Capítulo VI

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Septiembre, 2007Dos meses después

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Septiembre, 2007
Dos meses después

Odiaba madrugar un lunes. En sí, hacerlo cualquier día parecía inhumano, pero que el despertador sonara a las seis de la mañana nada más comenzar la semana lo quería considerar delito.

Louis saltó de la cama tras haber estado tres minutos mentalizándose de ello. Dejó que el vapor del agua empañara el espejo del baño antes de entrar en la ducha y suspirar de gusto cuando el agua caliente tocó su la piel. Enjabonó su cabello y cuerpo sin mucho cuidado; rápido para no tener que cerrar el chorro de agua. Instantes más tarde, salió restregándose con una toalla blanca y enorme en la que prácticamente se podía enrollar.

Cepilló sus dientes y se visitó con un pantalón de chándal gris y una sudadera Nike azul marina y ancha. Podía juguetear a esconder los puños bajo las mangas. Una zapatillas blancas cualquiera y corretear escaleras abajo cuando se llevó al hombro su mochila. Había visto de refilón que el dormitorio de sus padres, al final del pasillo, ya tenía la puerta abierta y negó con la cabeza, dejando escapar una risilla. Nunca le ganaría a los madrugones de su padre a las cinco de la mañana.

Marjorie, todavía algo adormitada y confiando en que su café haría su función, sonrió cuando lo vio ingresar en la cocina.

—Buenos días, cielo.

—¡Buenos días!

La omega siempre se levantaría después de que George abandonara la cama. Manías tontas y también de madre para poder tener una jarra de zumo de naranja y una bolsa para llevar con un rico desayuno. No había olvidado que ese día Louis entraba una hora antes a sus clases.

Sólo por eso, fue posible que el menor dejara de bufar al tener que pisar antes de las siete de la mañana las calles. Ese día, dos famosos mecánicos del condado visitarían su escuela para darles una clase práctica sobre piezas de los modelos Triumph; una empresa británica fabricante de motos.

El omega se bebió prácticamente de un trago el zumo recién exprimido que se sirvió en un vaso. Se relamió los labios cuando su madre le tendió la bolsa con su desayuno envuelto.

—Gracias, mamá. ¡Nos vemos a la hora de comer!

Un sonoro beso en la mejilla y Marjorie negando con la cabeza cuando Louis volvió a corretear.

—Buen día, ¡y ten cuidado!

Pero ya su hijo había dado un portazo antes de volverse a apurar en el camino. Cada mañana daba el paseo de apenas quince minutos hasta su instituto de formación profesional. Se sentía emocionado y moría de ganas por aplicar lo que aprendería ese día en la Aprilia que tenía aparcada en el garaje. Podría fabricar las piezas; investigaría en internet si serían compatibles con su moto y quizás hasta se acercaría a la ferretería después de clases. Oh sí, tenía que hacerlo para ver si ya le habían traído los cilindros finos que había encargado.

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