Capítulo XIX

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Abril, 2010Dos semanas después

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Abril, 2010
Dos semanas después

Se había pasado las manos por la cabeza hasta chocarlas con el moño de la coronilla ya dos veces. La americana negra que llevaba estaba desabrochada. Camisa blanca y pantalón pitillo negro. Unas botas del mismo color que acababan en punta...

Una mano en la cintura mientras daba otra vuelta, con un teléfono móvil pegado a la oreja.

—No, no, como comprenderá mi padre no podrá acudir a la reunión de la semana que viene. —Puso los ojos en blanco—. ¿A la de la siguiente? ¡Pues tampoco! Él ha... —calló, apretando los labios un momento—. Ya, sí, pero... Sí, yo en ese caso me podría responsabilizar, pero... —Definitivamente, tuvo que apartarse un momento el aparato de la oreja—. Sí, está bien, envíemelo mejor por email. Bien, gracias.

Colgó la llamada, soltando un sonoro resoplido mientras miraba al techo. Quizás era la sexta o séptima que había atendido esa mañana. Llevaba desde las ocho con dos teléfonos móviles en las manos.

Su padre... Él había tenido la fantástica idea de entregarle el suyo para que pospusiera citas y diera algún tipo de explicación más personal que el trato que daría su secretaria con respecto a su ausencia. Styl no se iría a pique si Patrice no estaba unas semanas al mando, pero evidentemente el alfa era incapaz de pensar lo mismo.

Por alguna razón que en ese momento olvidó, Harry aceptó la petición de su padre. Sólo sería contestar algunas llamadas cordiales, disculparlo... pero nada más lejos de la realidad. Todo eran solicitudes de reuniones, cancelaciones de vuelos, reservas de hoteles, re programar juntas que sí se debían celebrar... El ojiverde sentía que no daba abasto.

Dio un respingo cuando el móvil de su padre volvió a sonar. Giró sobre sus talones, dando un gracioso paseíto por los pasillos de la sala de espera del hospital. Ya iría por el tercer tono y era un número que le sonaba ya haber atendido.

—¿Y si lo dejo sonar? —pronunció quejoso, en voz alta.

—¿Ya hablas solo?

El alfa se volteó hacia la voz que había hablado de repente a sus espaldas. La había reconocido.

Sonrió. El móvil dejó de repicar.

—Louis... Hola. Eh... sí. —Sus hoyuelos marcándose mientras se rascaba nervioso la nuca—. Creo que me voy a volver definitivamente loco.

El omega sonrió, enterrando las manos en los bolsillos de su sudadera. Su mochila, como siempre, le colgaba en la espalda. Ladeó el rostro antes de volver a hablar.

—¿Mucho trabajo?

Harry optó por largar un suspiro.

—Bastante. Mi padre decidió que era una buena idea dejarme al mando de su teléfono para que pospusiera reuniones y... Dios, es agotador.

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