Capitulo 5

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El dejó de mecerse. Tenía miedo, mucho miedo por lo que le pudiera hacer. No entendía nada. No sabía si era un simple ladrón o alguien que llevaba espiándolos durante mucho tiempo para preparar un golpe. ¿Y si era simplemente un psicópata violador? Pero no podía ser sólo eso. Lo miraba con odio y resentimiento, como si el le hubiera hecho algo horrible. Pero eso era imposible. Nunca se había llevado mal con nadie, ni había hecho daño a nadie. Sintió como una mano fuerte se cernía sobre su cabeza y cerraba el puño sobre su cabello. Volvió a tirar de el hasta alzarlo. El intentó clavarle las uñas en las muñecas, pero el monstruo no respondía al dolor.
Lo lanzó de nuevo contra la pared, esta vez con más fuerza. El se quedó sin respiración por el impacto y luchaba por conseguir que una bocanada de aire entrara a sus pulmones.
Wangji miró como su pecho se bamboleaban. Lo tomó de la barbilla antes de que cayera al suelo, y lo obligó a que lo mirara, aunque el luchaba con fuerzas para evitarlo.
—Mírame —le exigió con aquella voz seductora.
El sintió un calor súbito que lo invitaba a obedecer. Aquella voz era sexy, seductora. Seguro que si le pedía que tocara la flauta mientras pintaba un cuadro con los pies, el lo haría a ciegas.
Temblando obedeció y deseó al instante no haberlo hecho nunca.
Su rostro no había cambiado mucho, pero a su boca le habían salido unos colmillos más puntiagudos y largos que los de Brave, y su mirada, había dejado de ser bonita y cruel, para convertirse en una mueca llena de oscuridad y pecado. Era la boca de un depredador. Pero, aun así, no dejaba de parecerle hermoso. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué era él?
—Ya sabes lo que soy —contestó él casi leyéndole la mente. —Tú y tu padre nos dais caza, así que no te hagas el inocente.
Wei Ying no podía cerrar los ojos. Tenía que ver aquel espectáculo para cerciorarse de que era
real.
—No sé de qué me estás hablando —susurró el con los ojos anegados de lágrimas.
—¿Así que no sólo eres cómplice de asesinato, sino que también eres una mentiroso?
—No sé de qué me estás hablando —volvió a gritarle a un suspiro de su cara. Observó bien sus dientes y sus ojos. —No creo en los va... vampiros. °Y seas lo que seas, psicópata asqueroso, no sé qué quieres de mí. Y si qui... quisieras algo, no obtendrías nada trata... tratándome así.
¿Se estaba encarando con él? Wangji volvió a cogerle las muñecas y a sostenerlas contra la
pared, sobre su cabeza.
—Me da igual cuanto te resistas. Al final voy a ser tan duro contigo que serás tú quien pidas clemencia. Lo revelarás todo —su voz cortaba como una espada. —Habéis matado y perseguido sin tregua a los míos. Los sometéis a todo tipo de experimentos, los rajáis, los mantenéis con vida para luego torturarlos y ver cómo responden a vuestros ataques.
—Creo que te... te confundes de persona —las rodillas se le doblaban, los dientes le
castañeteaban y estaba a punto de desmayarse. —Mira, porque no te vas y hacemos co... como si nada de esto hubiese pasado... Yo no... no... di... diré nada.
—Puto cobarde —le dijo con asco. —Te diré lo que voy a hacer contigo. Primero, vamos a subirte al coche que hay abajo esperando. Te llevaremos con un avión privado a Londres. Ahí te llevaré a una sala con cristales en todos lados— echó un vistazo a sus dulces pecho y a sus oscuros pezones. Dios, sí que estaba bien formado. Sin poder evitarlo, le abrió las piernas con las suyas y se colocó entre ellas. Presionó su erección entre las piernas de el, levantándola un
centímetro del suelo mientras que con la mano libre, cogió con dureza uno de sus pezones. Era tan suave...
—No... Por... Por favor... Para —sollozó intentando cerrar las piernas.
Wangji lo miró a la cara. Sentía el calor de su entrepierna como una invitación. Quería desgarrarle el short y hacer con su cuerpo cosas prohibidas en algunos estados. El estaba sonrojado, las mejillas las tenía húmedas de llorar, y un leve sudor cubría su cuello haciéndolo brillar. Brillaba para él. Su mirada quitaba el aire, aun teniendo los ojos llenos de lágrimas. Y aquella boca...El animal que llevaba dentro estaba a punto de saltar a devorarlo en todos los aspectos. Pero debía de esperar. Todavía no.
Con el dedo índice y el pulgar, agarró un pezón y lo frotó esta vez con más delicadeza. Hacía un momento le había agarrado el pecho con violencia, y ahora estaba haciendo que se excitara.
—Mírate, Wei Ying —le susurró lamiendo el lóbulo de su oído.
El respiraba entrecortadamente. ¿Era eso una especie de caricia?
—Escúchame —prosiguió mientras le acariciaba el pecho, intentando calmar su ansia por, para qué iba a negarlo, poseerlo ahí mismo. —Te encerraré conmigo en esa habitación de cristales. Tu padre estará mirando. Los míos estarán mirando. Te ataré a la cama, te desnudaré y jugaré contigo de las maneras más inverosímiles que hayas imaginado jamás, hasta que cantes todo lo que sabes. Y lo más vergonzoso será que tu padre estará presente para ver como su tierno hijo, se corre conmigo tantas veces como yo quiera y verá cómo lo traiciona sintiendo placer con alguien como yo. Algo que odiáis.
Wei Ying no podía creer lo que le decía. ¿Cantar el qué? ¿Lo iba a poseer en público?
—Eres un monstruo —lo miró a la cara sin amilanarse. —Mátame ahora. Mátame, por favor —le suplicó acongojado.
Lejos de parecer un chico tonto y acobardado, Wei Ying estaba demostrando mucho coraje en una situación límite como esa. Wangji hizo negaciones con la cabeza.
—No —contestó evaluando el peso de su pecho con la mano. —Tienes que pagar Wei Ying.
¿Mostráis clemencia ante los míos cuando están indefensos en vuestras salas de operaciones? —lo despreció con la mirada. —No.
—Esto tiene que ser un error —dijo débilmente. Esa mano lo estaba marcando a fuego. —Deja de tocarme así —gritó furioso.
Wangji levantó una ceja desafiándolo. Abrió la boca. ¿Qué iba a hacer? Le contestó inmediatamente cuando posó la boca sobre el pezón derecho.
Wei Ying se sacudió. Se sintió humillado y avergonzado por lo que le estaba haciendo. Pero sintió más vergüenza cuando un calor húmedo y palpitante se concentró en su entrepierna. Contrariado, se derrumbó y se echó a llorar sin control. La lengua de Wangji jugueteaba con su areola oscura y endurecida por las caricias. La lamía en círculos y la succionaba como si fuese un bebé. Soplaba el pezón y lo enfriaba, para luego volver a llevárselo a la boca con la misma ansia.
Wangji sabía que el chico estaba al límite. Sentía su miedo. El creía que lo iba a morder y a desgarrar el pezon. Cesó su tortura cuando descubrió lo cerca que estaba de hacerle eso. Sabía tan bien que estaba a punto de clavarle los colmillos... Alejó la boca del pezón y volvió a erigirse. Le sacaba una cabeza entera. Wei Ying ya no quiso volver a mirarlo. Ni quería, ni podía.
—Ya habrá tiempo para esto... Tu cuerpo responde a mis atenciones —lo dijo sintiéndose ganador. —Y no, no voy a desfigurarte. El se tensó al oír de su boca sus propios pensamientos. —Aunque te lo merezcas —continuó él.
—¿Qué eres? —preguntó con un hilo de voz y con la mirada clavada en el suelo.
—Según tú, algo que no merece vivir. Ése era otro de sus pensamientos.
—Lo creo, y me das razones para ello. Eres un monstruo que... que abusa de los indefensos —dijo con desprecio. —Un ser sin alma ni corazón que disfruta doblegando con sus coacciones a los demás. Y si los tuyos son así, si e... sa es vuestra naturaleza, entonces... es... espero que sigan torturándolos có... cómo dices que les ha... hacen. Aquello fue lo último que esperaba oír de el que parecía asustado de él, de un hombre
que era un asesino.
Una vena empezó a palpitarle en la sien. Un músculo de la barbilla, se movía sin control. Frunció el entrecejo y apretó más sus muñecas hasta que oyó un chasquido.
Wei Ying inclinó la cabeza hacia atrás y chilló hasta que se le acabó el aire. Juraría que le había roto la muñeca. Los hombros de el se sacudían en espasmos repetitivos. Intentó no llorar fuertemente. No quería darle nada de lo que él se alimentara. Se mordió el labio con fuerza para intentar olvidar el dolor de la muñeca derecha que todavía tenía sujeta junto con la izquierda.
—¿Crees que estoy jugando, Wei Ying? ¿Crees que disfruto de esto? Al contrario de vosotros, yo
no. ¿Me oyes? —lo zarandeó.
Los dioses bien sabían que no era así. Despreciaba tratar así a una persona, pero el estaba jugando con él. La ira lo consumía y la sed de venganza parecía actuar por él. Nunca antes había hecho daño ni un hombre ni una mujer. Ni siquiera ahora estaba seguro de haberlo hecho a propósito. No le había querido romper la muñeca así. Tenía que controlar más su fuerza con el. El era más frágil que él. Pero oír de su boca cómo hablaba de los vanirios lo descontroló.
—No voy a matarte. Te encadenaré a mí por la eternidad. Yo también pagaré por mis pecados, también me castigaré por lo que te haré —susurró de nuevo volviendo a alzarle la barbilla con la misma fiereza. —¿No crees? Te convertiré en uno de los nuestros y nunca nos libraremos el uno del otro. Serás mi puta para la eternidad. Para siempre —recalcó con odio.
El sintió cómo se le encogía el estómago.
—No quiero ser como tú —replicó. —Me mataré antes de que eso ocurra o encontraré el modo de matarte a ti. Nunca, antes muerto —repitió moviendo de un lado al otro la cabeza. —No sé qué es lo que te he hecho para que me trates así, pero te juro que estás equivocado —le dijo intentando parecer digno. —Me castigarás sin conocerme, sin razón. Yo soy inocente.
—¿Inocente?—arqueó las cejas mirándolo de arriba abajo con una mirada libidinosa. —Eso seré yo quien lo compruebe.
De un tirón lo apartó de la pared y lo instó a que caminara delante de él. El se tropezó y con la mano derecha se apoyó en el marco de la puerta para no caerse. Un dolor lo atravesó desde la punta de los dedos hasta el hombro y su frente se llenó de perlas de sudor. Nunca antes había sudado tanto en su vida. La debilidad le llegó a las piernas y luego el suelo se movió.
Wangji lo agarró de la cintura antes de que cayera en mala posición.
¿Qué hacía? ¿Por qué tenía en cuenta cómo iba a caerse? Como si las manos le quemasen lo volvió a empujar hacia delante.
—Camina —le ordenó.
Wei Ying reprimió una arcada y se paró en seco ante las escaleras.
—No te diré nada hasta que no me des algo con lo que taparme. ¿Estaba loco? ¿Por qué le había dicho eso? Así él iba a creer realmente que tenía algo que ver con esa locura que él le había contado... Pero ¿es que acaso ese monstruo iba a creer en el? No.
Esperó su réplica. Silencio.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now