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Mayo, 2025

En Londres, aun a aquellas alturas del año, llovía de vez en cuando. Aquel día las gotas chocaban y se deslizaban por los inmensos ventanales del edificio de oficinas, creando un inclemente tintineo en la estancia a pesar de que apenas fuera la una del mediodía.

Niall sopló su café y se sentó en una de las sillas frente al impoluto escritorio de vidrio. Liam miró al suelo, siguiendo con la vista a su pequeña y canosa Chihuahua, que dio vueltas a su alrededor antes de ir a acostarse a su cama. A su lado, el Pomerania la miró antes de volver a su adorable posición enroscada en otra camita de al lado.

—Donatella está haciendo cacas blandas desde esta mañana.

La cara de asco de Niall no se hizo esperar.

Dejó la taza de café sobre la mesa, observando cómo su marido se sentaba frente a él. Estaban en su despacho y, como era habitual, Niall había pasado a buscarlo.

—Qué agradable conversación justo antes de irnos a comer.

Liam rebuscó en un bolsillo de su americana color crema.

—¡Y creo que no tengo la tarjeta del veterinario encima! —exclamó, haciendo aspavientos con las manos—. Déjame tu móvil, el mío está sin batería. ¡Ay! —se dirigió a ambos perros—. Papá es un horror.

Niall puso los ojos en blanco.

La Chihuahua bostezó, el Pomerania roncó y el alfa le tendió su móvil al beta, que tardó, exactamente, tres minutos en concertar una cita con el veterinario de su mascota tras dar alguna información relevante y algo escatológica de su salud digestiva.

Niall se había limitado a sorber su café. Amaba el de aquellas lujosas oficinas y no le importaba tomarlo a deshoras.

—Hecho, mañana a primera hora nos esperan. Mi pobre niña. —Calló y miró a Niall—. Tú... ¡¿No le habrás dado los guisantes que sobraron anoche de la cena?!

El alfa dio un respingo en la silla cuando vio un dedo acusador apuntándolo.

—¿Qué? No, claro que no... No le puedo dar nada que se salga de la dieta.

—¡Por eso! Tiendes a hacer todo lo contrario a lo que te pido.

—No siempre —contraatacó alzando una ceja coqueta. Luego sacudió la cabeza—. Y menos si tiene que ver con la perra. No le di nada.

—Bien. Se le ve ya tan mayorcita... No puedo evitar preocuparme.

—Verás que está todo bien, es un animal con una calidad de vida muy superior a la media.

—Animal serás tú, ella es una reina. Dieciséis años de reinado.

Niall se limitó a resoplar.

—Bueno, en otro orden de prioridades, ¿me vas a contar ya a qué hora te confirmaron la entrevista?

—¡Ay, sí! A las cuatro tengo que volver. Bueno, tenemos porque debes ocuparte de los perros. —Liam se levantó y dio otra vuelta por su despacho, guardando su billetera en un bolsillo de su pantalón y tomando las correas de sus mascotas. Niall también se puso de pie—. ¡La semana que viene salgo en una revista! Tu marido va a salir en un reportaje en el treinta aniversario de la revista de economía más importante del país... ¡Me va a dar algo! ¡¿A ti no?!

Niall soltó una carcajada cantarina.

—Es que yo sabía que te iban a llamar. ¿Te lo dije o no?

—Que sí... —tarareó—. Tú tenías razón.

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