🔞Capitulo 49🔞

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Wangji soltó su pierna y llevó su mano a su vientre, apretándolo y obligándolo a sentir cómo él se movía a la altura de su ombligo, obligándolo a sentir sus propios espasmos musculares. Wangji no cesaba en su ritmo, no parecía agotarse, y Wei Ying se sentía hinchado y sensible. Él desclavó los colmillos del hombro de Wei Ying, liberándolo, pero no detuvo sus envites.

Wei Ying siseó y volvió a apoyar la cabeza en el hombro de él. Tomó la mano de Wangji que seguía sosteniendo sobre su corazón y la llevó hasta su entrepierna. Inclinó la cabeza hasta el mentón obstinado del vanirio y deslizó sus labios suavemente hasta su boca entreabierta buscando un beso.
Él giró la cabeza en su dirección y rozó su mejilla con la nariz. Wei Ying tomó aire. Wangji estaba sacudiendo su cuerpo tenía un animal afrodisíaco en su sangre, pero Wangji seguía ahí con el intentando ser tierno, intentando darle placer. No le haría daño. Eso lo tranquilizó.

Wei Ying guió los dedos de Wangji hasta su miembro y lo instó a que jugara con el sintió un placer unico.
Al mismo tiempo, levantó un poco la cabeza y apresó su labio inferior, lamiéndolo y succionándolo Wangji abrió la boca y le ofreció la lengua perversamente y el la aceptó también ofreciendo la suya. Luego los labios se juntaron y se unieron en un beso húmedo y arrollador que los llenó de más inquietud y anhelo.
Wei Ying se apartó para poder respirar y reclamó su atención con los ojos entrecerrados, moviendo las caderas para frotar su miembro contra los dedos de él.

Wangji, que seguía moviéndose sin tregua en su interior, alzó una ceja divertido, pero no movió ni un solo dedo.
—¿Qué quiere mi guerrero? —su voz sonaba enronquecida por el placer.
—Acaríciame dijo contra sus labios sin ninguna vergüenza. —Acaríciame aquí —apretó los dedos de él contra su miembro.

Wangji se deshizo ante su ruego.
—Lo que tú desees —lo besó con tanta fuerza que el creyó que iba a perder el conocimiento.
Sus dedos encontraron diestramente el miembro hinchado y lo froto con más fuerza. —Todo lo que desees, todo, te lo daré.
Wei Ying gimió y permitió que él entrara aún más profundamente llegando a su punto más sensible. Las llamas recorrieron su cuerpo.
El viento entró a través de las ventanas y los refrescó, pero no había nada que pudiera detenerlos, nada que pudiera apagar el fuego de sus cuerpos acoplándose.

Los músculos internos de el palpitaron con tanta fuerza en su orgasmo que provocaron que
Wangji eyaculara violentamente. Gritó contra la espalda de Wei Ying y a ambos les flaquearon las
rodillas. Se deslizaron de la pared al suelo, todavía unidos.
Wei Ying permanecía sentado sobre los muslos de Wangji. Él estaba dentro de el como una estaca y respiraba agitadamente contra su espalda. Tenía las dos manos apretándole los pezones de manera acaparadora, casi cruel.

Wei Ying respiraba fuertemente, intentaba recuperar el conocimiento con el cuello echado hacia atrás y apoyado por completo en el hombro de él. Abrió los ojos y vio los ojos famélicos e implorantes de Wangji que lo miraban pidiendo más.
El se meció de nuevo en su interior, sin pedirle permiso, simplemente tomando de el cuánto
quería, y el se rindió.

Wangji deslizó una mano de nuevo hasta su parte más íntima y volvió a frotar su miembro,
pero el siseó al sentirlo demasiado estimulado.

—Espera —le pidió el deteniendo su mano.
—No puedo —contestó él levantándose con el encima y llevándolo al baño. Con una orden mental abrió el agua de la ducha de multichorros y lo metió dentro.
Con cuidado dejó que el hiciera pie en el suelo y se salió de su interior exhalando el aire dolorosamente. Wei Ying se apoyó en la pared y dejó que el agua humedeciera todo su cuerpo, pero los chorros lo estimulaban más que la relajaban. Estaba demasiado excitado. Oyó a Wangji tirar algo al suelo. El se giró para verlo y se encontró con el pecho de él a un centímetro de su cara. El agua corría por su piel, como la corriente de un río sobre las rocas. Volvía
a arrinconarlo contra la pared y su erección seguía como un mástil impertérrito, tocando su ombligo. Wei Ying sonrió. Era como un león, no dejaba a su presa hasta que acababa con ella.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora