𝒞𝒶𝓇𝒹𝒾𝑔𝒶𝓃 ❗️Pedri González

O27 ━━━━ dias juntos

capítulo veintisiete
( 𝗰𝗮𝗽𝗶𝘁𝗼𝗹 𝘃𝗶𝗻𝘁-𝗶-𝘀𝗲𝘁 )

Tenía ganas de lanzar la computadora al suelo. No aguantaba más, mi cerebro ya no recibía más información. Había estado estudiando por horas, y aún seguía sin aprenderme el tema.

Estábamos en tiempo de exámenes, y yo había faltado por mucho tiempo, así que estaba poniéndome al día al mismo tiempo que estudiaba para las prácticas de la semana.

Mis papás y hermanos aún no regresaban a España. Todos los jugadores aún tenían un descanso de dos semanas más por los torneos que se habían jugado. Por ello que decidieron irse a pasarla en Miami.

Mientras que ellos veraneaban yo cagandome de frío aquí, y resaltando información en miles de libros.

¿Para que era que queríamos ser grandes?

— Ya regresé — la puerta de la casa se abre, y me deja ver a un Pedri vistiendo ropa deportiva, junto con una caja dorada en las manos. Reconocía lo que era, a kilómetros.

Me olvide el detalle de que, he estado pasando mucho tiempo junto a Pedri en su casa. Ahora que estoy sola en casa, casi siempre me está invitando a quedarme aquí, y no me quejaba.

— ¿Sigues con todo eso? — llega a donde estoy, y deja un beso en mi cabeza, para luego dejar los chocolates en la mesa — Para que te relajes un poco.

— Gracias — levanto la cabeza, estirando un poco los labios. Y logro mi cometido porque me da un beso suave y rápido — ¿Que tal estuvo el entrenamiento?

Va hacia la cocina, donde supongo que deja las demás bolsas que trae consigo. Pedri era una especie de padre de familia atrapado en un pibe de 19 años. Era muy hogareño, y eso era otra cosa en la que coincidíamos.

— Estuvo bien — vuelve a aparecer, con un vaso de agua. Jala la silla que está a mi lado, y se sienta — No hicimos mucho, fue más como regenerativo.

— Que bueno para vos, ¿no?

— Ni creas. Me gusta entrenar. 

Asiento lento. Vuelvo a mirar las hojas, apuntes y libros que tengo delante mío, y recuesto la cabeza sobre la mesa, rendida.

Escucho que suelta una risita, para luego acariciar mi mano por encima de mi muslo derecho.

— ¿Estás muy cansada?

— Quiero sacarme el cerebro y luego ya veo si me lo pongo de nuevo — me quejo. Él suelta una carcajada ante eso, y se pone de pie detrás mío — Te voy avisando que no puedo hacer nada más ahora... — lo que iba a decir se queda sin salir una vez pone sus manos sobre mis hombros, y comienza a masajearlos.

Cierro los ojos y dejo que la sensación me calme, y que me relaje un poco. Necesitaba algo así desde hace mucho.

— ¿Te sientes mejor?