Capítulo XXVI

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Julio, 2010Una semana después

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Julio, 2010
Una semana después

No apartaba la vista de la carretera aunque a veces fuera inevitable que mirara a su izquierda por el rabillo del ojo. Lo había hecho varias veces, al fin y al cabo era un viaje de aproximadamente cuatro horas y en la última él se había dormido.

También debía confesar que le gustaba mirarlo para comprobar en sí que era real.

—Louis —susurró cuando el semáforo cambió de ámbar a rojo—. Louis, ya entramos en Londres.

Aunque fuera domingo, el tráfico de la ciudad los había recibido.

El BMW estaba atestado de maletas en los asientos traseros. De Harry eran tres, una en exclusiva preparada por Annette con todo aquello que consideraba necesario para la emancipación; desde toallas a trapos de cocina. La mujer había insistido en que se llevara incluso algún escobillón. Harry entonces se encargó de recordarle que en Londres había tiendas para comprar todo eso. Ella obviamente no lo escuchó.

De Louis en cambio sólo había una maleta que se usaba por primera vez. También se llevó su mochila de siempre, llena a sus pies en el asiento del copiloto. Harry sonrió cuando lo vio revolverse en el asiento, restregándose somnoliento un ojo con el dorso de una mano.

Sí, claro que sonreía. Todo era... increíble. Louis había aceptado irse con él a Londres.

Louis y él estaban en Londres.

Cuando el omega le confesó aquello, le llevó unos instantes asumir que realmente le había hecho tal propuesta. Recordaba el malestar de la fiebre y que Louis se había preocupado por él. Sabía que había dicho más cosas de las que debía, pero, absurdamente, le había salido bien. El de ojos añiles se había aferrado a él tras declarar aquello, repitiendo demasiadas veces que no iba a desaparecer. Que lo perdonara. Que confiara en él. Y por supuesto, el alfa se rindió. Cayó a sus pies y entre besos lo celebró. Rieron también. Se prometieron mil cosas; Louis incluso se prometió a sí mismo que tenía que convencer a Harry; que tenía que transformar aquel semblante que a veces tornaba a incrédulo, que se preguntaba si en realidad no cambiaría de opinión.

Se lo prometió y lo cumplió.

Fue al día siguiente cuando abandonaron la casa de la playa. Harry, a regañadientes, volvió a subirse en la moto y con asombro descubrieron que su coche mantenía las cuatro ruedas a pesar de haber pasado la noche en el desierto polígono de East Hill. Fue entonces cuando también bromearon, pues Harry se montó en su coche para seguir a Louis, que iba en su moto, pareciendo que lo escoltaba hasta su casa. Fue entonces cuando también prometieron verse cada día de la nueva semana.

Lo cumplieron.

Cuando Harry se reincorporó al trabajo fue todo una locura. Tuvo que adelantar los asuntos aplazados del viernes pasado y asistir a dos reuniones por videoconferencia con Londres, descubriendo asimismo que el traslado a allí, cuanto antes se diera iba a ser mejor. Niall se había encargado de gruñirle por eso. Cantidad de acuerdos requerían su aprobación y todo se demoraba más si él debía darles el visto bueno desde Plymouth.

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