Capítulo III

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"El celo de un omega puede adelantarse debido a la presencia de un alfa"

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"El celo de un omega puede adelantarse debido a la presencia de un alfa"

Ansioso.

Desesperante.

Caliente.

Absolutamente animal.

Harry gruñó, volviendo a subir las escaleras del porche de los Tomlinson tras haberlas bajado dos veces.

Louis gimió, en su habitación, mientras se enredaba en la ropa de cama; mientras el sudor las calaba.

No lo veía. Harry no veía que todo eso estaba pasando.

El alfa lo olía. Lo sentía.

Lo vivía en su vello erizado. En su instinto y flujo sanguíneo. En la vibración de sus cuerdas vocales y en esa fuerza que se topaba con sus músculos tensados; deteniéndola.

Harry, con apenas unos restos de cordura, trataba de aplacar al Alfa.

Apretó los puños, inspiró por la nariz y eso mismo lo hizo bufar. Frustración y sus nudillos cada vez más blancos. El pelo le caía empapado en la frente aunque la sensación térmica en el exterior fuera de menos dos grados. Se dirigió de nuevo hacia la puerta de la casa de sus vecinos y observó por largos segundos la madera blanca antes de volver a bramar y dar media vuelta.

'¿Qué estás haciendo?'

Bajó las escaleras de nuevo, coordinando sus pies a trompicones antes de que una punzada se asentara en sus sienes.

Olía a barro, a hojas de libro nuevo y a rosas. A menta, a una tienda de tés y a... ¿A qué?

'¿Es esto lo que se siente? ¿Esto es lo que se siente con un omega en celo?'

¿Aunque fuera la primera vez? ¿Aunque no tuvieran un vínculo? ¿Aunque jamás hablaran? ¿Aunque jamás se vieran?

¿Aunque fuera un chico?

El retumbar constante en su garganta hizo que subiera los escalones de dos en dos de la entrada de su casa. Harry cerró de un portazo y pegó su espalda contra el pomo.

Autocontrol.

Debía dominar a su Alfa porque al contrario ya había sucedido.

Había rodeado la casa de los Tomlinson la primera vez que bajó los escalones de su entrada. Había olisqueado las ventanas y tras saltar un barandal pegado sus fosas nasales a las bisagras de la puerta trasera. Rompió dos macetas volviendo a saltarla cuando una hendidura de raciocinio afloró al darse cuenta de que había intentado forzar aquella entrada dos veces. Sin éxito alguno.

Fue en ese entonces cuando regresó a la puerta principal antes de comenzar una secuencia de gruñidos lenta.

A pesar de eso, Harry había conseguido arrastrar a su Alfa hasta su casa, así que se aseguró de inmediato de trancar puertas y ventanas. Cerró con llave la de la cocina, rodó las alfombras y corrió las cortinas con fuerza hasta incluso desengancharlas. Subió los escalones a zancadas y repitió el mismo procedimiento en el segundo piso antes de encerrarse en su cuarto de baño.

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