012.

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22 de Noviembre, 2022.
Doha, Qatar.

Nos encontrábamos saliendo del estadio devastados. Argentina había perdido 2 a 1 contra Arabia Saudita y no podíamos creer lo que había pasado. Nos habían anulado goles y me había pasado puteando todo el partido.

Lo más difícil fue saber que subestimamos al equipo rival y confiabamos con los ojos cerrados que ganaríamos este partido. Era el primer mundial de Julián y por un lado me encontraba feliz por verlo en la cancha cumpliendo un sueño más pero por otro lado, lo que más me dolió fue que no haya sido el mejor de los partidos y ver a mi hermano preocupado, desanimado por el partido de mierda que habían jugado.

—Pero árabes de mierda. —Puteé abriendo la puerta de mi habitación, pasando las manos de mi cabeza al recordar nuevamente.

—Titi... —Escuché la voz de Anto cerca de mi, llamando mi atención de inmediato. —Leo no quiere ver a nadie, nos acaban de avisar. —Suspiré, maldiciendo internamente. —Seguro no quiere que los nenes lo vean mal, ¿podés ir vos a hablar con él?

Asentí. —Ahora dejo las cosas y voy, seguro Lio me deja ir a verlo.

Las visitas de los familiares estaban permitidas desde esta tarde. Habían decidido permitirlas tras la derrota para darles una especie de incentivo para el próximo partido.

Julián ya me había dicho que no quería verme, prefería estar solo y al parecer no era el único.

—Bueno. —Me sonrió forzosamente una vez más antes de darse la vuelta y dirigirse al ascensor.

—Anto. —Se giró a verme. —Todo va a salir bien, se nos va a dar. —Asintió tras unos segundos, dándome esta vez una sonrisa algo melancólica.

No sabía cuantas veces mi hermano nos había hablado de que esto era lo único que le faltaba, lo único que no tenía pero lo que más deseaba. Yo lo consideraba el mejor jugador del mundo y verlo mal tras un partido era algo que siempre iba a odiar, me pasó desde la primera vez que lo vi perder en una pequeña cancha en Rosario y me pasó hoy en un mundial en Qatar, pero sabía que algo bueno tenía que salir de este viaje.

°°°

Toqué la puerta frente a mi al llegar a la pieza de Leo, parecía que no estaba solo por los cuchicheos que se escuchaban adentro.

—¡Pase! —Reí al escuchar la voz que identifique como la de Rodrigo.

—Y si no tengo llave, tarado. —Burlé, para ver como segundos después esta era abierta por él.

No tuve que decir nada, solo me acerqué y lo abracé, cerrando mis ojos al sentir su tacto y su cuerpo recibirme. No habían palabras que pudieran hacerlos sentir mejor, eso lo sabía, pero por lo menos lo iba a intentar.

—Todo va a mejorar. —Susurré, acariciando su espalda. Lo sentí asentir, antes de separarse del abrazo.

—El que más te necesita es él. —Me hizo un gesto con su cabeza señalando al interior de la pieza.

Le sonreí suavemente antes de alejarme, adentrándome totalmente a la pieza y encontrándome con mi hermano, sentado en su cama y dirigiendo su mirada a mí.

—Tini. —Me sonrió, abriendo sus brazos para recibirme. —¿Cómo estás?

Lo abracé y no pude evitar que mis ojos se aguaran y mis pensamientos volaran al pasado. Cuando era él quien me abrazaba al verme mal, cuando extrañaba tanto Argentina que sus abrazos eran lo único que me calmaba, cuando no tenía a nadie más y solo era él.

—¿Cómo estás vos? —Susurré.

—Bien. —Asintió separándose, claramente mintiendome.

—No me mientas porque te conozco, Leo. —Tomé su mano. —Sé que no hay mucho que les pueda decir, —Elevé mi mirada hacia Rodrigo, que se sentó en su cama frente que nosotros. —Pero les puedo asegurar que todo va a mejorar, lo sé y todos lo sabemos. —Apreté reconfortantemente la mano de mi hermano. —Confíen en ustedes que pueden con esto o más, sientan el cariño de la gente que siempre está y nada los va a parar.

RECUERDO. | JULIAN ÁLVAREZ, ENZO FERNÁNDEZ.Where stories live. Discover now