CAPITULO XXIII

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LIS

"Estaba caminando por un bosque oscuro y nebuloso en medio de la noche. Los árboles retorcidos parecían susurrar amenazas mientras avanzaba con cautela, sintiendo una gran opresión en el pecho. De repente, escuché un crujido detrás de mí y me di la vuelta para ver un monstruo de aspecto grotesco emergiendo de las sombras. Sus ojos brillaban con malicia siniestra mientras me perseguía a toda velocidad. Corrí desesperadamente, sintiendo cómo mi corazón latía en mi garganta y el sudor frío empapaba mi frente. A medida que me acercaba a un acantilado, mis piernas se volvían pesadas y me costaba avanzar. El monstruo se acercaba cada vez más, su aliento tóxico rozando mi nuca. Finalmente, llegué al borde del precipicio sin ninguna forma de escapar. Me giré para enfrentar a mi perseguidor, pero justo cuando estaba a punto de alcanzarme, desperté en mi cama, con el alivio de saber que solo fue una de mis horribles pesadillas. Mi mamá me había despertado y me preguntó preocupada: 'Lis, ¿estás bien?'"

- Siéntate tranquila en la cama - le dije.

- ¿Cuánto tiempo lleva sucediendo esto? - preguntó.

- No entiendo a qué te refieres - respondí.

- Claro que entiendes, ahora respóndeme sinceramente.

- Bueno... sí - respondí con la cabeza baja.

- Eso ya lo sé, lo que aún no entiendo es desde cuándo.
- Lis, no evites la pregunta- volvió a insistir. No quería contarle porque eso la preocuparía mucho.

- Es la primera vez que me sucede- mentí.

- ¿Estás segura? - preguntó.

- Segura- le afirmé para dejarla tranquila. No quería contarle que esto me pasaba desde hace dos años.

- Está bien, te espero abajo para desayunar. No te tardes- habló y se levantó de la cama.

Me bajé de la cama y busqué algo cómodo para pasar el día en mi maleta. Me di una ducha y me cambié. Descendí las escaleras y fui hasta el comedor, donde me senté en la silla. Mamá Lía entró y puso los platos sobre la mesa, luego se sentó.
- Te preparé tu plato favorito- dijo.

- Gracias- le sonreí. En mi plato había huevos fritos, bacon, salchichas, judías estofadas, champiñones, tostadas, zumo, porridge y té.

- ¿Después de comer paseamos? Aprovechemos que es temprano- propuso.

- Por hoy paso, pero si quieres puedes ir- respondí mientras revolvía la comida.

- Bien, ¿no tienes hambre? - negué con la cabeza.

- Pero está súper bueno- comentó después de saborear el té.

No sabía cómo explicarle a mamá Lía que esto era común para mí, que cuando tenía una pesadilla solía encerrarme en mi cuarto por horas, me quedé mirando fijamente mi plato. No escuchaba lo que me decía mamá Lía porque estaba absorta en mis pensamientos.

- Lis, llegando al planeta Tierra- dijo y sin pensarlo me reí débilmente.

- ¿Escuchaste lo que te dije antes? - preguntó Mamá Lía.

- Ah, no- hablé con completa sinceridad.

- ¿Hace cuánto que no vas a terapia? - dejó su plato a medias.

- Como desde hace tres años- respondí.

- Pero eso es mucho tiempo. ¿Por qué no fuiste más?

- No quiero volver a pasar por el mismo proceso de contarlo todo, donde me vuelvan a recetar esas pastillas o me quieran volver a internar.

- Eso no volverá a pasar. Lis, tienes que buscar ayuda para que puedas sanar, ¿o no quieres sanar?

- Claro que quiero, es lo que más anhelo. Quiero poder amar a alguien, poder vivir sin miedo. Pero sigo en el mismo punto de hace cuatro años, quizás es miedo, no lo sé. No quiero hablar más del tema- me levanté de la mesa.

- Lis, pero... - Mamá Lía intentó decir algo más.

- Tranquila, estaré bien- fui hacia donde mamá Lía y la abracé por los hombros. Luego subí las escaleras y entré en aquella habitación, me agaché en el suelo y lloré.

Quiero poder ser normal, quiero amar sin tener ataques, quiero andar por algún lugar sin miedo, quiero volver a ser feliz. Sentir paz y tranquilidad, quiero recuperar todo lo que alguna vez tuve. Me limpié las lágrimas y me levanté del suelo. Busqué mi laptop pero me di cuenta de que la olvidé en casa, así que agarré una libreta y un plumón, la abrí y me dejé llevar. Escribí sin cesar y, para ser mi primera vez, se me daba muy bien. Entonces supe que la escritura sería mi refugio. Me quedé dormida.

- Lis, levántate- sentía que alguien me agitaba. Abrí los ojos lentamente y vi a mamá Lía a mi lado. Me froté los ojos para acostumbrarme a la luz.

- Déjame dormir un poco más- me acosté boca abajo.

- No, has dormido mucho. Vamos, levántate.

- Pero si es súper temprano, solo un ratito más, si- dije con voz soñolienta.

- ¿Para ti es temprano a las doce y media de la noche? Has dormido todo el día, levántate.

- MMM- gruñí. Me levanté bostezando y mamá Lía me arrastró hasta el salón de la casa. Había dos sofás, uno grande y otro más pequeño, también tenían una gran pantalla plana.

- ¿Qué hacemos aquí?- pregunté con los ojos entre cerrados.

- Vamos a ver una película- respondió mamá Lía. Tomó el control remoto y se sentó en el sofá.

- Ven, apástate a mi lado- volvió a hablar.

- ¿Al menos tenemos palomitas?

- No, pero si quieres las puedo hacer.

- Vamos, las hacemos juntas- me apresuré a llegar a la cocina. Entramos a la cocina y las empezamos a preparar.

- Mamá Lía, ¿no extrañas al abuelo?

- Mucho, siempre lo recuerdo como si fuera el primer día- Mamá Lía me contó toda su historia y, a decir verdad, parecía un verdadero cuento de hadas. Llevaban años casados hasta que la muerte llegó y los separó.

- Parece un cuento- hablé.

- Para mí lo era- me sonrió.

- Ya están listas, vamos a ver la película- me mostró el bol lleno de palomitas.

- ¿En qué momento las preparaste? No me di cuenta.

- La práctica hace al maestro- ya había salido de la cocina.

- Muévete, que la película de terror te espera- su voz ya se escuchaba lejana.

- ¿Qué dices? Mamá Lía, caminas demasiado rápido- dije entrando al salón. La encontré sentada en el sofá.

- Lo que oíste- palmeó el sofá- Vamos, ven a sentarte.

Reprodujo la película y después de varios sustos, risas y mucho desmadre, recordándole lo mucho que amaba pasar tiempo con ella, me quedé nuevamente dormida a mitad de la película en su regazo.

Escudos para el CorazónOnde histórias criam vida. Descubra agora