035.

960 83 10
                                    

"¿Dónde está el amor del que tanto hablan? ¿Por qué no nos sorprende y rompe nuestra calma?"

°°°

11 de Diciembre, 2022.
Doha, Qatar.

Por primera vez en meses, sentía que genuinamente podía decir que estaba feliz. Me sentía feliz.

Había pasado la noche junto a Enzo y Olivia y tras un par de horas, podía decir que la pequeña había perdido todo rastro de tímidez y en poco tiempo había empezado a reír y jugar conmigo, como cualquier nene de su edad. Y aunque sonara loco, no pude evitar pensar que podría acostumbrarme.

Quería acostumbrarme.

—Amor. —Acaricié su pelo tras ver la hora y darme cuenta de que tenía entrenamiento en menos de dos horas. —Dale, son las nueve.

—Cinco minutos. —Reí al escucharlo y verlo esconderse en mi cuello. Si es por mí, le daría toda mi vida.

—Decile eso a Scaloni. —Bromeé, escuchando un sonido de queja de su parte.

Elevó su cara y abrió sus ojos para verme, sonriendo al instante en que conectamos miradas y los recuerdos de anoche nos inundaban. No había manera en la que mi mente le advirtiera a mi corazón y éste entendiera, tan solo prefería ignorar a la razón y comenzar a latir por el hombre que tenía enfrente.

—¿Y sí me acompañás hoy? —Alcé una ceja ante su repentina propuesta, completamente confundida al respecto.

—¿Al entrenamiento? —Pregunté al pensar en las probabilidades.

Sabía que Leo no tendría problema, es más, hasta le rogaría a quien le tuviera que rogar porque estuviera allí en la cancha, pero tampoco podría llegar con Enzo ni mucho menos. Todo podría desatar en algo peor, empezando por Julián.

—Sí. —Asintió, a lo que mordí mi labio inferior y negué lentamente, intentando convencerme de no ceder. —Dale, gorda, por fa. —Puchereó exageradamente, haciéndome reír.

—Bueno, dale. —Cedí finalmente, girando a mirarlo nuevamente. —Pero no hagás nada que sospechen porque te mato, flaco.

—Un miedo te tengo, boludita. —Me cargó, ganándose un pequeño sopapo en la cabeza de mi parte. —Agresiva. —Rió levemente, acercándose a dejar un beso en mis labios. —¿Te puedo decir algo? —Asentí, emitiendo un sonido afirmativo. —Me hizo muy feliz verte con Oli ayer. —Sonreí inconscientemente al escucharlo, era un tierno. —Amé verlas juntas.

—Es un amor. —Murmuré con una gran sonrisa, comenzando a dejar caricias en su nuca. —Y encima, es igual a vos. —Dejé salir una risa nasal al recordar los gestos idénticos que tenía a él. Lo vi sonreír y esconder su cara en mi cuello.

—¿Te imaginás a un hijo nuestro? —Sonrió contra mi piel. No, bueno, seguía soñando despierto. —Estoy seguro que tendría tus ojos. —Murmuró, deslizando sus manos desde mi cintura hasta mi vientre. —Más vale que tenga tu sonrisa también.

—La demencia es total. —Me burlé, acariciando su cabello aún.

—No, pero pensálo. —Elevó su mirada de nuevo, esta vez sonriente.—¿No te imaginás un hijo de los dos?

Sonreí de igual manera de solo pensarlo. Por más de que antes me costara imaginarme siquiera el irme con él, ahora no habría nada que deseara más que hacerlo y vivir esto todas las mañanas; despertarme a su lado, disfrutar tanto de su compañía como la de Olivia, y por supuesto, formar mi familia a su lado, ser feliz con él y sentirme de la manera que me hacía sentir por el resto de mi vida.

RECUERDO. | JULIAN ÁLVAREZ, ENZO FERNÁNDEZ.Where stories live. Discover now