Capitulo 6

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—¿Puedes leer mi mente? —le preguntó ante su ausencia de respuesta por su condición. —
Léemela y averigua si te miento.
—No puedo entrar en tu mente. Tú sabes bien por qué. Tu padre te enseñó a protegerte. Hasta
ahora no he entrado en tu cabeza, sólo he adivinado lo que pensabas. Tu mirada es muy expresiva
cuando estás asustado, así que deja de jugar a que no sabes de lo que hablo. No eres inocente.
—Por favor —volvió a suplicarle todavía sin girarse. Apretó el puño de la mano izquierda, la
derecha empezaba a hinchársele y la muñeca había adquirido un color morado tirando a negro. —
Mi padre no me enseñó nada.
—Mientes.
—No... yo... déjame cubrirme —rogó. —No dejes que otros me vean. Oh sí. Realmente era muy
buen actor.
—Soy el menos indicado a quién pedirle favores de ningún tipo, Wei Ying. Tú ya no te perteneces a ti mismo. Ahora eres de los vanirios y te mirarán y te tocarán cuando yo lo diga. Eres mi Perra. Prepárate para perder la dignidad Wei Ying no podía ver que él sonreía, pero se irguió al sentir el regocijo que a él le causaba el poder decirle esas palabras. Volvió a empujarlo. —Ahora camina. Abajo te están esperando. Su vida se había acabado. Estaba indefenso, solo y medio desnudo. En manos de unos hombres que no eran humanos, que parecían vampiros de ésos que el creía posibles sólo en un mundo de ficción.
Hacía menos de una hora, tenía un futuro, una vida por delante. Y el era su único dueño.
Cincuenta minutos antes, el podía elegir con quién iba a hacer el amor, cuántos hijos iba a tener, qué proyectos iba a realizar... Ahora, ese hombre se lo llevaba como una esclavo.
Agachó la cabeza y arrastrando los pies descalzos bajó las escaleras.
Descendía al infierno.
Al llegar al salón, Wei Ying vio el cuerpo de Louise en el suelo. Abrió la boca para gritar, pero
enseguida ahogó el grito con la mano, mientras negaba con la cabeza. No podía estar pasando, no podía ser.
Louise tenía los ojos entornados por debajo de los párpados, la boca abierta y el cuello roto.
Estaba muerto.
Wangji frunció el ceño al ver el cadáver. ¿No habían dicho que sólo iban a tomar a Ruo Han y a Wei Ying? Sólo a ellos. No había necesidad de matar a nadie. Guangyao —gruñó Wangji notablemente irritado. Guangyao no contestó.
Wangji instó a Wei Ying a que siguiera caminando. El estaba bloqueado, casi en shock. Se tapaba el pecho con los antebrazos, intentando abrazarse a sí mismo, mientras los temblores y el sudor frío lo sacudían.
Guangyao — Wangji volvió a llamarlo mientras observaba al chico, que no podía controlar los espasmos.
Al llegar al salón, Guangyao tenía cogido a Ruo Han del cuello. Lo había alzado y estaba bebiendo sangre de su cuello desgarrado.
Wei Ying cerró los ojos con fuerza intentando recuperar el control de su respiración. Estaba hiperventilando.
El cuerpo de su padre colgaba sin vida de las manos de ese hombre. La sangre chorreaba desde su cuello, manchando su camisa blanca, sus pantalones y sus zapatos. Los pies todavía sufrían algunos tics involuntarios y de la punta de la suela, el líquido rojo goteaba hasta formar un gran charco en el suelo.
Guangyao, no —gritó Wangji corriendo hacia él.
Guy dejó caer el cuerpo sin vida del padre de Wei Ying haciendo que su cabeza golpeara fuertemente sobre el parqué. Luego, el vanirio inclinó la cabeza hacia atrás, apretó los puños y rugió como lo haría propiamente un león.
Wei Ying quiso taparse los oídos pero, si se los tapaba, dejaría descubiertos sus pezones. Le daba igual. Habían matado a Louise, a su padre y su perro Brave yacía inconsciente en su habitación.
¿Qué más le daba que le fuesen a ver? Aun así, no los descubrió. Con el rostro pálido y la mirada ausente, se dejó caer de rodillas al suelo.
Wangji observó cómo se rendía, y se debatió entre ir a por el y ayudarlo a levantarse o coger a Guangyao y zarandearlo.
—Los chicos ya vienen hacia aquí, Wangji —la mirada hambrienta de Guangyao repasó a Wei Ying de pies a cabeza. Con el antebrazo se limpió la sangre que caía por las comisuras de su boca. —Fíjate, qué bueno está el muy...
Wangji lo agarró del cuello de la camiseta y lo alzó zarandeándolo.
—¿Te has vuelto loco, Guangyao? —le enseñó los dientes. —¿Por qué lo has matado?
—Ahora sí que he vengado a mi hermano.
—No has vengado a nadie si no nos sirve para coaccionar a los demás. ¿Crees que nos llevarán hasta los capos si lo has matado? ¿Qué crees que temerán perder ahora? ¿Eh? —lo zarandeaba con rabia. —Estúpido. Te has cargado a su mejor científico.
—Aún lo tenemos a el —replicó él agarrándole de las muñecas y fijando sus ojos en Wei Ying.
Cuando el sintió que ese asesino lo miraba, se levantó de repente y se arrinconó en una de las esquinas del salón.
—Lo has echado a perder todo —susurró Wangji dejándolo en el suelo.
—No te preocupes, Wangji. El nos llevará a todos los demás —añadió Guangyao.
Dos hombres más, vestidos de negro y de largas melenas negras y lisas aparecieron en el salón.
Wei Ying miró a los cuatro seres que había en el salón. Sus espaldas doblaban las de el. Eran increíblemente fuertes y corpulentos.
Uno de los hombres que había entrado llevaba el pelo recogido en una cola alta. Tenía los ojos azules claros, el mentón obstinado, una ceja partida y unos labios muy seductores.
El otro se sujetaba el pelo con un cordel negro a modo de diadema. Los mechones largos caían por su nuca hasta llegar a los hombros. Sus pestañas onduladas y largas enmarcaban unos ojos de color azul oscuro. Los labios gruesos dibujaron una sonrisa traviesa.
Este último miró a Wei Ying, que estaba contra la pared y haciendo negaciones con la cabeza.
—Empezasteis la fiesta sin avisarnos —dijo con un acento sensual. Lo miró de arriba abajo
ignorando el cuerpo de Ruo Han. —Ñam, ñam...Wei Ying se abrazó con más fuerza.
— Wangji —dijo el otro chico. —¿Quién se ha comido a Ruo Han?
—Fui yo —dijo Guangyao señalándose a sí mismo. —Vosotros no entendéis lo que yo siento. Este perro mató a mi hermano, mi-her-ma-no —marcó con énfasis. —Cuando lo he tenido enfrente, no... no he podido controlarme —dio una patada al cuerpo muerto del suelo.
— Zi Xuan también era mi mejor amigo —le cortó Wangji. —Te has comportado de un modo indisciplinado, Guangyao. Has desobedecido las órdenes. Xingchen, Wan Yin —miró a los dos Chicos. —
¿Está todo listo?
Xingchen que era el de la cola de caballo, asintió mientras pasaba por el lado de Wangji y se dirigía a Wei Ying. Éste intentó recular, pero tras el sólo estaba la fría y dura pared.
—Los coches están en la cabina del guarda —dijo Xingchen mientras le miraba las manos que cubrían sus pezones. Estaba a un palmo de el. —Los aviones están esperándonos. Y tú —le miró a la cara— no deberías cubrirte si no quieres que nos enfademos —le susurró a un suspiro de su cara.
Guangyao se alejó de Wangji y con pasos rápidos se dirigió hacia donde estaba Wei Ying.
— Xingchen —le dijo Guangyao poniéndole el brazo por encima a su compañero. —¿Lo probamos?
Wei Ying se dejó caer al suelo mientras su espalda resbalaba por la pared. Quería morirse
—¿A la vez? —preguntó Guangyao ahogando una risa. —¿Crees que podrá acogernos a los dos?
—No sé tú —dijo Xingchen alzando una ceja, —pero yo la tengo enorme.
—Entonces, tú con su boca y yo por detras—Yo la tengo más grande que tú.
—Hijos de puta... —susurró Wei Ying alzando su mirada hacia ellos. Los ojos humedecidos. —No sé quién era tu hermano, pero si era como tú —le dijo a Guangyao, —espero que antes de descuartizarlo le desgarraran el culo con una estaca.
Xingchen silbó y arqueó las cejas. —Guau, vaya lengua. Guangyao miró el gesto divertido del chico y luego lo miró a el.
Lo agarró de la muñeca rota y lo levantó. Wei Ying vio las estrellas, estuvo a punto de perder el conocimiento. Lo dejó contra la pared y le lanzó un puñetazo en la cara. Lo vio todo negro. Sintió un regusto a hierro en la boca, y un dolor frío y abrasador a la vez en el pómulo. Las manos violentas de Guangyao lo arrojaron de cara a la pared, pegó sus muñecas a su espalda y le separaron las piernas mientras él se apretaba a su cuerpo.
—Entonces, tú me dirás si le gustó a mi hermano o no cuando yo te meta mi estaca en el tuyo.
—Suéltalo.
La voz de Wangji se oyó en toda la mansión. Guangyao se giró para mirarlo por encima de su hombro. Wei Ying no dejaba de sollozar, y de temblar como un animal indefenso. Eso es lo que era el, un animalito indefenso en manos de cuatro lobos hambrientos.
—¿Por qué? —preguntó Guangyao mientras apretaba su cuerpo a sus nalgas.
—Si no lo sueltas, tú y yo tendremos un serio altercado —le advirtió con el rostro lleno de rabia.
—Al ser los más cercanos a Zi Xuan, acordamos con el clan que decidiríamos cómo llevar a cabo nuestra venganza. ¿No es cierto? —rugió Wangji, amenazador.
Guangyao miró la nuca de Wei Ying y luego lo miró a él. Finalmente asintió con la cabeza.
—Bien, Guangyao. Tú te has encargado de su padre sin compartirlo ni conmigo ni con nadie. Xingchen y Wan Yin están aquí para atestiguarlo. ¿No es así? Los dos chicos asintieron.
—Entonces creo que es mi derecho disfrutar de Wei Ying yo solo —prosiguió Wangji. —Conmigo y para mí. No tengo por qué compartirlo contigo, y si le tocas un sólo pelo más, te aseguro que te retaré a muerte. A ti, o a quien sea —miró a Wan Yin y Xingchen. —¿Queda claro?
Wei Ying se sobresaltó al oír la determinación glacial con la que Wangji intentaba protegerlo de ellos. Guangyao lo soltó y dejó que sus colmillos retrocedieran.
—Queda claro, Wangji.
—¿Queda claro? —gritó mirando a los otros dos. —Clarísimo —respondieron intimidados.
—Quiero mi venganza tanto como tú, Guangyao —le dijo más calmado. —Pero hay cosas que no las apruebo, como por ejemplo tu conducta de hoy. Cuando lleguemos a Inglaterra, tendremos una charla para recordarte cual es el código de conducta vanir. Wei Ying va a ser mío. No quiero que lo uséis y me lo devolváis en mal estado. Hoy no lo tocaréis.
Wangji miró la bonita curva de la espalda de Wei Ying y sonrió de lado.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Where stories live. Discover now