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4 de Noviembre, 2024

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4 de Noviembre, 2024.
Buenos Aires, Argentina.

Me removí en mi lugar, girando y encontrándome con el rostro tranquilo y calmo de Agustín, haciéndome sonreír al instante.

Llevé mi mano hacía su rostro, acariciando su mejilla antes de llevar mi mano hasta su cabello, peinando este y aprovechando para hacerle piojito.

—Amor. —Murmuré, intentando despertarlo con pequeños mimos.

—Mh. —Hizo un pequeño ruido, acercándose y aferrándose aún más a mi en busca de calor.

—¿Bajamos? —Deposité un beso en su cabeza,
recibiendo solo un apretón de su parte. Reí. —Dale, seguro ya están despiertos.

—Uh, es verdad que están acá. —Se quejó, escondiéndose en mi cuello.

—Dale, bajemos. —Murmuré, aún dejando caricias en su cabello. —Te juego un truco y tomamos un matecito. —Ofrecí, logrando que me mirara sonriente. —O... un café.

—Te acepto el cafecito. —Reí, acercándome a besar sus labios brevemente.

—Buenos días.

—Buenos días, hermosa. —Murmuró con una sonrisa, dejando un beso más en mis labios antes de levantarse y dejarme con una gran sonrisa en mi cara.

Lo vi desaparecer por la puerta del baño y aproveché de levantarme, vistiéndome con lo primero que encontré y acomodando mi cabello en un pequeño rodete, antes de entrar al baño cuando Agustín salió, deteniéndome en el camino para robarme un par de besos.

Una vez listos, bajamos, encontrándonos con los futbolistas sentados en el sillón y con la vista fija sobre la televisión, mirando algún partido de fútbol que se encontraba en repetición.

Si hubiera sido cualquier otra persona definitivamente me hubiera sumado.

—Buenos días. —Saludó Agus, llamando su atención, mientras dejaba un beso en mi cabeza antes de acercarse a las cortinas y abrirlas, dejando entrar la luz natural.

—Buenos días. —Saludé de igual manera, dedicándoles una sonrisa forzosa antes de dirigirme directamente a la cocina, en busca de preparar café.

—Buenos días. —Pude escuchar de parte de ambos a lo lejos, antes de que entablaran al parecer una conversación entre los tres.

Suspiré, comenzando a preparar café y buscando un par de paquetes de galletitas para desayunar. Me quedé estática en mi lugar al ver a Julián cruzar la puerta de la cocina, fijando su mirada en mí.

No le iba a dar el gusto de verme afectada por lo que seguí con lo mío buscando ignorarlo.

—Tini... —Maldecí internamente al escucharlo llamarme. Por mi apodo. —Eh, ¿Te ayudo en algo? —Lo conozco tan bien que puedo asegurar que eso no era lo que iba a decir.

RECUERDO. | JULIAN ÁLVAREZ, ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora