Capítulo XVI

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Un año después

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Un año después

Julio, 2009

Una tarde noche que se había quedado calurosa, pues la ciudad de Panamá mantenía una media de treinta y un grados en pleno "veranillo". Un ático con demasiados mandalas convertidos en cuadros que decoraban las paredes; alfombras con estampados romboides, cortinas de hilo que separaban las estancia, un sofá improvisado sobre unos palés apilados y puffs en tonos cremas. Un olor a jazmín e incienso; el humo de una cachimba con tres boquillas bailoteando en el ambiente...

—¿Otra cerveza?

Harry negó con la cabeza, recostado en el centro del original sofá. Su americana negra yacía doblada a su lado mientras lucía una camisa blanca remangada sin mucho cuidado hasta los codos, con dos botones desabrochados que dejaban entrever la cadena larga de un collar con una cruz. Resopló, alzando los brazos para rehacerse el moño donde recogía los rizos que ya le llegaban más abajo de los hombros.

—No debo, ya llevo dos...

Los ojos pardos del primero que habló viajaron hasta él, analizándolo con cierta coquetería.

—¿Qué más da? Ni que tuvieras que conducir...

El ojiverde marcó sus hoyuelos en una media sonrisa. Disimuló incluso una risilla cuando apartó un botellín de cerveza ya vacío, dejándolo en el suelo.

—Tengo que conducir, José.

—Porque quieres. En mi cama siempre hay sitio de sobra, ya lo sabes.

Y un cómico movimiento de cejas que definitivamente le arrancó una risa a Harry. Su amigo no tenía remedio...

José era un panameño, beta, de tez oscura y cejas pobladas que marcaban a la perfección sus rasgos finos; barba perfectamente recortada con pómulos alzados. Vestía una camiseta blanca de manga hueca con un pantalón negro y holgado. Iba descalzo.

¿Quién les hubiese dicho que se entenderían tan bien con él? Quizás influyó que fue el primero en darles la bienvenido a la empresa y casi a la ciudad. José era el recepcionista de Terragest S.A, la empresa de gestores financieros internacionales donde Harry y Niall realizaban sus prácticas. La empresa en la que prácticamente llevaban un año trabajando. Si lo pensaban, el tiempo había pasado volando. Los meses en la capital panameña eran fugaces, llenos de quehaceres, de independencia, de viajes, de conocer mundo... De entrar de lleno en lo que era cumplir con responsabilidad, trasnochar para entregar informes o asistir a reuniones como oyentes. Tiempo en el que percibieron qué era la competitividad, el compañerismo y también la conveniencia. Saber también lo que era tener un sueldo a final de mes, bajo ya que eran aprendices, pero un sueldo al fin y al cabo.

José fue el primero en invitarlos a socializar, a conocer la vida nocturna de la ciudad y presentarles gente, esos con los que ya se habían recorrido medio país en Jeep. La vida en la oficina era una, pero fuera era otra historia.

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