Capitulo 22

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Wei Ying divisó a Lan Xichen, Wan Yin y Xingchen, que eran los únicos que conocía del otro bando. Eran excelentes luchadores. Lan Xichen saltaba de cabeza en cabeza como si fuera un experto samurái.
Elegante como un cisne. Veloz como una gacela. Letal como una pitón.
Wan Yin lo vigilaba con el rabillo del ojo y lo protegía para que no lo atacaran por la espalda.

Xingchen, sin embargo, era todo astucia y sutileza. Iba dando golpes específicos, sólo con dos dedos de su mano derecha y todo aquél que tocaba quedaba inmóvil en el suelo. No los mataba, pero podría hacerlo sin problemas. Parecía divertirse mientras luchaba.

Wei Ying corrió entonces a coger el bastón del concilio. Debía detener aquella guerra. Pero
entonces, un cuerpo que casi doblaba el suyo se colocó sobre el para protegerlo.
— Wei Ying, escóndete en el coche —le dijo Wangji cubriéndolo con su ancho cuerpo.

—Apártate... —le dio un empujón pero el vanirio no se movió.
—Pueden hacerte daño. Los berserkers ahora mismo no podrían diferenciarte de nosotros. Ve
al coche... —le ordenó ignorando los empujones que el le daba.
¿Se estaba preocupando realmente de el? Wei Ying resopló como un caballo y le dio un codazo
en la sien. Estaba loco si creía que podía darle órdenes.
Wangji se quedó de rodillas cubriéndose la cara y luego lo miró perplejo.

—Te estoy protegiendo... —le recriminó yendo de nuevo a por el.
Wei Ying volvió a golpearle en el estómago pero esta vez con el bastón del concilio, que en ese
momento no era muy conciliador.
Wangji cogió el bastón y lo lanzó al otro lado del descampado.
Wei Ying sacó el puñal de su cinturón y lo agarró de la empuñadura.
—No te acerques monstruo o te juro que te mato —le ordenó con una promesa llena de
amenazas.

Wangji miró el puñal y advirtió la inscripción gaélica que había en la hoja. Ése era el cuchillo de su amigo. ¿Qué hacía Wei Ying con el puñal personal de Zi Xuan?
No se lo pensó dos veces. Apartó el cuchillo de un manotazo y lo agarró de la nuca tirándole de
los pelos.

—Ahora mismo... ¿Me oyes? Ahora mismo me vas a decir qué hace el hijo de Ruo Han con el
puñal de Zi Xuan...
Volvía a pensar que estaba involucrado en lo de Newscientists y eso lo enfureció. Intentó
apartarlo con las manos golpeando su pecho, pero Wangji oía llover. Entonces vio las heridas
abiertas de su torso e introdujo los dedos como garras en ellas, hurgando entre los cortes y
clavándole las uñas. La sangre salió a borbotones y Wei Ying quedó hipnotizado por su color y su olor. Se quedó de piedra, tieso y rígido. Le entraron ganas de acercar su boca y lamerle las heridas.

Deseaba beber de él. Wangji reprimió un grito de dolor, pero volvió a zarandearlo del pelo y Wei Ying dejó de lacerarle el pecho, ajena al dolor de los tirones de Wangji. El lo miró con las pupilas
dilatadas y la boca entreabierta.
Deseo. Wangji se detuvo para mirarle la boca y esos ojos encendidos por él.
Sintió lo mismo que el y, luego, una gran incomodidad en el pantalón.
Intentando luchar contra aquella sensación de debilidad, Wei Ying llevó las uñas a la mano que le agarraba la cabellera y las clavó en la fuerte y dura muñeca de Wangji. Pero éste no respondía a los ataques de el. Tenía la mirada fija en los ojos de Wei Ying, concentrado en el, aislándose de la
batalla que tenía lugar en su tierra. Volvió a sacudirlo.

—Dímelo...
—Maldito seas, bruto abusón... —le gritó el a un solo centímetro de su cara. —Suéltame...
Wei Ying, se me acaba la paciencia... He dicho que me lo cuentes... —le envió un empujón
mental. Quería ver, saber, conocer su mente. —Dímelo, Wei Ying.
— Zi Xuan era mi padre —gritó con todas sus fuerzas y con los ojos llenos de lágrimas. —Soy su hijo, pedazo de animal...
La batalla campal que estaba teniendo lugar enfrente de ellos se detuvo bruscamente al oír los gritos de Wei Ying.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now