Capítulo XXIX

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Agosto, 2010Una semana después

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Agosto, 2010
Una semana después

La habitación estaba a oscuras. Todas las estancias lo estaban. Eran las tres de la madrugada del primer sábado del mes.

Harry estaba gruñendo.

A Louis le había comenzado la fiebre cuando él llegó de trabajar. Lo había encontrado durmiendo en el sofá. Sus rodillas prácticamente temblaron al percibir aquella esencia, teniendo que reunir toda su fuerza de voluntad para no trepar sobre él y mantenerlo cerca de su cuello. El omega había soltado un gimoteo cuando él le susurró que estaba ardiendo. Louis le dijo que tenía sueño; que lo llevara a la cama. Harry no se separó de él.

Su Alfa era el que bramaba en su pecho, casi rasguñándole el tórax. Louis durmió durante horas y se negó a beber agua cuando, tras revolverse, Harry se la ofreció preocupado. Comenzaba a temblar y a jadear sofocado. Su aroma ya se enredaba en el ambiente. Picoso, casi empalagoso y denso. Arenoso...

A omega. Al particular Omega de Louis.

Harry notaba los latidos de su propio pecho acelerados. Estaba nervioso.

Estaba histérico.

Louis estaba entrando en su ciclo de celo y él lo estaba presenciando. Veía cómo sus labios finos se entreabrían en busca de una bocanada fresca de aire. Cómo sus mejillas se teñían de rojo y el pelo se le empezaba a pegar a la frente debido al sudor. Cómo se removía porque le sobraba la ropa.

Y estaba aterrado.

Ya había estado con Louis en celo. Hacía mucho tiempo; reconocía su olor. Reconocía todo y su Alfa rugía posesivo por eso. Él había sido el primero y el único. Soñó con ello muchísimas veces, pero ahora era distinto. Maldita sea, claro que era distinto.

Ahora se besaban, ahora estaban juntos y no tenía que correr a un llamado. Ahora ya no tenía que averiguar qué le pasaba. Ahora se lo contaba y él... Él era el alfa que le había abierto sus sentimientos y se había expuesto. Era el alfa al que Louis le había dicho que le permitía pasar con él su celo.

Se lo había dicho antes de entregarse a sus besos y al placer porque sí.

Antes de hacer el amor.

Claro que ahora todo era diferente. Claro que tenía derecho a estar nervioso.

—H-Harry...

Louis respiró hondo, boqueando cuando se revolvió en la cama. El alfa casi saltó sobre él.

—Aquí.

Estaba comenzando a despertar, arqueando la espalda. Llevaba casi un año y medio conociendo cada uno de los síntomas que ya no lo tomaban por sorpresa. Agradeció todo ese tiempo la función de los supresores, pues sus emociones ya no podían controlar sus celos y tampoco hacerlo entrar de sopetón en él. Su Omega había aprendido a prepararse.

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