Jimin es un omega mimado que siempre obtiene lo que quiere. Amante del rosa, las fresas y alardear de cada uno de los lujos que sus padres le ofrecen sin inhibiciones.
No obstante, llega un día en el que con su familia tiene que acudir a un sitio do...
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Yujin jadeó adolorida cuando el alfa la llevó con violencia contra la pared.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Jaehyun, las manos cerrándose con fuerza alrededor del cuello de la omega.
—N-no puedo respirar —se quejó ella, con su rostro tornándose pálido y sus ojos mirando con súplica al hombre.
El alfa gruñó molesto, la soltó de forma brusca haciendo que la omega cayera al suelo mientras luchaba por recuperar el oxígeno que le estuvo arrebatando durante los últimos segundos. Jaehyun la observó en silencio, aniquilándola con la mirada, al mismo tiempo que reprimía sus deseos de matarla.
—Dame una razón para no eliminarte aquí mismo, Yujin —habló con frialdad.
La omega se puso de pie, se sostuvo de la madera del escritorio y sus ojos conectaron con los del alfa, esperando tener la fortaleza y seguridad suficientes como para salir bien librada de todo el asunto.
—Lo hice por ti —respondió, pensando con cuidado lo que diría—. Con el arresto de Suga, varios agentes policiales visitaron el callejón negro. Era cuestión de tiempo para que dieran contigo, así que necesitaba dirigir el interés hacia otra persona.
Supo que lo estaba logrando, cuando el alfa frente a ella se relajó un poco. Aún así, no pensaba bajar la guardia, necesitaba ser precisa en sus palabras, no demostrar miedo y mirarlo siempre a los ojos.
—¿Y Nam Joohyuk fue tu mejor opción? —inquirió el alfa, mostrándose desconfiado.
—Es un chico que no tenía acuerdos importantes contigo —respondió ella—. El señuelo perfecto para que la policía se distrajera y te dejaran en paz.
—¿Por qué tomaste esos documentos sin consultarme? —preguntó el alfa, mientras caminaba alrededor de la chica para ver si podía intimidarla.
Yujin se irguió, haciendo uso del valor que todavía tenía al sobrevivir por tanto tiempo en ese mundo. Fijó la mirada al frente, justo en el reloj que marcaba las veintiún horas.
—Lo hice porque sabía que tú no estarías de acuerdo —aceptó—. Sin embargo, es necesario que te pregunte: ¿dónde estarías ahora si yo no hubiese intervenido?
Jaehyun se detuvo frente a ella, con su mano derecha le tomó el mentón hasta que sus miradas se encontraron. El alfa sonrió, sintiéndose complacido e incluso conmovido, y aunque la molestia continuaba presionando una tecla peligrosa en su interior, sabía que la chica frente a él le era completamente leal.
—Confiaré en ti, pequeña —susurró, a centímetros de distancia de la boca contraria.
La omega cerró los ojos con fuerza cuando el alfa la besó. Siempre era rudo, hasta el punto de lastimarla, pero debía soportarlo, y lo más importante era que había podido convencer a Jaehyun, así que por el momento no sería asesinada.
