Capítulo XXIII

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        —Marjorie —pronunció cuando la omega abrió la puerta principal de su casa

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—Marjorie —pronunció cuando la omega abrió la puerta principal de su casa.

—Oh, gracias por venir, Harry.

Él negó, saludándola en un apretón breve con un brazo. Ella no tardó en invitarlo a pasar hasta el salón.

Harry echó un vistazo al acogedor pasillo que daba al comedor. La estancia era cálida; olía a algún aceite esencial, pero en las paredes también se recargaba aquel aroma que reconocería en cualquier lado.

Louis.

No dudó ni un segundo en actuar cuando la omega pronunció aquel nombre por teléfono. Fue cuestión de instantes que en sus hombros se alojara una pesadez; un saco de ladrillos que impactó con fuerza.

Inspiró hondo por la nariz cuando Marjorie lo miró con sus ojos color miel mientras se frotaba las manos con nerviosismo.

—¿Qué ha pasado? —se aventuró el alfa—. ¿Dónde está Louis?

Se tuvo que poner de nuevo en alerta cuando la omega resopló.

—No lo sé. Lleva dos semanas muy raro. —Parecía que las palabras peleaban en su garganta para poder ser pronunciadas—. Al parecer el taller cambió de dueños y no lo volvieron a contratar.

Su voz entrecortándose mientras Harry arrugaba el entrecejo...

—¿Perdió el trabajo? —espetó turbado—. Y-yo no lo sabía. No me lo dijo.

¿No se suponía que le había dicho que todavía no sabía nada? Comenzó a notar la exudación en las palmas de las manos...

—A mí tampoco me lo dijo hasta el último momento, cuando apareció con un sobre con mil libras. Nunca me explicó de dónde lo sacó.

Harry, por puro intento de amainar el histerismo que comenzaba a crecerle en el pecho, se llevó las manos a los bolsillos del pantalón. Luego tiró de los bordes de su chaqueta negra. Estaba en el despacho de casa en el momento de la llamada, sin todavía haberse quitado la ropa de todo el día.

Intentó entender algo; hilar.

Habían despedido a Louis y luego apareció con un sobre con dinero. Esa noche, se había ido sin decir nada... Olía a problemas por todos lados. Y por ello sintió más presente el golpeteo en el pecho.

—P-pero, ¿dónde está ahora?

La omega pareció más acongojada.

—Entré a su habitación y busqué entre sus cosas, sé que está mal, pero no sabía qué más hacer... Él nunca se ha comportado así. Lou no está bien, no me escucha.

"No está bien".

¿Louis no estaba bien? ¿Por qué?

—¿P-por qué dices eso? —reclamó de inmediato.

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