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1 de Noviembre, 2024

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1 de Noviembre, 2024.
Villa Rumipal, Córdoba, Argentina.

—Ay, hola, mi vida. —Me agaché recibiendo y mimando a la pequeña perrita de la familia de Agus, Muna.

—Nunca saludarme a mi primero, ¿no? —Escuché a Santy, el hermano menor de Agus salir de casa.

—Primero a tu mamá. —Bromeé, acercándome a Claudia, la cual me esperaba con una sonrisa.

—Ay, Matu, te extrañamos mucho, ¿cómo estás? —Me recibió con los brazos abiertos, apretujandome en un gran abrazo.

—Ay, mamá, ni a mi me saludás así. —Se quejó su hijo, que saludo a su hermano primero.

—A mi me quiere más, es por eso. —Le saqué la lengua, antes de dirigirme a ella nuevamente. —Yo estoy bien, Clau, ahí andamos, ¿Ustedes cómo están? Ahí les traje cafecitos de Brasil. —Me acerqué a saludar a Santy y a su papá, Diego.

—Uh, menos mal, sino no entraban. —Bromeó Diego, saludándome con otro gran abrazo. Sabía lo mucho que les gustaba el café. —Al menos uno conmigo te tenés que tomar, Tini.

—Los que quieras, Diego. —Reí, ayudándole con nuestras valijas.

Habíamos venido a casa de Agustín el fin de semana que nos quedaba antes de volver a casa, hacía mucho que no pasabamos a visitarlos y venir a Córdoba no se le negaba a nadie.

—¿Cuánto tiempo se quedan, hijo? —Preguntó su papá, haciéndonos sentar en aquella mesa de la cocina.

—Y... —Alargó aquella letra, dirigiéndome la mirada en busca de recordar. —Como 2 días, pa. Tenemos que estar allá el tres más tardar.

—Pero re poquito, amor. —Se quejó su mamá, acercándonos un poco de café a cada uno.

Lo recibí encantada de poder despertarme un poco, créanme que no pude dormir en todo el viaje de Brasil a Córdoba. No hace falta decir por qué.

—Pasa que tenemos que estar en casa para recibir gente, Clau. —Comenté, también triste de no poder quedarnos más tiempo. —Pero pueden venir ustedes en diciembre, ¿no quieren? —Ofrecí.

—Depende. —Se metió Santy. —Si va Messi, sí, sino no.

—Santiago. —Lo retó Agustín. A pesar de llevarse solo pocos años la dinámica de hermanos mayor-menor seguía intacta.

—Yo soy Messi, chinchulin. —Aclaré con una risa mi apellido, el cual había cambiado apenas cumplí mis 13.

—Obvio que vamos, Martu. —Me sonrió Claudia.

—Pero, ¿Va Messi? —Preguntó nuevamente el menor Bernasconi.

—Sí, pelotudo, sentate y callate. —Contestó Agustín burlón, pasándome una galletita que había en la mesa.

RECUERDO. | JULIAN ÁLVAREZ, ENZO FERNÁNDEZ.Where stories live. Discover now