo habían llegado?
Miró al frente y vio que los seis encapuchados se liberaban de sus capuchones. Beatha inclinó la
cabeza hacia Wei Ying y el resto de vanirios hicieron lo mismo. Menos Wangji, que dejaba a Brave en el suelo para luego, mientras se incorporaba, repasaba  de arriba abajo, hasta cernir la mirada a esos ojazos rasgados de color lila, de pestañastupidas y curvadas.
La mirada del embrujo. Los ojos de su cáraid, Wangji. Le había prometido que no entraría en su mente, que no hablaría con el telepáticamente.
Pero quería decirle muchas cosas sin que nadie los oyera. Sin embargo, no rompería su palabra.

Wei Ying debía confiar en él.
Beatha y Gwyn se adelantaron y se colocaron al lado de Wangji, frente a A Wei Ying. Beatha lo miró con los ojos llenos de pesar y de vergüenza.
—No sé si nos merecemos tu perdón, pero necesitamos expresarte lo arrepentidos que
estamos por lo sucedido. Wei Ying, te rogamos misericordia.
Luego todos hicieron algo que no estaba preparado para ver. Se arrodillaron ante el y
agacharon la cabeza. Beatha siguió volvió a hablar.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora