Capítulo XXI

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Todos en el taller brincaron cuando oyeron la vara de metal chocar contra el suelo con escándalo

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Todos en el taller brincaron cuando oyeron la vara de metal chocar contra el suelo con escándalo. Louis arrugó el entrecejo, comprobando que fue Paul el que por tercera vez aquella mañana irrumpía con un peculiar mal genio. Su compañero había tenido muy poco cuidado con cada material que desechaba e incluso se vio envuelto en una enzarzada discusión con otro mecánico por dicha actitud. El omega no lo entendía y había sido demasiado escueto con las palabras que intercambió con él esa mañana.

—¡Mierda!

De nuevo, fue Paul el que maldijo. Se había dado un golpe al no accionar bien el seguro de una de las máquinas. El mecánico que se encontraba más cerca fue hacia él para comprobar cómo estaba, pero de nuevo el beta fue tosco, haciendo un ademán con la mano al alejarse hacia la zona de taquillas y baño.

Louis bufó por lo bajo antes de abandonar lo que estaba haciendo para seguirlo. Se colocó mejor su gorra hacia atrás y se limpió un poco la grasa de las manos con la camiseta.

Cuando llegó donde el otro, Paul tenía la mano lastimada bajo un chorro de agua fría. Tragó saliva cuando se encontró ya tras él.

—¿Se puede saber qué te pasa hoy?

El beta siquiera se inmutó cuando oyó la voz a sus espaldas.

Louis había levantado el mentón, sin aflojar ni un ápice el entrecejo. Sabía que lo que le unía a Paul era una relación laboral aunque a veces se contaran algo más y bromearan. También era cierto que era al que más confianza le tenía. No pretendía que le contara sus problemas a él y no a otro, pero le preocupaba de verdad. Paul siempre estaba de buen humor y vacilaba con todos. De hecho, sus ausencias se notaban y...

—Samantha está embarazada.

Los pensamientos del omega frenaron en seco cuando oyó senda declaración.

Abrió y cerró la boca dos veces. Puso los ojos como platos.

—¡Vas a ser padre!

No supo siquiera por qué lo exclamó. Era la primera vez en su vida que le tocaba reaccionar a una noticia así. Paul se giró, secándose las manos con servilletas de papel. Únicamente asintió y Louis pestañeó un par de veces.

—¿Pero entonces? —comenzó de nuevo el omega—. ¿No estás contento? ¿Qué pasa?

El otro largó un pesado resoplido antes de hablar.

—Estoy contento —admitió—. No lo buscamos. Sucedió y... sólo estoy preocupado. Maldita sea, no es el mejor momento.

Louis comenzó a relajar su expresión.

—Por el trabajo. Es el traspaso, ¿no?

—Si me quedo sin trabajo no sé qué voy a hacer. ¿Tú sabes la de gastos que conlleva tener un hijo? Tenemos que mudarnos también. Vivimos en una mierda de estudio que está genial para nosotros, pero ahora con un bebé... Tenemos que comprar una cuna, juguetes, un parque de esos para meterlo y, oh sí, esa cosa para limpiarle el culo, ¿cómo se llama?

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