CAPITULO XXXVI

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Mis maletas ya estaban listas, lo que quería decir que ya tenía día y hora programados. Mañana salía mi vuelo a Londres y luego volaría a Los Ángeles. Se acabó el tiempo de mi estadía en esta ciudad, ya es tiempo de comenzar mi nueva vida.

Salí de mi habitación y me dirigí al jardín de la casa. Me senté en el suelo y observé todo lo que estaba a mi alcance: flores que estaban casi marchitas volvieron a florecer, las aves volaban sin rumbo fijo, el viento soplaba con frescura, el sol resplandecía de forma brillante, las nubes giraban a su ritmo.

Entonces me di cuenta de que estaba empezando a ver la vida de una forma maravillosa. Todo había perdido su brillo, pero poco a poco ese brillo se estaba recuperando.

- ¡Lis! Aquí estás.

- ¿Dónde más podría estar, Mamá Lía?

- No lo sé, tú dime - me miró directamente a los ojos.

- Déjame pensar - puse una mano en el mentón - podría estar divagando por las calles de Windsor, tal vez.

- Suena como un buen plan - exclamó Mamá Lía.

- ¿Cuándo sale tu vuelo? Porque supongo que ya tienes todo listo - preguntó.

- Mañana ya estaré en Londres, después de una hora saldrá mi otro vuelo a Los Ángeles.

- Te esperan muchas horas de vuelo.

- Sí, pero me gustaría pasar el mayor tiempo contigo, Mamá Lía, antes de irme - hablé.

- Eso está mucho mejor, te voy a extrañar, Lis - me abrazó.

- Y yo a ti, me harás mucha falta - sollocé.

- Lo sé, lo sé. Pero oye, no creas que te librarás de mí, cada vez que pueda viajaré para comprobar que no te estás portando mal.

- ¿Cuándo yo me porto mal? - pregunté.

- Siempre - soltamos una carcajada.

- Lis - Mamá Lía sacó un sobre de su blusa - aquí tienes un poco de dinero que tenía en los ahorros. Sé que te hará mucha falta.

Contemplé las manos de Mamá Lía. No sabía si aceptar el dinero. Me hace falta, pero tampoco quiero parecer una aprovechada. Al fin y al cabo, es su dinero y yo, su nieta/hija, ya hago mucho pagando todos mis gastos.

- No te preocupes, Mamá Lía. Yo cuando llegue allá conseguiré un trabajo a medio tiempo. Sería injusto aceptar el dinero después de que ya pagaste mi ingreso a la universidad.

- No seas tonta y acepta el dinero - lo puso en mis manos - no quiero que haya contradicciones de tu parte.

- Pero...

- Nada, no seas testaruda como tu padre. Voy a la cocina. Guárdalo bien.

Se perdió en el interior de la casa mientras yo observaba el dinero por varios minutos. Después de pensarlo mucho, decidí dejarlo en la habitación de Mamá Lía. Ella había hecho mucho por mí y era lo mínimo que podía hacer.

Me levanté del suelo y subí las escaleras apresuradamente. Entré en la habitación y dejé el dinero en uno de los cajones sin usar para que no se diera cuenta de que lo había devuelto a su lugar. Salí de allí y me dirigí a la cocina.

- ¿Te ayudo en algo?

- ¿Qué pregunta es esa? Claro que sí - solté una carcajada.

- Vaya, qué humor. Lavaré los platos.

- Menos palabras y más acción.

Así es Mamá Lía, ruda pero a veces más tierna que un gato, jajaja. Cómo no quererla si sigue a mi lado a pesar de todo lo malo. Ha hecho por mí lo que nadie más se ha propuesto hacer.

Si me preguntaran a quién le debo tanto en esta vida, mi respuesta tendría nombre y apellido: Lía Miller.

*Horas más tarde.*

Pasamos un día agradable. Las chicas nos llamaron y hablamos durante mucho tiempo. Vimos películas, jugamos juegos de mesa y Mamá Lía se tomó el tiempo de arreglarse porque iba a salir de fiesta. Me encantó su espíritu adolescente. Se disculpó por su repentina salida.

- Lis, discúlpame.

- No pasa nada. Ya hemos pasado suficiente tiempo juntas, si quieres divertirte, hazlo.

- ¿Estás segura? - preguntó.

- Más que segura, además en unos minutos saldré a caminar - respondí.

- Está bien, no me esperes despierta - anunció.

- Con tal de que estés aquí mañana para despedirme en el aeropuerto, todo estará bien.

- ¿Por quién me tomas? Claro que estaré aquí. Bueno, Lis, me voy. Cuídate.

- Eso digo yo, eh.

Me lanzó una mirada de advertencia y debo admitir que esa acción me dio un poco de risa. La despedí y cerré la puerta. Subí a la habitación para ponerme un abrigo y unos zapatos deportivos. Ya lista, salí de la casa y comencé mi recorrido trotando. Las calles estaban solas y solo había unos pocos árboles. Me fui alejando poco a poco de las casas hasta llegar a un parque.

Bajé un poco la velocidad y terminé caminando. Estaba empapada en sudor. Aquí había gente, aunque poca. Padres con sus hijos recorrían el parque, animales con sus dueños... y luego estaba yo sin ninguna compañía. Pero no se sintió tan extraño; por primera vez me gustó el hecho de no tener a una persona a mi lado. Después de una hora, volví a casa. Apenas rozé el lecho de mi cama, caí en un sueño profundo...

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NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola! ¿Qué les pareció el capítulo? No sé, pero siento que se me está haciendo costumbre poner la nota de la autora jajaja. Bueno, pronto todas las incógnitas que tienen se resolverán. Pronto vendrá lo bueno de esta historia. Tenía un número estipulado de capítulos, pero al parecer será más largo de lo que pensé. Sin más que decir, nos leemos en un próximo capítulo.

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