CAPITULO XVIII

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Al día siguiente, me encontré con Anny.

- ¿Qué falta? - le pregunté a Anny, quien se encargaba de organizar la fiesta. Con la ayuda de su padre, lograron alquilar un pequeño salón para poder disfrutar en grande.

- No falta nada, quedó perfecto.

Había una zona apartada para el DJ, algunas mesas con manteles blancos que tenían bebidas, luces de discoteca y una pista amplia.

- ¿Qué te parece? - se volteó para mirarme.

- Bien.

- ¿Segura?

- Sí, por supuesto.

Las puertas se abrieron y entraron en escena tres chicas: Dhara, Gris y Bella.

- Llegué yo, la más bella de este grupo - dijo Dhara, y todas pusimos los ojos en blanco.

- Le trajimos un poco de café - habló Gris.

- Claro, con la excusa de ver cómo va todo - dijo Dhara. Y seguro que la idea de presentarse aquí fue de Dhara, a veces suele ser un tanto curiosa.

- Ya que están aquí, ¿denme su humilde opinión sobre cómo quedó todo?

- Faltan arreglar algunos detalles para que quede aún mejor.

Bella se puso en marcha y empezó a retocar la estancia. Se le daba muy bien, a decir verdad. Las demás nos quedamos quietas en nuestro lugar mientras ella añadía algunos detalles decorativos.

- ¿Qué les parece?

- Quedó perfecto - dijo Gris. Nos sentamos en el suelo y cada una agarró un tarro de café. Quién lo diría, después de cuatro años, pude tener amigas. Me hubiera encantado conocerlas antes.

- ¿Anny, y tu novio?

- ¿Aarón? Está bien, aunque hace meses que no nos vemos debido a su trabajo.

- ¿Y de qué trabaja? - preguntó Bella, la menos curiosa.

- Deja tu curiosidad - habló Dhara.
- Mira quién habla - contraatacó Bella.

- Es que el chisme la mata - afirmó Gris, y nos reímos.

- Bueno chicas, yo me voy - me levanté del suelo y empecé a recoger mis cosas.

- ¡Adiós! - me despedí de cada una con un abrazo y salí de ese lugar.

El tiempo pasa muy rápido. Ojalá las heridas que llevamos por dentro pudieran sanar igual de rápido, sin importar su tamaño. Estaba tan absorta en mis pensamientos mientras caminaba que no me di cuenta cuando alguien me estaba hablando. Dejé de caminar y me volteé hacia él.

- ¿Cómo? - pregunté extrañada.

- ¿Que si eres Lis Parker?, la que salió en las noticias más relevantes de EEUU hace cuatro años atrás.

Estaba temblando, casi hiperventilando. Esto no me puede estar pasando a mí, es un pasado que no quisiera recordar jamás.

- No - dije en un hilo de voz, retrocedí tres veces y corrí lo más lejos posible. No sé en qué momento empecé a llorar, me sequé las lágrimas con la manga de mi sudadera y caminé en dirección hacia mi casa.

Abrí la puerta principal, me quité el abrigo y lo dejé en el perchero de madera que está junto a la puerta. Me dirigí hacia las escaleras, pero me percaté de que en el salón había un par de maletas y no había nadie en la casa. Y es entonces cuando me llevé una gran sorpresa.

- ¡Hija! - era mamá Lía.

- Mamá Lía - corrí a abrazarla.

- ¿Dónde has estado todo el día? - me agarró por los hombros.

- Estaba con Anny y las chicas organizando lo de la fiesta de graduación.

- ¿Tienes amigas? ¡Qué alegría me hace escuchar eso! - dijo emocionada.

- Sí - afirmé.

- ¿Por qué tienes los ojos hinchados? ¿Estabas llorando?

- Eh, no. Mamá Lía, nunca pensé que fueras a venir así de rápido.

- Bueno, todo por mi hija favorita - y sonreí. A veces me preguntaba cómo hubieran sido las cosas si mi abuela fuera mi mamá.

- ¿Y mis padres?

- Supongo que están trabajando, y tus hermanos no sé dónde están.

- No tardan en llegar.

- Ahora sí - me arrastró hasta el salón y nos sentamos en el sofá - ¿Cómo es eso de que te vas de Londres después del verano?

- Me voy nuevamente a Estados Unidos.

- Pero... ¿cómo? ¿Estás segura de eso? - asentí.

- ¿Vas a ir a Idaho?

- No, no pienso volver allí. Voy a estar en Los Ángeles.

- Eso me deja un poco más aliviada. Cuando estemos en mi casa, te voy a contar un par de cosas - y eso me dejó intrigada. Cuando le iba a preguntar sobre qué se trataba, se abrió la puerta de golpe y entraron mis padres y los gemelos.

- Abuela - habló Liam. Max simplemente se quedó justo al lado de mi madre.

- Pequeño, ¿cómo estás? - lo acurrucé en un abrazo.

- Niños, suban a su habitación - dijo mi papá. Y ellos subieron las escaleras corriendo.

- Mamá, pensé que estarías aquí mañana - dijo mi madre.

- No, decidí venir hoy.

- Lis, entonces le darás tu habitación a la abuela y dormirás en la habitación de los gemelos.

- No, Lis. Dormirás conmigo - dijo mamá Lía.

- Iré subiendo tus maletas, mamá Lía.

- ¡Que no es tu mamá, es tu abuela!

- Pues para mí siempre será mi hija. Además, no estás en derecho de reclamarle nada. Y no me hagas sacarte tus cosas en la cara.

Agarré las maletas de mamá Lía y las subí a la habitación. Ellos seguían discutiendo y yo no quería seguir presenciándolo. Pero, a pesar de todo, me alegra que mamá Lía esté aquí conmigo.
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NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola! ¿Qué les está pareciendo la historia hasta ahora? Pronto las cosas se pondrán muy interesantes, así que tengan un poco de paciencia. Sin más que decir, ¡nos vemos en el próximo capítulo!

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